Octubre de 1962: la mayor crisis de la era
nuclear (III) Algunos errores de
apreciación
RUBÉN G. JIMÉNEZ GÓMEZ (*)
El legendario mariscal Gueorgui Zhukov, basándose en su
.amplia
experiencia como el jefe militar soviético más destacado durante la
Segunda Guerra Mundial, caracterizó así algunas de las
particularidades del arte militar que son necesarias para alcanzar
la victoria:
El
presidente Kennedy (a la izquierda) y Robert McNamara, jefe del
Pentágono.
Primero –Tener un conocimiento excelente del enemigo, evaluar
correctamente sus ideas, fuerzas y medios, tener en cuenta de qué es
capaz, de qué no es capaz y en qué se le puede atrapar. Todo esto se
alcanza mediante la exploración ininterrumpida y profunda.
Segundo –Conocer al detalle las fuerzas propias, su
preparación cuidadosa para el combate; lograr la preparación
multilateral de la jefatura y los estados mayores, así como la
elaboración oportuna de todas las variantes de las acciones futuras.
Tercero –Lograr la sorpresa operativa y táctica, induciendo a
error al enemigo con respecto a nuestras intenciones verdaderas;
actuar con tanta rapidez que el enemigo se retrase en todas partes y
caiga con esto en una situación difícil.
Cuarto –El cálculo exacto de las fuerzas y medios en
dependencia de la misión planteada. A las tropas no se les pueden
plantear misiones superiores a sus fuerzas. Esto no da nada, con la
excepción de pérdidas injustificadas y la disminución del espíritu
combativo.
Quinto – Lograr el aseguramiento adecuado. No se debe
realizar una operación que no se encuentre bien preparada en el
aspecto material.
Durante la planificación y realización de la Operación "Anadir"
se cometieron diversos errores, la mayoría de los cuales se produjo
en el EMG, en los Estados Mayores Principales de los Tipos de
Fuerzas Armadas y en el Estado Mayor de la Agrupación de Tropas
Soviéticas en Cuba. He aquí algunos de esos errores.
En violación del primer principio enunciado por el mariscal
Zhukov, hay que reconocer que la jefatura soviética poseía una
noción insuficientemente profunda y detallada sobre la idea
estratégica del enemigo, tanto antes como después de la llegada de
las tropas a Cuba. Se tenía la opinión bien fundamentada de que se
preparaba una agresión en gran escala contra Cuba, pero se
desconocía con qué medios se efectuaría la misma, especialmente no
se tenía un juicio acertado de la cantidad de medios aéreos y
navales que la apoyarían. La composición numérica y el armamento del
presumible "ejército de invasión" norteamericano solo fueron
conocidos por la dirección militar soviética varios años después de
la Crisis. Este desconocimiento provocó el incumplimiento del cuarto
principio, por lo que eran claramente insuficientes los medios de
defensa antiaérea y navales con que fue dotada la Agrupación.
Además, es necesario señalar que la situación de las tropas en la
Isla era muy vulnerable en el plano militar, debido a la gran
distancia, a la falta de espacio estratégico para la maniobra y la
retirada, y a la imposibilidad de recibir refuerzos y suministros
después que se iniciaran las acciones combativas, ya que la Marina
de Guerra soviética era inferior a la estadounidense. Incluso el
acceso de los submarinos resultaba muy difícil, pues había muchos
cayos, bajíos y arrecifes por donde los submarinos no podrían pasar,
ni navegando sumergidos, si los estrechos pasos eran controlados por
el enemigo, que poseía una enorme superioridad de medios
antisubmarinos en la región. Claro que el mando soviético no se
había propuesto el objetivo de desarrollar una batalla contra
Estados Unidos en las costas de Cuba, sino el de protegerla,
disuadiendo el ataque en ciernes, pero cualquier cosa podía suceder,
y si, contra todos los pronósticos, se producía el ataque, las
tropas soviéticas estarían en clara desventaja si no se utilizaban
las armas nucleares, lo que era inaceptable a todas luces.
Además, se hizo la apreciación de que cuando los norteamericanos
descubrieran el hecho consumado de que los cohetes estaban en
disposición combativa en Cuba, lo aceptarían porque eran una gente
práctica. Apreciación que no tuvo en cuenta el aspecto psicológico
de la cuestión para los estadounidenses, que lo consideraron como si
alguien estuviera apuntándoles a la cabeza con una escopeta cargada
desde el cuarto de desahogo de su propia casa. La vida demostró que
este fue un grave error, que también se daba de narices con el
primer principio enunciado por el glorioso mariscal.
En violación del segundo principio, de una forma inexplicable no
se previeron planes de contingencia para el caso en que los
norteamericanos detectaran los cohetes antes de que se encontraran
en disposición combativa. Al parecer, se confió injustificadamente
en la seguridad que Jruschov tenía de que esto no sucedería. Sin
embargo, esta fue una deficiencia muy importante que pudo costar muy
caro, pues se dejaba la iniciativa en manos de los norteamericanos
si los lograban descubrir antes de tiempo, lo que en definitiva
sucedió.
ALGUNAS ESPECULACIONES DEL AUTOR
La definición clásica de Clauzewitz plantea que la guerra es la
continuación de la política estatal por "otros medios". Ahora bien,
qué se encierra en esos "otros medios". Evidentemente, estos son los
armamentos que se utilizan durante las guerras y las personas que
los manipulan. Durante muchos años, los especialistas consideraron
esta definición como una verdad innegable, pero ella empezó a
resquebrajarse con el surgimiento y ulterior desarrollo del arma
nuclear, la que comenzó a ser acumulada en grandes cantidades por
las potencias que la poseían, principalmente por los Estados Unidos
y la Unión Soviética. Ya a inicios de los años sesenta se había
acumulado tal cantidad de armas nucleares que la definición de
Clauzewitz comenzaba a fallar, pues si se desencadenaba una guerra
mundial en las nuevas condiciones, existía el peligro real de que
esta no fuera la continuación de la política por otros medios, sino
que significaría el final de cualquier política y la exterminación
mutua total de las partes beligerantes e incluso de la civilización
en su conjunto, según planteaban algunos especialistas.
Por aquella época el mundo se encontraba inmerso en lo más
profundo de la "guerra fría", la que consistía en tratar de alterar
la correlación de fuerzas derrocando el poder del adversario
mediante la actividad subversiva y la penetración económica,
ideológica y técnica, es decir, era una guerra solapada que se
desarrollaba empleando todos los medios disponibles¼ con la
excepción de las armas. Pero entonces, ¿cuál era el rol de las armas
nucleares en la "guerra fría"? En las nuevas condiciones estas se
convirtieron en un medio de chantaje, de presión y de amenazas,
tanto contra estados aislados, como contra el mundo en su conjunto.
Así sucedió desde los albores de la era nuclear, cuando el bombardeo
atómico de Hiroshima y Nagasaki fue ejecutado con la intención
evidente de intimidar a la Unión Soviética y mostrar a otros estados
la potencia inigualable de la nueva arma de los norteamericanos.
Este rol de medio de chantaje se mantuvo hasta finales de 1962,
cuando los propios creadores de la terrible arma experimentaron la
perspectiva segura de que podía destruirlos a ellos también y a la
política que habían engendrado.
Los Estados Unidos no solo poseyeron el monopolio de las armas
nucleares durante cuatro años y fueron los primeros y los únicos en
experimentar en combate las cualidades destructoras de las mismas,
sino que también fueron los primeros en elaborar la doctrina militar
con el empleo del arma nuclear en la guerra, cuando la teoría del
primer golpe se convirtió en la base de su estrategia. Incluso en
los años setenta y ochenta del siglo pasado, la URSS planteó de
forma unilateral y pública su compromiso de no ser los primeros en
emplear el arma nuclear y propusieron insistentemente la
concertación de un tratado al respecto, pero los norteamericanos
siempre se negaron a ello.
En julio de 1949 la Unión Soviética detonó su primer artefacto
nuclear; a partir de entonces se desató la mayor carrera
armamentista de la historia, en la que, como es lógico, los
estadounidenses partían con cuatro años de ventaja y con una
industria intacta, sobre la que no había caído ni una sola bomba
durante la Segunda Guerra Mundial, mientras que la de la URSS había
sido parcialmente devastada. De modo que a mediados de los años
cincuenta, los Estados Unidos tenían una amplia ventaja en armas
nucleares y una poderosa flota de bombarderos pesados y medianos
estacionados en distintas partes del mundo, en la cercanía del
territorio soviético.
Por entonces, la estrategia militar norteamericana era la de la
Represalia Masiva, la que reflejaba las características de la
correlación de fuerzas existente. Esa estrategia sufrió un duro
golpe en 1957, cuando los soviéticos fueron los primeros en realizar
exitosamente el lanzamiento de un cohete intercontinental, mientras
que los Estados Unidos enlazaban un fracaso con otro, fallando en
cinco ocasiones durante ese año. Adicionalmente, en octubre del
propio año 57, la Unión Soviética puso en órbita el primer satélite
del mundo y poco después lanzó al espacio a la perra Laika, al
tiempo que millones de televidentes vieron alarmados cómo se
frustraba otro intento norteamericano por lanzar su primer satélite,
el cual explotaba después de un corto ascenso. Cundió el pánico,
tanto en los medios oficiales como en la opinión pública,
pregonándose que los estadounidenses estaban a la zaga de su
principal enemigo. Comenzó a hablarse de la llamada "brecha de los
cohetes", supuestamente existente entre los dos países a favor de la
Unión Soviética. Ese estado de ánimo, reforzado por los frecuentes
alardes propagandísticos de los soviéticos, y especialmente de
Jruschov, respecto a que poseían una extraordinaria superioridad en
cohetes, fue explotado inteligentemente por los gobiernos de turno
en los Estados Unidos para obtener del Congreso enormes asignaciones
para gastos militares.
Sobre los alardes de Jruschov, su hijo, Serguei, reveló que en
algún momento Nikita Sergueievich dijo que en cierto lugar del sur
los soviéticos hacían cohetes como salchichas, y en ese caso él
mismo le había preguntado: ¿cómo puedes decir eso si solo tenemos
unos pocos? Obteniendo la respuesta siguiente: lo importante es que
los americanos lo crean, así no nos van a atacar. Sobre esta
consideración se estructuró toda una política, mediante la cual los
soviéticos amenazaban con unos cohetes que no poseían (1). Al
parecer, esta era una política simplista y errónea, con la ayuda de
la cual solo se podría mantener engañados a los pueblos, a los de
los adversarios y al propio, así como a los pueblos y a los
dirigentes de los países aliados, pues era de suponer que el
gobierno de los Estados Unidos tendría otras vías de información que
le permitirían conocer la verdad tarde o temprano. Esto comenzó a
suceder durante los años 1959-1960, a lo largo de los cuales los
norteamericanos se fueron percatando de la realidad por distintas
vías, principalmente mediante el espionaje y los vuelos de
reconocimiento de los aviones U-2. En 1961, las primeras misiones
eficaces de reconocimiento utilizando satélites confirmaron las
sospechas: los Estados Unidos tenían una superioridad aproximada de
4 a 1 en cohetes intercontinentales.
Ray Cline, exsubdirector de la CIA, señaló que en Estados Unidos
creían que los soviéticos tenían cientos de misiles, pero las fotos
tomadas por los satélites demostraron que no era así, pues en
Estados Unidos se había organizado un sistema muy rápido para
producir cohetes, muy superior al de los soviéticos (2). No se ha
revelado la fecha en que la URSS conoció la realidad de la situación
estratégica; una cosa sí es notoria: aunque desconocieran con
exactitud lo que tenían sus adversarios, los altos dirigentes de la
Unión Soviética siempre estuvieron muy claros del globo que estaban
inflando en la materia ante la opinión pública internacional.
Según declaraciones de Robert McNamara, secretario de Defensa en
el Gobierno de Kennedy, en octubre de 1962 los Estados Unidos tenían
229 cohetes intercontinentales y 105 de alcance medio e intermedio
emplazados en Turquía, Italia e Inglaterra; nueve submarinos con 16
cohetes del tipo Polaris A-2 cada uno, los que podían recorrer una
distancia de alrededor de 1 500 kilómetros, para un total de otros
144 proyectiles de alcance medio que podían alcanzar el territorio
de la URSS; poseían además 1 500 bombarderos con bases en distintos
lugares del globo, 600 de los cuales eran bombarderos pesados B-52.
En total, teniendo en cuenta los cohetes y bombas de todos los
tipos, los Estados Unidos tenían una superioridad de 17 a 1 en armas
nucleares con respecto a la URSS (3).
Por su parte, de acuerdo con datos publicados en 1999 (4), en
octubre de 1962 las Fuerzas Armadas de la URSS contaban con los
medios siguientes: 48 cohetes intercontinentales; 543 cohetes de
alcance medio, 36 de los cuales se encontraban en Cuba y podían
alcanzar el territorio de los Estados Unidos; 208 bombarderos
estratégicos pesados, 80 de ellos de propulsión a propela; 486
bombarderos medios, 96 de los cuales podían alcanzar el territorio
de los Estados Unidos, y 80 cohetes instalados en submarinos, la
mayoría con un alcance de solo varios cientos de kilómetros. Es
necesario señalar que los submarinos portacohetes soviéticos de la
época solamente llevaban 2-4 proyectiles, y que la mayoría de estos
eran cohetes alados, los que podían ser derribados con los medios de
la defensa antiaérea, mientras que los 144 cohetes de los submarinos
norteamericanos eran balísticos, y no se contaba con medios
defensivos que fueran capaces de derribarlos.
Comparando estos datos se puede constatar la amplia superioridad
que poseían los Estados Unidos en fuerzas nucleares estratégicas,
pero también se podría llegar a la conclusión de que,
verdaderamente, el objetivo principal de la Operación "Anadir"
podría ser el de compensar en parte el balance estratégico con el
adversario. Nada más erróneo.
Durante los días de la Crisis, los especialistas norteamericanos
calculaban que con los cohetes en Cuba, incluso en el caso en que
los soviéticos lograran asestar un primer golpe nuclear sorpresivo,
podrían destruir solo alrededor de un 30 % más de medios
estratégicos nor-teamericanos que si no estuvieran sus cohetes en la
Isla; pero hasta en ese caso la superioridad estratégica de los
estadounidenses continuaría siendo aplastante, por lo que no se
justificaba semejante traslado solamente para intentar equilibrar
las fuerzas de ambas partes.
en una
guerra nuclear no habría vencedores
Generalmente se considera que la paridad en medios nucleares
estratégicos entre las dos superpotencias fue alcanzada por la Unión
Soviética a mediados de los años setenta, pues ya en ese momento
cada una de las partes podía causar a la otra un daño
aproximadamente similar. Sin embargo, como expresó Robert McNamara
en la Conferencia Tripartita de La Habana en 1992, se puede
considerar que la paridad nuclear ya existía en la práctica en
octubre de 1962, a pesar de la desproporción en la cantidad de
armas, debido a que la paridad existe en realidad cuando cada parte
posee una capacidad de respuesta tal, incluso después de recibir un
primer golpe nuclear sorpresivo, que le permita hacer un daño lo
suficientemente grande al adversario, de modo que la magnitud de ese
daño resulte inaceptable para el que piense en la posibilidad de
lanzar un ataque por sorpresa.
Es difícil imaginarse lo que hubiera sucedido en el territorio
norteamericano si se hubiera desatado una guerra nuclear. Hay que
tener en cuenta que las bombas lanzadas sobre Hiroshima y Nagasaki
en 1945 causaron en segundos unas 300 000 bajas entre muertos y
heridos y arrasaron ambas ciudades casi por completo; las potencias
de aquellas bombas eran de 13 y 20 kilotones respectivamente, siendo
una explosión nuclear de 20 kilotones equivalente a la explosión de
20 000 toneladas de TNT. Sin embargo, en caso de que se hubiera
desencadenado una guerra nuclear en 1962 el territorio de los
Estados Unidos podría haber sido alcanzado por varias decenas de
cohetes intercontinentales, con cargas que podían ser de hasta 5-10
megatones, siendo una explosión de un megatón equivalente a la
explosión de un millón de toneladas de TNT. Hay que tener en cuenta,
por ejemplo, que una explosión de 5 megatones sería 385 veces más
potente que la bomba que arrasó a Hiroshima, y la de 10 megatones
sería 770 veces más potente que la misma. Incluso viendo fotos o
imágenes fílmicas documentales de lo que sucedió en esa ciudad
japonesa, es difícil representarse lo que hubiera sucedido en una
ciudad norteamericana con explosiones de semejante potencia. Pero
esto sería multiplicado por varias decenas de explosiones semejantes
dispersas por todo el territorio del país, a lo que habría que
agregar las explosiones provocadas por las bombas y cohetes lanzados
por los aviones que lograran llegar, más las de los cohetes lanzados
por los submarinos que hubieran quedado indemnes.
Mas hasta ahora solo nos hemos referido a la potencia de las
explosiones, pero habría que considerar también las afectaciones
provocadas por los demás factores destructivos específicos de las
explosiones atómicas en cada uno de los lugares en que se
produjeran, tales como la radiación penetrante y la contaminación
radiactiva del terreno que envenenarían el agua, los alimentos y
todo lo vivo durante centenares y millares de años, cubriendo con
las cenizas radiactivas llevadas por el aire enormes extensiones; la
onda expansiva de fuerza inimaginable que se desplazaría a
velocidades supersónicas, destruyéndolo todo a su paso en kilómetros
a la redonda; la radiación luminosa o fogonazo de la explosión,
capaz de incendiar bosques y distintos materiales y de cegar
personas y animales u ocasionarles horribles quemaduras a grandes
distancias... y¼ ¿para qué seguir? Todo eso unido a la falta de
atención médica, pues serían millones y millones de muertos, heridos
y enfermos de radiotoxemia, entre los que también se encontraría
parte de los médicos y demás personal de salud, añadiéndose a ello
la destrucción de grandes cantidades de hospitales y otras
instituciones médicas. A esto habría que agregar, entre otras cosas,
lo que consideran muchos científicos que aseguran que las miles de
toneladas de polvo que se elevarían a la atmósfera la saturarían,
dificultando el paso de los rayos solares durante un tiempo
prolongado, lo que provocaría un invierno artificial, algo así como
lo que exterminó a los dinosaurios según una de las teorías en
boga... En fin, el infierno en la tierra multiplicado por mil, de
forma que los sobrevivientes envidiarían a los muertos, como se
decía en un filme norteamericano. En la Unión Soviética sucedería un
cuadro similar, solo que multiplicado varias veces, además de que
los cohetes de alcance medio y los bombarderos medianos soviéticos
también hubieran atacado las bases militares norteamericanas
estacionadas en diversos países europeos y asiáticos.
No en balde en cierta ocasión, durante el año 1963, el presidente
Kennedy expresó irónicamente durante una conferencia de prensa que
los Estados Unidos eran más poderosos que la Unión Soviética, pues
podían matar varias veces todo lo vivo existente en la URSS,
mientras que los soviéticos solamente eran capaces de exterminar una
vez todo lo vivo en los Estados Unidos. De lo expresado se desprende
que no es posible la guerra nuclear mundial, ya que en la misma no
habría vencedores.
Cuentan que en el centro de Hiroshima hay un parque de superficie
de granito muy cercano al epicentro de la explosión de 1945. Después
del estallido de la bomba nuclear, que fue aéreo, la superficie del
parque quedó rugosa, pero en los lugares donde había personas
aquella superficie quedó lisa, pues parte de la energía se había
consumido en desintegrar sus cuerpos, quedando impresas de esta
forma sus figuras como manchas lisas ro-deadas por el granito
rugoso. Este lugar es llamado el Parque de las Sombras, y habría que
preguntarse en aras de qué los norteamericanos necesitarían plagar
su país de parques semejantes... ¡Lo mejor será siempre evitar las
guerras nucleares!
Por todas estas razones, Robert McNamara consideraba, al igual
que otros muchos especialistas, que el traslado de los cohetes
nucleares soviéticos a Cuba no alteraba el equilibrio estratégico en
la práctica, aunque la amenaza de una catástrofe nuclear aumentó
considerablemente en aquellos momentos. Entonces surge la pregunta:
¿para qué se iban a llevar los cohetes al otro lado del océano,
buscando compensar en parte el atraso de la Unión Soviética en
armamentos nucleares, si con los cohetes en Cuba esto no se lograba?
La respuesta solo puede ser una: los cohetes no se llevaron a Cuba
por una necesidad militar, la dirección soviética no tenía
intenciones de utilizarlos en acciones combativas, lo que estaba
previsto era contener la agresión norteamericana con el solo hecho
de la presencia de las Tropas Coheteriles Estratégicas en la Isla.
Además, por una apreciación errónea consideraban que los
estadounidenses no reaccionarían como lo hicieron, y, como en el
otro caso, si cumpliendo ese objetivo fundamental se obtenía el
resultado colateral de compensar en parte el desbalance existente en
armas nucleares, esto sería bienvenido.
Es necesario señalar que desde abril hasta junio la aviación
norteamericana había efectuado 150 sobrevuelos a barcos mercantes
soviéticos en los accesos a Cuba, mientras que los oficiales de los
buques de la Marina de Guerra de Estados Unidos habían interrogado a
los marinos soviéticos en 20 ocasiones, en franca violación de lo
establecido para la navegación en aguas internacionales. Por aquella
época ya transmitían contra la Isla más de diez emisoras radiales,
como parte de la guerra psicológica; con la ayuda de estas emisoras
se orientaba sistemáticamente cómo realizar sabotajes, actos
terroristas, la técnica de la propagación de rumores falsos, se
intentaba desacreditar a los dirigentes revolucionarios y a su obra,
y hasta se impartían orientaciones de cómo convertirse en un espía
eficiente. Para el mes de junio, la CIA ejecutó al menos doce
operaciones de infiltración de agentes en territorio cubano y
continuó los suministros de armas y explosivos para la futura
insurrección general. También hay que tener en cuenta que el primer
semestre de 1962 terminaba con un rotundo fracaso para los esfuerzos
de la Operación "Mangosta" por organizar un ejército clandestino en
las montañas de Cuba; las bandas que quedaban, después de la última
ofensiva iniciada en marzo contra ellas, trataban de pasar
inadvertidas, esperando que acabaran de llegar los norteamericanos
para que les sacaran las castañas del fuego. (Continuará)
(*) Teniente coronel ® y fundador de las Tropas
Coheteriles.
1 Declaraciones hechas por Serguei Jruschov en la
Conferencia Tripartita sobre la Crisis de Octubre, celebrada en La
Habana, Cuba, en 1992.
2 Declaraciones hechas por Ray Cline en la
Conferencia Tripartita sobre la Crisis de Octubre, celebrada en La
Habana, Cuba, en 1992.
3 Declaraciones de Robert McNamara en la
Conferencia Tripartita sobre la Crisis de Octubre, celebrada en
Moscú en enero de 1989.
4 Operación Estratégica "Anadir" ¿Cómo fue?
Memorias y referencias. Colectivo de autores. Poligrafresursi.
Moscú, Federación de Rusia, 1999. |