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Octubre de 1962: la mayor crisis de la era
nuclear (XV)
Atacar o no atacar, he ahí la cuestión
RUBÉN G. JIMÉNEZ GÓMEZ (*)
Durante aquel primer día de discusión y análisis del Comité
Ejecutivo del Consejo Nacional de Seguridad de Estados Unidos, ya el
Presidente estaba preocupado por los cohetes Júpiter emplazados en
Turquía, los que más tarde se convertirían en un obstáculo para la
solución de la Crisis. Kennedy estaba preocupado tanto porque los
soviéticos pudieran atacar los Júpiter si los aviones
norteamericanos atacaban las armas soviéticas en Cuba, como porque
los cohetes que los oficiales turcos estaban acabando de asimilar
para operarlos pudieran ser disparados contra blancos soviéticos sin
su autorización. Las cabezas de combate nucleares de los Júpiter
estaban separadas de los cohetes y controladas por personal
estadounidense, pero cualquier cohete que se disparara desde
Turquía, con cabeza nuclear o convencional, aumentaría la tensión
enormemente mientras se aclaraban las cosas.
Kennedy,
con el general Taylor y McNamara.
En aquel tiempo aún no había salvaguardas electrónicas que
impidieran físicamente el lanzamiento no autorizado de los cohetes,
solo comenzaban a instalarse los primeros ejemplares de esos medios
en los nuevos cohetes intercontinentales Minuteman de los
norteamericanos; en lugar de ello, en cada nivel de mando dos
militares debían recibir instrucciones por separado y confirmarlas
entre sí, antes de ejecutar la orden de fuego recibida. Inquieto
porque la guerra no se fuera a iniciar por un disparo no autorizado
desde Turquía, el presidente Kennedy indicó a la Junta de Jefes de
Estados Mayores que se reforzaran las salvaguardas existentes, y se
ordenó al jefe estadounidense en Turquía que hiciera "inoperables"
los Júpiter, es decir, que los destruyera inmediatamente, si se
intentaba dispararlos sin una autorización presidencial expresa.(1)
MUCHACHOS: ¡LLEGÓ LA HORA!
Esa tarde, mientras el Comité Ejecutivo sesionaba, también se
reunió la Junta de Jefes de Estados Mayores, ocasión en que se
hicieron proposiciones y se tomaron decisiones importantes, entre
otras estaban las siguientes:
-considerar desacertado un golpe aéreo contra los cohetes
nucleares solamente; se debía asestar el golpe aéreo de gran
envergadura, atacando los cohetes de alcance medio, las bases
aéreas, los cohetes antiaéreos, los depósitos nucleares si se
descubrían, almacenes militares, tanques, medios navales de combate
y demás objetivos significativos que pudieran afectar a los Estados
Unidos o a sus fuerzas;
-a partir del golpe aéreo se debía implantar un bloqueo naval
total y comenzar la ejecución de los planes de invasión elaborados:
el OPLAN-314 o el 316 según se decidiera;
-antes de asestar el golpe, o de forma simultánea con este, era
necesario dispersar los bombarderos estratégicos;
-después del discurso del Presidente sobre la situación, si se
hacía previamente, habría que pasar a DEFCON 2 a las fuerzas
estadounidenses a nivel mundial. (NA: Es necesario señalar que,
según los conceptos norteamericanos, DEFCON (condiciones de defensa)
tenía cinco niveles de alerta; en tiempo de paz las tropas se
encontraban habitualmente en DEFCON 5, y podían ir pasando a otros
niveles de preparación para el combate, hasta DEFCON 2, en el que
estaban listas para combatir, pues DEFCON 1 era ya la guerra);
-tomar medidas para la defensa de la Base Naval de Guantánamo;
-aumentar la defensa antiaérea en el sudeste de los Estados
Unidos e incrementar las patrullas aéreas con interceptores durante
las 24 horas, reforzándolas en el horario diurno;
-sería necesaria la movilización de 150 mil reservistas;
-debía considerarse la declaración del estado de emergencia
nacional;
-el peligro de los cohetes de alcance medio emplazados en Cuba
era lo suficientemente grande para justificar el ataque, incluso
después que los cohetes alcanzaran el estado operacional.
Los integrantes de la Junta de Jefes de Estados Mayores estaban
deseosos de quedar bien ante el Presidente después del fiasco de
Bahía de Cochinos y su desafortunada intervención. Se mantuvieron
firmes y unidos al recomendar el uso de una fuerza militar
aplastante contra las posiciones soviéticas y cubanas en la Isla.
Defendieron en todo momento y con obstinación, digna de mejor causa,
el uso de la fuerza, y se prepararon diligentemente para el golpe
aéreo y la posible invasión, lo que era también la preferencia
inicial del Presidente. Además, mostraron a las claras su
convicción: había llegado el momento y la oportunidad de deshacerse
de Castro, solamente había que aprovechar la ocasión y estaban
dispuestos a hacerlo. Mas, al parecer, eran demasiado rígidos en sus
concepciones cavernarias, por lo que no fueron capaces de apreciar
los cambios que se efectuaban a su alrededor. Era como si el violín
que ellos tocaban solo fuera capaz de emitir una nota, mientras los
que tocaban los demás desgranaban una gama de sonidos más o menos
armoniosos. Mientras, el Presidente y sus asesores principales
estaban dispuestos incluso a aceptar la desgracia de convivir con
Castro en determinadas condiciones, pero no con los cohetes
soviéticos, siguiendo el principio de hacer cada cosa a su debido
tiempo, los militares sostuvieron obstinadamente su opinión de que
Castro también representaba un gran peligro para la seguridad de los
Estados Unidos y había que aprovechar la ocasión para eliminarlo a
cualquier precio. Era evidente que les faltaba flexibilidad. Esa fue
la fuente de las discrepancias que existieron entre los criterios de
los dirigentes militares y civiles estadounidenses en octubre de
1962.
No obstante, en la tarde de aquel martes el Secretario de Defensa
pidió las opiniones de la Junta de Jefes de Estados Mayores sobre
las probables reacciones soviéticas a un ataque de Estados Unidos
contra Cuba, las que debían ser presentadas al día siguiente (17 de
octubre).
De todos modos, el secretario del Tesoro, Douglas Dillon, el
secretario asistente de Defensa para la Seguridad Internacional,
Paul Nitze y los integrantes de la Junta de Jefes de Estados Mayores
dudaban que la Crisis desembocara en una guerra nuclear y confiaban
en que finalmente los soviéticos cederían. También consideraban que
el equilibrio nuclear estratégico era un factor significativo y en
ocasiones determinante en la adopción de decisiones durante la
guerra fría. Pensaban que el esfuerzo de Jruschov por instalar los
cohetes en Cuba constituía un ejemplo evidente de ello. En su
criterio, con los cohetes allí la Unión Soviética duplicaría
prácticamente el número de cabezas nucleares que podría lanzar
contra blancos estadounidenses, aunque fueran de menor potencia que
las de los cohetes intercontinentales, lo que haría mucho más
vulnerable al núcleo del poderío estratégico de los Estados Unidos,
a saber, las bases de los bombarderos del Comando Aéreo Estratégico.
Un tema de actualidad e importancia en aquel momento era el de la
relación que podía haber entre las acciones soviéticas en el Caribe
y sus objetivos en Europa. Los estadounidenses consideraban las
crisis de Berlín y Cuba como dos caras de la misma moneda; esperaban
una fuerte reacción soviética en Berlín ante cualquier acción
militar en Cuba. Por su parte, los funcionarios soviéticos de la
época han manifestado que para ellos Cuba y Berlín eran dos temas
independientes, sin ningún vínculo estrecho entre ellos.
Ahora bien, es necesario reconocer que el carácter secreto de la
Operación "Anadir" contribuyó a intensificar la Crisis. Los
estadounidenses podían estar comprensiblemente atemorizados por la
aparición repentina y encubierta de cohetes estacionados tan cerca
de los Estados Unidos. La alarma pudo agravarse por el hecho de que
los diplomáticos soviéticos negaron la verdad hasta el último
minuto. Resulta que los embajadores soviéticos en Washington y en la
ONU no conocían sobre el tema, pues Jruschov lo ocultó
deliberadamente. Su activa campaña de desinformación pudo hacer que
Kennedy y sus asesores sospecharan que la Unión Soviética estaba
preparando un ataque sorpresivo con cohetes contra los Estados
Unidos.
Al respecto, Nikita Jruschov planteó en sus memorias: "Los
dirigentes políticos de los Estados Unidos podían suponer que
teníamos planes muy agresivos contra su país(...) No tomaban en
cuenta lo que habían hecho hacía tiempo con la Unión Soviética, al
rodearnos con sus bases militares(...) Los imperialistas
estadounidenses veían eso como una cosa natural, como que era su
derecho de defensa contra la Unión Soviética(...) Sin embargo, ahora
se trataba de Cuba, que estaba debajo de sus narices, y le negaban
el derecho a defenderse. He ahí su moral. Los imperialistas toman en
cuenta y aplican la moral solo si está sustentada por la fuerza. Si
tal fuerza no existe, la moral no se toma en cuenta(...) Ellos
practicaban y continúan practicando esa política, pero nunca habían
experimentado algo similar en carne propia en toda su historia, por
eso en aquel momento estaban muy alterados y asustados.
"Si estallaba la guerra, esta vez sería diferente para los
estadounidenses, pues en la primera y segunda guerras mundiales la
inmensa mayoría de ellos no habían oído ni siquiera el disparo de un
fusil, no conocían las explosiones de las bombas y de los
proyectiles de artillería, ignoraban las penalidades y sufrimientos
de las evacuaciones, del hambre terrible o la ocupación; habían
luchado en territorios ajenos. Sin embargo, ahora también se
convertirían en blancos de los proyectiles. ¡Y qué clase de
proyectiles!, ¡nada menos que nucleares!".
(2)
Desde el mismo martes 16 de octubre comenzó a organizarse el
Comando Unificado del Atlántico, órgano principal de mando para la
dirección de las acciones militares, al cual estarían subordinadas
todas las fuerzas terrestres, navales y aéreas comprometidas. Al
mando del mismo estuvo el almirante Robert L. Dennison. La Junta de
Jefes de Estados Mayores encargó la responsabilidad del bloqueo, si
en definitiva se realizaba, a uno de sus miembros, el almirante
George W. Anderson, jefe de Operaciones Navales de la Marina de
Guerra de los Estados Unidos. Las decisiones serían tomadas por el
Presidente, en su calidad de Comandante en Jefe de las Fuerzas
Armadas, e impartidas a través de su Secretario de Defensa.
Aquel día la Casa Blanca, el Pentágono y otras instituciones
recibieron instrucciones sobre un posible traslado en los próximos
días a las instalaciones soterradas; las familias de los jefes
fueron informadas acerca de su posible traslado al interior del
país, además, se estaba preparando el establecimiento de la censura
militar.
Mientras en Cuba, seguían desarrollándose las actividades
planificadas, correspondiendo a aquella fecha la llegada al puerto
del Mariel de la motonave "Omsk" en su segundo viaje, transportando
entre otras cosas cinco cohetes R-12 de combate y dos de instrucción
para el regimiento que se emplazaba en Santa Cruz de los Pinos-San
Cristóbal, con lo que se completaban los 42 cohetes del tipo R-12
destinados a la división coheteril estratégica.
COMIENZA EL CAMBIO DE POSICIONES
Miércoles 17 de octubre.
El día se inició con lo que podría parecer una burla a los que ya
conocían lo que se preparaba en secreto: Georgui Bolshakov,
funcionario de la embajada soviética en Washington, entregó a Robert
Kennedy un mensaje personal de Jruschov al Presidente asegurando que
bajo ninguna circunstancia serían enviados cohetes tierra-tierra
ofensivos a Cuba.
Los dirigentes norteamericanos conocían los resultados del
análisis de las fotografías aéreas que habían sido tomadas el día 15
sobre la región occidental de Cuba. Se descubrió otro emplazamiento
integrado por cuatro rampas de lanzamiento en la zona de San
Cristóbal, con lo que totalizaban cuatro los emplazamientos de
cohetes de alcance medio, con 16 rampas en total. Se detectaron
además dos nuevos emplazamientos en la zona al este de Guanajay; por
las características de las rampas de lanzamiento ubicadas en línea,
ya conocidas por haber sido fotografiadas en la URSS con
anterioridad, podrían ser para los cohetes de alcance intermedio
SS-5 (R-l4 para los soviéticos), los que eran capaces de llevar sus
cabezas de combate nucleares hasta distancias del orden de los 4 000
kilómetros, con lo que podía ser batido todo el territorio
continental de los Estados Unidos y llegarían incluso hasta la bahía
de Hudson, en Canadá, y a la capital del Perú, en la América Latina.
La Junta de Jefes de Estados Mayores presentó las opiniones
solicitadas el día anterior por el Secretario de Defensa, referentes
a las probables reacciones soviéticas ante la realización de un
ataque contra Cuba. Las opiniones vertidas fueron las siguientes:
1 –los soviéticos no irían a una guerra general por Cuba;
2 –su respuesta era más probable en Berlín, Turquía, Irán o
Corea.
Además, la Junta envió a McNamara un documento en que se oponía a
un golpe aéreo solo contra los cohetes; defendían el criterio de
asestar un golpe aéreo amplio, seguido de un bloqueo total y a
continuación la invasión para eliminar a Castro. Aquel era el
momento para deshacerse de este, planteaban, y los militares podían
hacerlo, solo faltaba la aprobación presidencial...
Este día los aviones U-2 realizaron seis vuelos de reconocimiento
a gran altura sobre Cuba y la CIA presentó una información de
Inteligencia indicando que un bloqueo total derribaría a Castro en
cuatro meses. También Adlai Stevenson, representante de los Estados
Unidos ante la ONU, temeroso de los resultados funestos que podrían
derivarse de una decisión mal fundamentada, envió una carta al
presidente Kennedy en la que, entre otras cosas, planteaba:
-el hecho de arriesgarse o no a comenzar una guerra nuclear está
estrechamente relacionado con la adopción de la mejor de las
decisiones, y los juicios de la historia raramente coinciden con la
cólera de un instante;
-la existencia de bases de cohetes nucleares en cualquier lugar
es negociable antes de comenzar a hacer nada contra ellas;
-debe estar totalmente claro que los Estados Unidos han estado,
están y estarán listos para negociar la eliminación de bases y
cualquier otra cuestión; que son ellos los que han alterado el
precario balance existente en el mundo con arrogante desaire a
vuestras advertencias y que no tenemos otra alternativa que
restablecer ese balance, es decir, chantaje e intimidación nunca,
negociación y sensatez siempre. (3)
En esta fecha se efectuaron tres sesiones de trabajo del Comité
Ejecutivo, en las que no participó el Presidente, pues había viajado
a Connecticut en los trajines electorales del Partido Demócrata. No
obstante, al comenzar el trabajo, los integrantes del Comité
conocían que Kennedy se inclinaba en aquellos momentos a actuar con
rapidez si iban a hacerlo, sin advertencia, contra los cohetes de
alcance medio y posiblemente contra los aeródromos.
La reunión comenzó discutiendo un documento en el que se exponían
las alternativas que se apreciaban como posibles en aquellos
momentos:
"Opción A–Tomar medidas políticas, ejercer presiones y hacer
una advertencia; de no ser satisfactoria la respuesta, realizar un
ataque militar.
"Opción B–Efectuar un ataque militar sin que antes se haya hecho
una advertencia, ejercido alguna presión o tomado alguna medida;
conjuntamente con esta acción, se emitirían mensajes aclarando su
carácter limitado.
"Opción C–Tomar medidas políticas, ejercer presión y hacer una
advertencia a la vez que se establece un bloqueo naval y se invoca
la autoridad del Pacto de Río y, o bien se procede a una Declaración
de Guerra por parte del Congreso de Estados Unidos o se invoca la
Resolución Conjunta sobre Cuba aprobada en el 87 Periodo de Sesiones
del Congreso.
"Opción D–Invasión a gran escala para arrebatarle Cuba a Castro".
(4)
Se inició el debate y las opiniones se fueron polarizando a lo
largo de la jornada: mientras el exsecretario de Estado, Dean
Acheson, el director de la CIA John McCone, el general Taylor y el
secretario Dean Rusk estaban por la acción militar directa, tenemos
que Boleen y Thompson se pronunciaban por un acercamiento
diplomático con Jruschov y Castro antes de emprender una acción
militar; por su parte Martín, Robert Kennedy y McNamara favorecían
el bloqueo como primer paso en una campaña de presión. Los demás
integrantes del Comité se mostraban vacilantes entre estas
tendencias predominantes.
Poco a poco fue ganando adeptos la variante del bloqueo para
prohibir la introducción de más armas ofensivas, los partidarios de
la cual argumentaban que la presencia de los cohetes soviéticos en
Cuba no tenía gran importancia militar, pues cada superpotencia era
capaz de devastar con armas nucleares a la otra, aún sin las armas
que se habían introducido en la Isla. Además, McNamara planteaba que
el bombardeo a las instalaciones coheteriles causaría la muerte de
muchos especialistas soviéticos, lo que provocaría medidas de
respuesta de Moscú. En este caso, los Estados Unidos podrían perder
el control del estado de cosas, por lo que la escalada del conflicto
conduciría probablemente a la guerra; también se consideraba el
argumento del día anterior de que no todos los cohetes serían
destruidos en el bombardeo y que se lanzarían inmediatamente los que
quedaran indemnes contra ciudades de los Estados Unidos, causando
millones de víctimas.
Los que estaban en contra del bloqueo afirmaban que este por sí
solo no destruiría los cohetes ni obligaría a detener los trabajos
para su instalación en las posiciones de lanzamiento; además,
reteniendo los barcos soviéticos de todos modos entrarían en un
conflicto de imprevisibles consecuencias con la URSS, al tiempo que
era necesario concentrar todos los esfuerzos contra Cuba, no contra
la Unión Soviética. También expresaban que establecer el bloqueo era
darle el pretexto a los rusos para hacer lo mismo en Berlín, lo que
no entraba en modo alguno en los planes de la OTAN.
Los partidarios de esta medida, por su parte, argumentaban que su
ventaja radicaba en el empleo flexible de la fuerza y la diplomacia,
dejando posibilidades para adoptar decisiones ulteriores en la
medida en que se desarrollaran los acontecimientos, es decir, el
bloqueo era una medida de presión limitada, pero susceptible de ser
aumentada si las circunstancias lo aconsejaban. Además, y esto era
lo más importante, les permitiría seguir controlando el desarrollo
de los acontecimientos. Estos planteaban que después de asestado el
golpe aéreo no quedarían vías para el repliegue, pues si los
soviéticos no hacían concesiones el paso siguiente debía ser la
invasión de la Isla. Entonces la escalada de las acciones sería
inevitable.
¡¿Y QUÉ SUCEDERÍA SI...?!
Los partidarios de la línea dura, llamados "halcones" con
frecuencia, consideraban que los Estados Unidos tenían una ventaja
militar incuestionable en fuerzas convencionales en el Caribe y, lo
que era más importante, también la tenían en la capacidad nuclear
estratégica, por lo que Jruschov tendría que ceder en algún momento.
Estos se inclinaban por forzar la situación asestando el golpe aéreo
amplio.
Sus oponentes entendían que cualquier uso de la fuerza podía
provocar una escalada incontenible de acciones y reacciones, hasta
que una parte o la otra se sintiera en la necesidad de emplear armas
nucleares. Una vez transpuesto el umbral de la violencia nadie
podría predecir el resultado final, pero lo más probable era que
ocasionara la devastación de ambos países. Para este grupo, el
equilibrio nuclear estratégico no era cuestión de la cantidad de
armas que se tuviera, ni de la capacidad de una parte para atacar y
desarmar a la otra, ni de la cantidad y los tipos de armas
necesarias para poder responder si le asestaban el primer golpe. En
su opinión, cada una de las superpotencias ya tenía armas más que
suficientes para destruirse entre sí, por lo que esas armas solo
servían en la práctica de freno al uso de las mismas.
La superioridad nuclear de los Estados Unidos no era de tal
magnitud como para que pudiera traducirse en algo utilizable para
obtener objetivos políticos, porque desde antes del emplazamiento de
los cohetes en Cuba, ya los soviéticos tenían suficiente poderío
nuclear estratégico como para que los norteamericanos tuvieran que
enfrentarse a la perspectiva de que les ocasionarían un daño
irreparable si utilizaban sus armas de algún modo contra ellos.
Aquel día ya había acuerdo general en que los cohetes en Cuba no
cambiaban significativamente el equilibrio del poder; no obstante,
resultaba inaceptable por completo la presencia de las armas
soviéticas a noventa millas de las costas de los Estados Unidos.
Ahora bien, si los norteamericanos se hubieran decidido a invadir
la Isla los riesgos de una escalada nuclear no eran simplemente
teóricos, como consecuencia de la existencia de una cantidad
sustancial de armas nucleares tácticas allí, circunstancia que
desconocían los estadounidenses. Aunque supusiéramos que esas armas
podrían ser destruidas durante los repetidos ataques aéreos que se
producirían al inicio de las hostilidades, siempre existiría una
probabilidad grande de que algunas de ellas sobrevivieran y fueran
lanzadas contra las tropas norteamericanas que hubieran desembarcado
o que estuvieran próximas a hacerlo. Entonces hubieran surgido dos
variantes fundamentales posibles:
a) los Estados Unidos hubieran decidido que el daño ocasionado
por las armas nucleares tácticas era aceptable, que la probabilidad
de otros ataques similares era escasa o nula y que las operaciones
debían continuar siendo convencionales, en lugar de arriesgarse a
una escalada nuclear innecesaria;
b) los Estados Unidos pudieran tomar ese ataque como excusa para
efectuar una escalada local nuclear con el fin de terminar
rápidamente las operaciones en Cuba; esto hubiera terminado con un
riesgo muy grande de escalada hacia la guerra nuclear mundial. De
cualquier modo, en un conflicto nuclear limitado solamente a Cuba es
probable que los norteamericanos pudieran alcanzar una victoria
pírrica, a un precio muy alto en vidas, técnica y armamento. Sin
embargo, en este caso la historia ulterior habría sido mucho más
peligrosa, pues tras haberse empleado por primera vez en combate
entre las dos grandes potencias, un nuevo uso del arma nuclear
podría haber resultado más fácil. (Continuará)
(*) Teniente coronel (r) y fundador de las Tropas
Coheteriles
1 Gribkov, Anatoli y Smith, William: Operación
ANADIR. Generales estadounidenses y soviéticos... Ob. Cit.
2 Operación Estratégica "Anadir" ¿Cómo fue?... Ob. Cit.
3 Relaciones Exteriores de los Estados Unidos 1961-1963. Volumen XI...
Ob. Cit. Documento 25.
4 Review of Agreed and Premises in the Cuban Situation, Possible
Courses of Actions, and Unanswered
Questions. National SecurityArchive. 17 de octubre de 1962. Estados
Unidos. Documento 00649.
Entregas anteriores:
·
Octubre de 1962: la
mayor crisis de la era nuclear (XIV): La histeria se desencadena
·
Octubre de 1962: la mayor crisis de la era nuclear (XIII): La clave
que nunca se usó: “Al Director: la cosecha de caña de azúcar marcha
con éxito”
·
Octubre de 1962: la mayor crisis de la era nuclear (XII): Nunca
rendiremos cuentas de nuestra soberanía
·
Octubre de 1962: la mayor crisis de la era nuclear (XI): Si Jruschov
hubiera escuchado los planteamientos que le hicimos no ocurre la
crisis
·
Octubre de 1962: la mayor crisis de la era nuclear (X): Si Jruschov
hubiera escuchado los planteamientos que le hicimos no ocurre la
crisis
·
Octubre de 1962: la mayor crisis de la era nuclear (IX): Si Jruschov
hubiera escuchado los planteamientos que le hicimos no ocurre la
crisis
·
Octubre de 1962: la mayor crisis de la era nuclear (VIII): Si
estamos haciendo una cosa absolutamente legal, absolutamente justa,
¿por qué ocultarlo?
·
Octubre de 1962: la mayor crisis de la era nuclear (VII): Ocupando
posiciones
·
Octubre de 1962: la mayor crisis de la era nuclear (VI): La
travesía, ¿en qué condiciones?
·
Octubre de 1962: la mayor crisis de la era nuclear (V): Una reunión
histórica y una decisión de última hora
·
Octubre de 1962: la mayor crisis de la era nuclear (IV): ¡Manos a la
obra!
·
Octubre de 1962: la mayor crisis de la era nuclear (III): Algunos
errores de apreciación
·
Octubre de 1962: la mayor crisis de la era nuclear (II): Nacimiento
y aprobación de la Operación “Anadir”
·
Octubre de 1962: la mayor crisis de la era nuclear (I): Surge una
idea audaz e inesperada |