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Octubre de 1962: la mayor crisis de la era
nuclear (XIX)
Crecen las tensiones; se desata la guerra
mediática
RUBÉN G. JIMÉNEZ GÓMEZ (*)
Martes 23 de octubre.
Al amanecer ya se encontraban en completa disposición combativa
las unidades subordinadas a la división coheteril estratégica. El
regimiento de cohetes de alcance medio de la región central podía
efectuar técnicamente el lanzamiento de los cohetes dos horas y
media después de recibir la orden, pero las cabezas de combate para
sus cohetes se encontraban en el almacén central, cercano al poblado
de Bejucal, en la provincia de La Habana, a una distancia superior a
los 300 kilómetros, por esto en realidad requería un intervalo de 20
horas entre la orden y el lanzamiento. El regimiento emplazado en
Candelaria-San Cristóbal y uno de los grupos de combate del
emplazado en Santa Cruz de los Pinos-San Cristóbal, aunque no habían
terminado todos los trabajos de ingeniería, estaban casi listos para
cumplir la misión de combate, teniendo las distintas rampas de
lanzamiento diferentes plazos para efectuar el lanzamiento de los
cohetes de alcance medio, en dependencia de sus condiciones
concretas. Estos dos regimientos estaban a 80-100 kilómetros del
almacén central de cargas nucleares.
Eufemísticamente
al bloqueo, Kennedy lo llamó “cuarentena”.
Este día llegó al puerto del Mariel el barco mercante Divnogorsk,
con parte del personal y parte de la técnica especial de
aseguramiento de uno de los regimientos de cohetes de alcance
intermedio R-14. Mientras tanto, al puerto de La Isabela llegaba la
motonave Alexandrovsk, que transportaba las cabezas de combate
nucleares de los cohetes R-14 y la parte que faltaba para los
cohetes alados tácticos FKR. Por la noche comenzó la descarga. En
aquellos momentos, la Agrupación de Tropas Soviéticas en Cuba ya
contaba con alrededor de 43 mil efectivos.
Por su parte, el Gobierno de la URSS, en horas de la mañana de
ese 23 de octubre, dio instrucciones al ministro de Defensa,
mariscal Malinovski, para poner en completa disposición combativa a
las Tropas Coheteriles Estratégicas, las Tropas de la Defensa
Antiaérea, las Fuerzas Aéreas, las Fuerzas Submarinas y las Tropas
Guardafronteras, poniendo en alerta las fuerzas restantes. En los
países miembros del Tratado de Varsovia se tomaron medidas
similares.
El Comité Ejecutivo del Consejo de Seguridad Nacional de Estados
Unidos se reunió con el Presidente JFK a las 10:00 a.m., en la Casa
Blanca. Según cuenta Robert Kennedy: "Los ánimos estaban menos
tensos. El sentimiento que reinaba no era de alegría, pero sí,
quizá, de relajamiento. Se había dado el primer paso, y aún
seguíamos con vida".1
El director de la CIA, John McCone, informó que hasta aquel
momento las fuerzas soviéticas en el mundo no habían sido puestas en
estado de alerta y no se tenían noticias de ningún movimiento
militar extraordinario de su parte. En Cuba solo permitían la
entrada a sus bases de cohetes a su propio personal.
El presidente Kennedy ordenó que se efectuaran los preparativos
necesarios para el caso de un posible bloqueo de Berlín. También se
discutió detalladamente lo que se haría si uno de los U-2 era
derribado; se convino en que, llegado el caso y con la autorización
expresa del Presidente, sería destruida la base de cohetes
antiaéreos que lo hubiera derribado o una cercana, si no se podía
establecer con exactitud cuál lo había hecho. El secretario de
Defensa expresó que el ataque se realizaría dentro de las dos horas
siguientes al momento en que se tuviera conocimiento del derribo del
avión. El Presidente manifestó gran preocupación ante la posibilidad
de cualquier error, y dijo que, antes de replicar, debía comprobarse
bien el ataque contra los aviones propios. Convino con el secretario
de Defensa en preparar la 101 División Aerotransportada para entrar
inmediatamente en acción si era necesario. Quería asegurarse de que
se habían tomado todas las medidas imprescindibles para el caso de
una reacción militar de los soviéticos, y dijo que el ataque contra
una de sus instalaciones podría provocar un ataque de respuesta
contra nuestros aeródromos. Señaló que si la respuesta de los rusos
hacía inevitable una acción militar limitada o la invasión, no
tendrían que perder un solo día en los preparativos. Al finalizar la
reunión, el Presidente aprobó seis vuelos de reconocimiento a baja
altura para obtener más fotos de los emplazamientos de los cohetes
soviéticos.
A partir de las 11:30 a.m. se realizaron los primeros vuelos de
reconocimiento a baja altura sobre las posiciones soviéticas y
cubanas.
Los medios masivos de información estadounidenses emprendieron
una atronadora campaña publicitaria contra la Unión Soviética y
Cuba. Aparecían reportes comunicando que hacia la Isla se dirigían
25 barcos mercantes soviéticos y que navegaban a su encuentro 90
buques de guerra norteamericanos, los que los recibirían en mar
abierto. Se divulgaban rumores sensacionalistas de que cerca del
litoral cubano se habían detectado submarinos soviéticos y que el
Presidente había ordenado vigilarlos atentamente y proteger los
portaaviones y otras naves. Se decía que esos submarinos eran
perseguidos por destructores, aviones y helicópteros que, a una
orden, podrían lanzarles cargas de profundidad. En periódicos y
revistas comenzaron a aparecer datos del radio de acción de los
cohetes soviéticos que estaban instalados en Cuba, se enumeraban
detalladamente las ciudades que podrían ser impactadas y destruidas
por esos cohetes y se calculaban las posibles pérdidas que se
esperaban entre la población de los Estados Unidos. En el país, como
una bola de nieve, crecía el pánico. Muchos habitantes del sur de
los Estados Unidos abandonaban sus casas y partían hacia regiones
norteñas o en dirección al oeste, con la aspiración de salir del
radio de acción de los cohetes; muchos abarrotaban las iglesias con
el objetivo de rogar para que no se produjera la guerra y se
dispararon en flecha las ventas de alimentos en conservas, galletas
y otros que no se deterioraran con rapidez, mientras hacían su
agosto los constructores o vendedores de refugios antiatómicos, de
todo tipo de medios de protección, de medicamentos para prestar los
primeros auxilios y de otros más sofisticados.
LA
REACCIÓN DE LOS "CAUTIVOS"
Al mismo tiempo, en Cuba culminaba la fase principal de la
movilización del país preparándose para la guerra, en breve plazo
habían sido movilizadas 54 divisiones de infantería (cinco de ellas
permanentes, nueve reducidas y 40 de tiempo de guerra); cuatro
brigadas (una de tanques y tres de artillería); 17 batallones
independientes (diez para la lucha contradesembarco, seis de
creación de obstáculos y uno de tanques); seis grupos de artillería
reactiva (lanzacohetes múltiples) y tres grupos independientes de
morteros de 120 mm; 20 unidades navales de la Marina de Guerra
Revolucionaria; 118 baterías de artillería antiaérea (100 de ellas
de cañones y 18 de ametralladoras) y 47 aviones de combate.2
Al llamado de la Revolución, el pueblo respondió con valentía,
firmeza y dignidad. Nunca antes se había sentido tan cercano el
peligro de la agresión militar directa; sin embargo, el país se
preparó tranquilamente para enfrentar y resistir a pie firme el
bloqueo total, los golpes aéreos limitados o masivos y la invasión.
Todos los recursos de la nación se pusieron a disposición de la
defensa de la Patria amenazada. Dondequiera había gente armada con
fusiles, ametralladoras, pistolas y revólveres de los más diversos
sistemas y años de fabricación; desde las subametralladoras PPSH
soviéticas, fusiles checos, belgas y estadounidenses, automáticos,
semiautomáticos y mecánicos, hasta cualquier cosa. Por toda la costa
se abrieron trincheras, ocupadas por soldados y milicianos, se
emplazaron cañones, tanques y otros armamentos, mientras que por
carreteras y caminos se desplazaban interminables columnas de tropas
cubanas que se dirigían hacia todas partes. En las ciudades tenían
lugar mítines masivos y se organizaban nuevas unidades de milicianos
con los voluntarios de última hora; en los edificios habían colocado
telas y carteles con consignas y llamados: ¡Patria o Muerte!,
¡Venceremos!, ¡Cuba sí, yanquis no!, ¡Todos a las armas! y otros. En
caminos y puentes, e incluso en las tuberías del acueducto, en la
Carretera Central, había centinelas para no permitir acciones de
sabotaje.
En la Isla no existía pánico alguno, funcionaban normalmente la
televisión y la radio, eran editados regularmente periódicos y
revistas; se llamaba al pueblo al trabajo abnegado, a la vigilancia,
al cumplimiento y sobrecumplimiento de los planes de producción en
la industria y en la agricultura. A pesar de la alarmante situación
y del peligro inminente, en el país reinaban el orden y la
tranquilidad. Cada uno se ocupaba de sus asuntos. En todas partes
había mucha gente uniformada, armada con frecuencia; en distintos
puntos de La Habana y otras ciudades estaban emplazadas baterías de
armas antiaéreas. En las famosas playas se abrieron trincheras a lo
largo de cientos de kilómetros. El pueblo y su ejército se mantenían
muy unidos. En aquellos días no se interrumpió la vida cultural y
social del país; al contrario, la gente desarrollaba una elevada
actividad. Funcionaban activamente los cines, clubes, teatros e
instalaciones deportivas. Tenía gran éxito el Ballet Nacional de
Cuba, encabezado por Alicia Alonso, que realizó funciones en las
trincheras.
En tales momentos críticos, el pueblo cubano mostró su
tradicional fervor patriótico. Miles de personas de todas las edades
se inscribieron en las Milicias, ingresaron en las organizaciones de
masas o se presentaron en centros hospitalarios para hacer
donaciones voluntarias de sangre; cientos de miles de hombres,
mujeres y jóvenes acudieron a fábricas y campos para sustituir a los
trabajadores movilizados y contribuir a mantener la producción. En
las ciudades tenían lugar enormes manifestaciones, el pueblo
enjuiciaba la agresión norteamericana y el país se convirtió en un
gran campamento militar.
Aquel día Jruschov envió una carta a Kennedy, tenía el mismo
carácter duro y decidido que la que había recibido del
norteamericano, y en ella planteaba entre otras cosas las
siguientes:
—calificaba las medidas tomadas por Estados Unidos de seria
amenaza a la paz y a la seguridad de los pueblos;
—evaluaba la declaración del día anterior como una abierta
injerencia en los asuntos internos de la República de Cuba, de la
Unión Soviética y de otros Estados;
—señalaba que la Carta de la ONU y las normas internacionales no
le daban derecho a ningún Estado para establecer el control de
buques en aguas internacionales;
—no reconocía derecho a los Estados Unidos para establecer
control sobre los armamentos que Cuba consideraba esenciales para el
fortalecimiento de su capacidad defensiva;
—confirmaba que los armamentos que estaban en Cuba,
independientemente de la clase a la que pertenecieran, estaban
destinados exclusivamente a propósitos defensivos, con el objetivo
de proteger a Cuba contra el ataque de un agresor externo;
—expresaba el deseo de que el Gobierno de los Estados Unidos
mostrara prudencia y renunciara a las acciones planteadas el día
anterior, las que conducirían a consecuencias catastróficas para la
paz del mundo.
También manifestaba que la Unión Soviética no ordenaría a los
capitanes de los barcos que se dirigían a Cuba que obedeciesen las
órdenes de las fuerzas navales norteamericanas. Y agregaba que si se
hiciera cualquier intento para interceptar los barcos soviéticos
"nos veríamos obligados, por nuestra parte, a tomar las medidas que
juzgásemos necesarias y adecuadas para proteger nuestros derechos.
Para ello, tenemos todo lo necesario". 3
Ese día el comandante Fidel Castro recibió un mensaje de Jruschov
en el que consideraba que las declaraciones hechas por Kennedy
constituían una insólita injerencia y un descarado acto provocativo,
y calificaba las acciones emprendidas por el Gobierno norteamericano
de piratescas, pérfidas y agresivas. La dirección cubana interpretó
este mensaje como expresión de una clara voluntad de la Unión
Soviética de no ceder ante las exigencias de los estadounidenses. Al
respecto Fidel planteó posteriormente: "Nunca la idea del
retroceso pasó por nuestra mente(...) no nos parecía posible.
Jruschov que es el que sabe cuántos cohetes y armas nucleares
dispone(...) nos manda esta carta(...) Nosotros, desde luego,
dijimos(...) las cosas están claras, y nos dedicamos a nuestro
trabajo".4
La Fuerza de Tarea Charlie, perteneciente a la 1ª División
Blindada, inició su traslado desde Fort Hood. En la tarde de ese
martes, el Comando Aéreo Estratégico ya había establecido la guardia
en el aire de la octava parte de los B-52, con 66 aviones que
portaban armas nucleares y tenían la planificación para atacar
determinados blancos en la Unión Soviética si se ordenaba.
El 23 de octubre también se reunió el Consejo de Seguridad de la
ONU para escuchar los planteamientos de los representantes de las
tres naciones involucradas. El primero en hacer uso de la palabra
fue el representante norteamericano. Adlai Stevenson pronunció un
largo discurso tratando de presentar el bloqueo como una medida de
autodefensa. Acusó a Cuba por recibir armas estratégicas en su
territorio y a la URSS por no hacer pública su decisión de
enviarlas. Presentó un proyecto que demandaba el desmantelamiento y
la retirada inmediata de las armas "ofensivas", el envío de un
cuerpo de observadores de la ONU a la Isla y la realización de
negociaciones entre los Estados Unidos y la URSS para eliminar la
amenaza existente. Querían ignorar a Cuba como una forma de
humillarla.
Acto seguido el representante cubano afirmó que la Isla se había
visto precisada a armarse ante las reiteradas agresiones de los
norteamericanos y negó que las armas de Cuba fueran una amenaza para
sus vecinos, si no tenían intenciones de agredirla. Criticó la
actitud de los Estados Unidos, de adoptar primero acciones militares
para después recurrir a la ONU. Comentó la chocante contradicción de
que Estados Unidos era la única nación que poseía una base militar
en Cuba, en contra de su voluntad, y, a la vez, la acusaba porque
permitía que la Unión Soviética desplegara tropas amigas en su
territorio. Planteó la posición de principios de no permitir ningún
tipo de inspección del territorio cubano y pidió el inmediato retiro
de las fuerzas norteamericanas, el cese de las actividades
provocativas en Guantánamo, de los ataques piratas y de todas las
medidas intervencionistas en los asuntos internos de Cuba, así como
de las violaciones de los espacios aéreo y marítimo de la Isla.
Por su parte Valerian Zorin, representante soviético, señaló que
los Estados Unidos habían realizado un acto sin precedentes en las
relaciones entre Estados que no estaban en guerra y habían puesto en
peligro la navegación de numerosos países, violando abiertamente las
prerrogativas del Consejo de Seguridad, único que podía autorizar la
realización de cualquier clase de actos coercitivos. Al finalizar su
intervención pidió la condena a las acciones emprendidas por los
norteamericanos, que los Estados Unidos revocaran su decisión de
inspeccionar los buques de otros Estados en aguas internacionales,
que cesara toda interferencia en los asuntos internos de Cuba y que
los tres países establecieran contactos para normalizar la situación
y eliminar la amenaza de guerra.
Simultáneamente con los debates en el Consejo de Seguridad, se
reunieron los representantes de 45 naciones, principalmente
integrantes del Movimiento de Países no Alineados, para promover
actividades dirigidas al arreglo de la Crisis. En ese encuentro se
designó un Comité para que se pusiera en contacto con el Secretario
General Interino de la ONU, U Thant, y lo persuadiera de que
asumiera un papel mediador entre las partes.
la OEA
LEGITIMA EL BLOQUEO
Mientras tanto, en la mañana de ese día se había reunido el
Órgano de Consulta de la OEA, a insistencia de Washington, para
discutir una resolución que respaldara el bloqueo. En horas de la
tarde la misma fue aprobada por 19 votos a favor, ninguno en contra
y una abstención, la de Uruguay. La resolución exigía el inmediato
desmantelamiento y retirada de las armas con capacidad ofensiva de
Cuba y recomendaba que los Estados miembros, basándose en los
artículos 6 y 8 del Tratado de Río, tomaran las medidas individuales
y colectivas, incluido el uso de la fuerza armada, para evitar que
Cuba pudiera continuar amenazando la paz y la seguridad del
continente.
Cuenta Robert Kennedy que "fue el voto de la OEA lo que dio una
base legal al bloqueo. Su voluntad de seguir las directrices de los
Estados Unidos(...) cambió nuestra posición, de la del forajido que
actúa violando la ley internacional a la del país que obra de
acuerdo con 20 aliados y protege legalmente su posición".5
Sin embargo, el consejero legal del Departamento de Estado,
Abraham Chayes, dijo que Kennedy había rehusado firmar la
proclamación y no había ordenado el bloqueo naval hasta que no
consiguiera un acuerdo de la OEA, para de ese modo tener algún
basamento para la decisión, pero especialistas en cuestiones
jurídicas objetaron la medida. Por ejemplo, Quincy Wright, profesor
de la Universidad de Columbia y vicepresidente honorario de la
Sociedad Americana de Derecho Internacional, dijo en un seminario
celebrado en 1963 que había sido desafortunado que los Estados
Unidos establecieran la "cuarentena", porque acudieron a una acción
unilateral y de fuerza que no estaba en correspondencia con sus
obligaciones por la Carta de la ONU, de acuerdo con la cual había
que solucionar las disputas por medios pacíficos y no utilizar la
fuerza o amenazar con ella en las relaciones internacionales. Esa
acción, agregaba Wright, era inconsistente con el artículo 2,
párrafo 4, de la Carta de la ONU, y no se podía aplicar a la URSS,
por ninguna de las excepciones que figuraban en la propia Carta o
por tratados o resoluciones de la OEA. Esto último era válido
solamente para Estados americanos y no para la Unión Soviética.
Además, la "cuarentena" era contraria a las obligaciones de los
Estados Unidos, contraídas al firmar la Carta de la ONU, de resolver
las disputas internacionales por medios pacíficos (artículo 2,
párrafo 3) y de someter todas las disputas no resueltas al Consejo
de Seguridad o a otros órganos de la ONU (artículos 35 y 37). Es
verdad que este problema fue presentado ante las Naciones Unidas,
pero solo después que la acción unilateral fue proclamada.6
Al atardecer, el presidente Kennedy envió una nueva carta a
Jruschov, pidiéndole que acatase el bloqueo legalmente establecido
por votación de la OEA; declarando que los Estados Unidos no
deseaban tener que hacer fuego contra algún barco soviético, y
añadiendo para terminar: "Importa que ambos seamos prudentes y no
hagamos nada susceptible de hacer el control de la situación más
difícil de lo que es en la actualidad".7
A las 6:00 p.m. se efectuó una nueva reunión del Comité Ejecutivo
del Consejo de Seguridad Nacional estadounidense, durante la cual se
supo que un número extraordinario de mensajes en clave habían sido
enviados a los barcos soviéticos que se dirigían a Cuba. Después se
discutieron detalladamente las reglas a seguir por la Armada al
interceptar un buque mercante en la zona del bloqueo, las que
incluían dispararles al timón y a las hélices si se negaba a ser
inspeccionado. El Presidente estaba preocupado por la cuestión del
abordaje de los barcos, si los rusos oponían resistencia, pues
posiblemente se produciría una fuerte lucha y numerosas bajas. El
secretario de Defensa opinó que en esos casos los barcos no debían
ser abordados, sino remolcados a Jacksonville o a Charleston.
Entonces el presidente Kennedy preguntó qué haríamos si después de
tanto trabajo resultaba que el barco transportaba alimentos para
niños. Todos estuvieron de acuerdo en que solamente se debían
interceptar aquellos barcos que transportasen equipos militares de
una forma evidente.
Con esas acciones el gobierno de los Estados Unidos ignoraba la
Convención de Ginebra sobre el Mar Abierto, de 1958, suscrita
también por ese país, en la que decía que: "...un barco de guerra
que se encuentre con un barco mercante extranjero en mar abierto no
tiene derecho a someterlo a una inspección".8
Posteriormente, el director de la CIA informó que submarinos
rusos se estaban dirigiendo hacia el Caribe, por lo que el
Presidente ordenó a la Armada que diese prioridad a la localización
de los submarinos y que adoptase las mayores medidas de seguridad
para la protección de los portaaviones y otros navíos.
A las 7:06 p.m. del 23 de octubre de 1962, el presidente Kennedy
firmó la así llamada "Proclamación 3504", en la que se declaraba que
la "cuarentena" de Cuba se establecería a partir de las 2:00 p.m.
del 24 de octubre (hora de Greenwich). La "zona de intercepción" de
los barcos se estableció a la distancia de 500 millas de las costas
cubanas, lo que se hizo con el objetivo de que los aviones cubanos
no pudieran actuar de una forma eficiente contra los barcos de
guerra norteamericanos. En aquellos momentos se encontraban en el
Atlántico 21 barcos con cargas del Ministerio de Defensa de la URSS.
Adelantándonos a los acontecimientos diremos que cinco de ellos
llegaron felizmente a puertos cubanos, mientras que los 16 restantes
regresarían a puertos de los mares Báltico y Negro. A los efectos de
la "Proclamación 3504" se declaraban prohibidos los materiales
siguientes: "Cohetes tierra-tierra; aviones de bombardeo; bombas,
cohetes aire-tierra y cohetes dirigidos; cabezas nucleares para
cualesquiera de las armas expresadas; equipo mecánico o electrónico
para el apoyo o funcionamiento de los artículos expresados, y
cualquier otra clase de materiales que en lo sucesivo sean señalados
por el secretario de Defensa a los efectos de la efectividad de este
Decreto".9 (Continuará)
(*) Teniente coronel (r) y fundador de las Tropas Coheteriles.
1 Kennedy, Robert: Trece días (La crisis de¼
Ob. Cit., p. 57.
2 Diez Acosta, Tomás: La Crisis de los Misiles, 1962... Ob. Cit, p.
81.
3 Kennedy, Robert: Trece días (La Crisis de¼
Ob. Cit., p. 79.
4 Castro Ruz, Fidel: Conferencia Tripartita de La Habana sobre la
Crisis de Octubre, 1992.
5 Kennedy, Robert: Trece días (La crisis de¼
Ob. Cit., p. 119.
6 Wright, Quincy: Essay of Proceedings of the American Society of
International Law, 57th Meeting. Publicado por The Society,
Washington, D. C., 25-27 de abril de 1963, pp. 9-10.
7 Kennedy, Robert: Trece días (La crisis de¼
Ob. Cit. pp. 60-61.
8 Al borde del abismo... Ob. Cit., p. 105.
9 Decreto de los Estados Unidos del 23 de octubre de 1962. Publicado
en Trece días (La crisis de... Ob. Cit, p. 145.
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nuclear (XV): Atacar o no atacar, he ahí la cuestión
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Octubre de 1962: la mayor crisis de la era nuclear (II): Nacimiento
y aprobación de la Operación “Anadir”
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