Octubre de 1962: la mayor crisis de la era
nuclear (II) Nacimiento y
aprobación de la Operación “Anadir”
RUBÉN G. JIMÉNEZ GÓMEZ (*)
El 24 de mayo de 1962 se celebró en Moscú una sesión ampliada del
Consejo de Defensa de la URSS, en la que estuvieron presentes los
integrantes del Presidium del Comité Central del Partido, sus
secretarios y la dirección del Ministerio de Defensa. En la reunión
fue analizada la proposición para el traslado del arma nuclear a
Cuba.
Fidel
conversa con Anastas Mikoyan. A su lado, Armando Hart
Para el cumplimiento de la misión planteada se propuso asignar
las fuerzas siguientes: l) de las Tropas Coheteriles Estratégicas,
una división coheteril; 2) de las Tropas Terrestres, cuatro
regimientos de infantería motorizada; 3) de la Fuerza Aérea, dos
regimientos de cohetes alados tácticos, un regimiento de
helicópteros y una escuadrilla independiente de bombarderos ligeros;
4) de las Tropas de la Defensa Antiaérea, dos divisiones coheteriles
antiaéreas, dos batallones radiotécnicos y un regimiento de aviación
de caza; 5) de la Marina de Guerra, una escuadra integrada por dos
cruceros, cuatro destructores y once submarinos, una brigada de
lanchas coheteras, un regimiento coheteril de defensa costera y un
regimiento de aviación equipado con minas y torpedos.
La Agrupación de Tropas Soviéticas (ATS) también contaría con una
serie de unidades de aseguramiento combativo, entre las que se
pueden citar un regimiento de comunicaciones, dos batallones de
tanques independientes, un batallón de zapadores, uno de
reconocimiento, uno de radio, otro de microondas y un grupo
independiente de artillería antiaérea de 100 mm. Además de estas
unidades, la Agrupación tendría un escuadrón de aviones de
transporte, dos bases flotantes para los submarinos, dos barcos de
carga, dos tanqueros y dos barcos talleres para las unidades
navales.
La cantidad total de efectivos de la Agrupación sería de
alrededor de 53 mil hombres y para su traslado se requeriría de no
menos de 80 barcos del Ministerio de Marina Mercante de la URSS. El
movimiento de las tropas y el armamento se efectuaría desde mediados
de julio hasta principios de noviembre, cuando se haría pública su
presencia en Cuba.
Se propuso que todas las medidas relacionadas con la actividad se
realizaran bajo la denominación convencional de Operación "Anadir".
Esto se hacía con fines de encubrimiento, pues el río Anadir vertía
sus aguas, o sus hielos, en el estrecho de Bering y se quería
utilizar la leyenda de que todos los movimientos de tropas que se
producirían formaban parte de un entrenamiento estratégico con el
traslado de tropas y armamento hacia la región del norte lejano del
país. También se proponía que para reforzar la leyenda se cargaran
en los barcos partidas de esquies, ropa de abrigo especial, trineos,
estufas, botas de fieltro y otros objetos característicos para
emplear en un clima muy frío.
Inicialmente Jruschov presentó sus consideraciones; a
continuación el mariscal Malinovski dio lectura a la nota con las
proposiciones y después se pasó al debate, en el que intervinieron
muchos de los presentes, incluyendo a Mikoyan que planteó sus
argumentos acerca de que aquel era un paso muy peligroso y que
resultaría casi imposible que el traslado y emplazamiento de los
proyectiles nucleares en Cuba se pudiera efectuar en secreto.
Se consideró que el traslado de los cohetes a Cuba era una acción
en defensa de un aliado y de una posición avanzada en peligro,
interpretándose que las frecuentes amenazas a la Isla eran una
prueba de que Kennedy se proponía aprovechar la ventaja nuclear de
su país para que Moscú se viera obligada a abandonar a Cuba, por lo
que la ejecución de la Operación sería para defender las conquistas
de la Revolución Cubana, pero también la reafirmación de la
credibilidad de la URSS como superpotencia, ya que de otra forma
Cuba se perdería y eso afectaría el prestigio del país. Si los
estadounidenses hubieran desembarcado en aquellos momentos en la
Isla, la Unión Soviética se hubiera visto precisada a comenzar la
guerra o a resignarse con la derrota. No se podía iniciar una guerra
tan devastadora, pero tampoco se podían resignar con la derrota,
pues ¿cómo hubiera reaccionado el campo socialista si los
norteamericanos ocupaban a uno de sus integrantes?, ¿comprenderían
la pasividad de la URSS en ese caso? Había que encontrar una
variante que impidiera la agresión a Cuba y no desencadenara una
guerra, y esa variante podría ser el traslado de los cohetes. Había
que tener en cuenta que la fuerza militar solo se podía frenar con
la fuerza militar.
Además, existía el antecedente de que la URSS nunca había
emplazado armas nucleares en otros países en el pasado, pero en
aquellos momentos los presentes tenían en cuenta que su nación
estaba rodeada de bases militares y que había cohetes
norteamericanos de alcance medio en Europa que apuntaban contra su
territorio, por lo que la aparición de cohetes soviéticos similares
en Cuba no era más que una medida necesaria para equilibrar el nivel
de riesgo nuclear de ambas partes, además de que contribuiría a
compensar en algo el atraso que tenían en este tipo de armamentos
con respecto a los norteamericanos. Por otro lado, siempre estaba
presente la pregunta: ¿por qué los Estados Unidos podían tener sus
cohetes en Europa y la Unión Soviética no podía tenerlos en Cuba?
En definitiva, la proposición fue debatida y analizada desde
distintos puntos de vista, hasta que llegaron a la conclusión de que
era conveniente instalar los cohetes nucleares en la Isla,
haciéndolo en secreto y colocando a Estados Unidos ante el hecho
consumado. Con esto, además de proteger a la Revolución Cubana, la
URSS ganaría prestigio en el contexto de la rivalidad mundial entre
las superpotencias, demostrando que podía extender su poderío para
proteger a un amigo distante.
Como consecuencia de las medidas extremas de secreto adoptadas,
todos los documentos se confeccionaban a mano y en un solo ejemplar;
incluso había sido elaborada así la nota con la proposición que
acababan de debatir. Como constancia de la decisión tomada en
aquella reunión, se conservó un documento muy escueto, elaborado a
mano por el secretario del Consejo de Defensa en el reverso de la
propia nota de la proposición, en el que se decía que la Operación "Anadir"
había sido aprobada por unanimidad, que el documento se conservara
en el Ministerio de Defensa de la URSS y se ratificara después de
recibir la aprobación de Fidel Castro, por lo que se enviaría una
comisión a Cuba para efectuar conversaciones. A continuación
aparecían las firmas de todos los integrantes del Presidium (1).
LA VISITA A CUBA
La comisión estaba presidida por Sharaf Rashidov, miembro
suplente del Comité Central y primer secretario del Partido
Comunista en Uzbekistán, e integrada además por el mariscal Serguei
Biriuzov, jefe de las Tropas Coheteriles Estratégicas, y Alexander
Alexeiev. Al decir de Alexeiev, todos estaban convencidos de que
Fidel no daría su consentimiento. También fueron incluidos en la
comisión los generales Ushakov y Agueiev y otros especialistas, los
que llevaban la misión de hacer un rápido reconocimiento preliminar
de los puertos de descarga, los aeródromos para la aviación y las
regiones previstas para el emplazamiento de los cohetes.
De esta forma, tenemos que la decisión preliminar estaba tomada.
Las Fuerzas Armadas de la Unión Soviética, y las de Rusia en general
en toda su historia, nunca habían ejecutado una operación como
aquella; hasta el momento se habían trasladado grandes contingentes
de tropas solamente por tierra, en esto tenían mucha experiencia,
pero en esa ocasión tendrían que llevar una agrupación de más de 50
mil efectivos allende el océano, a la distancia de diez mil
kilómetros, en secreto y a un ritmo vertiginoso.
Como vimos anteriormente, en el calendario aprobado en marzo para
la ejecución de la Operación "Mangosta", estaba previsto que en
octubre de 1962 se produciría la revuelta generalizada del "sufrido
pueblo de Cuba", y la intervención decisiva de los Estados Unidos en
cualquiera de las variantes previstas para posibilitar el
derrocamiento del régimen de Castro; esto significaba que ya desde
esa época, cuando aún no había cohetes soviéticos en Cuba y ni
siquiera se había hecho tal propuesta, estaba decidido que en
octubre de ese año estallaría una crisis de dimensiones
extraordinarias en el Caribe... Solo que los planificadores de la
CIA y el Pentágono no podían ser capaces de imaginar cuáles serían
verdaderamente las características que tendría dicha crisis. Surge
en estas condiciones la pregunta: ¿quién fue el culpable de los
hechos dramáticos que se desarrollaron en el Caribe varios meses
después, el que preparó en secreto el ataque a Cuba o aquel que
organizó en secreto su defensa? La respuesta solo puede ser una: si
no se hubiera producido la amenaza, no habría sido necesaria la
defensa.
El 26 de mayo el mariscal Malinovski ratificó la relación de las
personas que se autorizaban para el trabajo en el plan de la
Operación "Anadir". Aunque en el Estado Mayor General sobraban
tareas para una veintena de oficiales solo autorizaron a cinco
personas: el coronel general Ivanov, los generales Gribkov, Povali y
Eliseiev y el coronel Kotov.
El 29 de mayo llegó a La Habana una delegación de alto nivel,
presidida por Sharaf Rashidov e integrada por especialistas en
hidrotécnica fundamentalmente, los que brindarían su colaboración
para resolver los problemas de hidráulica existentes en la
agricultura cubana, agravados por la sequía que afectaba al país,
según publicó el periódico Revolución. Uno de los integrantes de la
delegación era el ingeniero Petrov, más conocido en su casa como
Seriozha (diminutivo cariñoso de Serguei) Biriuzov, mariscal de la
Unión Soviética y jefe de las Tropas Coheteriles Estratégicas, quien
viajó con ese seudónimo para no llamar la atención de los servicios
secretos extranjeros.
Ese mismo día Alexeiev contactó con el Comandante Raúl Castro y
por la noche la delegación se encontró con el Primer Ministro,
Comandante en Jefe Fidel Castro. Este ha contado en más de una
ocasión que durante la entrevista le preguntaron qué él creía que
sería necesario para evitar una invasión de los Estados Unidos; la
respuesta fue que la mejor forma sería si los Estados Unidos
supieran que una invasión a Cuba significaría la guerra con la Unión
Soviética. Entonces plantearon que eso no podía garantizarse con
palabras o promesas, que solo podía lograrse con un hecho muy
demostrativo de la decisión de los soviéticos y que ese hecho solo
podía ser el emplazamiento de sus proyectiles nucleares en la Isla.
El Comandante Fidel Castro ha expresado que en ese momento entendió
que ellos estaban interesados en instalar los proyectiles, pues eso
habría significado un cambio en la correlación de fuerzas y una
mejoría en la posición militar de la Unión Soviética y de todo el
campo socialista. El dirigente cubano hizo algunas preguntas y
planteó que necesitaba reunir a la Dirección del país para informar
y tomar una decisión.
La reunión fue organizada rápidamente: "A mí, personalmente,
no me gustaba la presencia de esa base militar soviética en Cuba,
por una razón de imagen de Cuba, de imagen de la Revolución Cubana.
Pero no lo analizamos como una cuestión de gusto o no, sino desde el
punto de vista ético y moral. Vimos aquello desde otro ángulo: si
deseamos que los soviéticos nos apoyen en caso de una agresión,
sería inmoral oponernos a la presencia de esas armas en nuestro
país, puesto que esas armas fortalecen también a la Unión Soviética.
Ese fue el argumento que analizamos en la Dirección de nuestro
Gobierno y de nuestro Partido, el argumento moral, y que constituía
un deber. Por eso dimos una respuesta positiva"(2).
Al día siguiente, 30 de mayo, se efectuó el segundo encuentro, en
el que el líder cubano planteó: "Si hacen falta esos proyectiles
aquí para fortalecer las defensas de la Unión Soviética y del campo
socialista, y, además, sirven para prevenir una agresión militar
directa por parte de Estados Unidos contra Cuba, se pueden instalar
en nuestro país los proyectiles que sean necesarios. Todos los
proyectiles que sean necesarios" (3).
Ahora bien, surge la pregunta siguiente: ¿había necesidad de
llevar los cohetes nucleares a Cuba?, es decir, ¿existía otra
alternativa que no fuera la seleccionada? Sobre esto se continúa
discutiendo en la actualidad y se han vertido múltiples criterios,
por lo que el autor también quiere exponer el suyo. Alguien ha
planteado que está convencido de que no había que llevar los cohetes
a la Isla, que los dirigentes de los Estados Unidos, la URSS y Cuba
se debieron sentar a la mesa de negociaciones con el Secretario
General de la ONU, para solucionar las cuestiones en disputa. Esto
se dice fácil, pero era algo difícil instrumentarlo. El problema
hubiera radicado en llevar a los dirigentes de los Estados Unidos a
esa reunión.
También se dice que se podría haber firmado un acuerdo militar y
que los soviéticos plantearan que una agresión a Cuba equivalía a
una agresión a la URSS. Aunque se dijera lo que se dijera,
difícilmente los norteamericanos se hubieran detenido solo ante
papeles y palabras, pues estaban convencidos de que podrían liquidar
el problema rápidamente y presentar al mundo un hecho consumado, y
de que ni la Unión Soviética ni nadie comenzaría una guerra cuando
ya no hubiera objetivo que defender, solo porque un acuerdo
estuviera escrito en un papel, máxime sabiendo que tenían una gran
desventaja en el balance de los armamentos nucleares.
El problema era que los dirigentes norteamericanos se sentían tan
humillados después de la derrota de Girón, estaban tan comprometidos
con la campaña contra Cuba en que se habían embarcado por
despreciarla, por considerar inaceptables sus actos soberanos en el
feudo de su traspatio más seguro, y se encontraban tan convencidos
de que podrían solucionar con facilidad el problema empleando toda
su fuerza, que sería virtualmente imposible desviarlos del camino
trazado, a no ser de una forma que hiciera evidente la confrontación
directa con la URSS, o lo que era más importante, el temor a que
algunos de los cohetes que se emplazaran en la Isla pudieran ser
lanzados sin autorización contra los Estados Unidos en caso de un
ataque, con el resultado de centenares de miles o millones de
víctimas y grandes destrucciones en su país.
Adelantándonos un poco a los acontecimientos, diremos que durante
la crisis que se desencadenó meses más tarde, una parte de los
dirigentes norteamericanos estaba por el ataque, afrontando todos
los riesgos, pues consideraban que ni en la situación que se creó la
URSS iría a una guerra por Cuba. Tal vez la única otra forma
efectiva de impedir la agresión hubiera sido equipar a las Fuerzas
Armadas cubanas con armas nucleares tácticas, que no amenazarían el
territorio de los Estados Unidos y harían impagable el costo en
bajas de una invasión con tropas estadounidenses.
En lugar de la necesidad de disuadir a los Estados Unidos para
que no interviniera en Cuba, muchos historiadores plantean con
insistencia otras dos causas principales para que los soviéticos
tomaran la decisión de emplazar sus cohetes en la Isla: 1) dar una
respuesta al despliegue de armas nucleares norteamericanas en
Europa, haciendo uso del "igual derecho" a desplegar las suyas en
territorio adyacente a los Estados Unidos y 2) la necesidad de
compensar el enorme desbalance que entonces favorecía a los Estados
Unidos en el número de armas nucleares y de los medios para su
traslado.
El primero de estos planteamientos constituía una aspiración
justa de la URSS, difícil de rebatir a la luz del principio de la
igualdad de derechos de las naciones recogido en la Carta de la ONU,
y ponía a los Estados Unidos en situación de "igual peligro", aunque
no parece justificar por sí solo la decisión de llevar los cohetes a
Cuba, con los riesgos que dicha acción entrañaba; claro, que si ese
efecto se producía por carambola, como un resultado colateral de la
decisión de enviarlos para defender a la Revolución Cubana, sería
bienvenido. El segundo planteamiento es esgrimido por muchos como la
razón verdadera oculta de la acción emprendida; este tiene que ver
con algo llamado correlación de fuerzas y requiere un análisis más
detallado.
LA APROBACIÓN DEFINITIVA
El 4 de junio de 1962 el Ministro de Defensa de la URSS ratificó
el plan calendario para la preparación de la Operación "Anadir", el
que contenía decenas de medidas de carácter organizativo, entre
ellas las indicaciones generales para la formación, completamiento y
preparación de las unidades participantes, la organización del
embarque y, sobre todo, el aseguramiento para mantener el carácter
secreto del traslado de las tropas, así como el plan de
enmascaramiento operativo elaborado con representantes del Comité de
Seguridad del Estado (KGB, siglas en ruso) y del Ministerio de
Relaciones Exteriores. En el cumplimiento del plan participaron
muchos ministerios y departamentos, incluyendo al Consejo de
Ministros de la URSS, los estados mayores de los Tipos de Fuerzas
Armadas, así como las direcciones principales y centrales del
Ministerio de Defensa y el Estado Mayor General. El jefe del EMG,
mariscal Matvei Zajarov, y el grupo operativo compuesto por los
generales Ivanov, Povali, Gribkov y Eliseiev y el coronel Kotov,
fueron responsabilizados por el control del cumplimiento del plan.
Hay que decir que los especialistas que integraban la delegación
soviética presidida por Rashidov, que visitó a Cuba para
entrevistarse con Fidel Castro, no contaron con el tiempo necesario
para realizar el reconocimiento detallado de la región que había
sido seleccionada por los mapas desde Moscú para el emplazamiento de
la división coheteril, lo que posteriormente incidió en forma
negativa en la determinación de las posiciones concretas de las
unidades y en la ejecución de los trabajos de ingeniería que
resultarían necesarios para preparar los emplazamientos y efectuar
su enmascaramiento.
Cuando la delegación militar regresó de Cuba con la aprobación
del Comandante Fidel Castro, fue organizada rápidamente una nueva
reunión del Presidium del Comité Central. Esta se efectuó en la
mañana del 10 de junio de 1962. En la reunión estuvieron presentes
todos los miembros efectivos y los candidatos a miembro del
Presidium, además de los integrantes del Consejo de Defensa.
Rashidov y el mariscal Biriuzov informaron sobre los resultados de
su trabajo, manifestando que en Cuba se podrían emplazar fácilmente
y en secreto los cohetes, ya que allí... ¡había muchos palmares!
Conclusión asombrosa por su incultura militar, en opinión del
general Anatoli Gribkov, que fue aceptada sin chistar por todos los
presentes. La cuestión consiste en que, mirando las cosas con
demasiada benevolencia, se podría aceptar que un cohete pudiera
confundirse con una palma, pues sus formas eran parecidas, aunque
los primeros resultaban mucho más gruesos y algo más altos que la
mayoría de las palmas. Sin embargo, el problema radicaba en que los
cohetes solo se colocan en posición vertical cuando van a ser
lanzados o durante los entrenamientos, permaneciendo la mayoría
absoluta del tiempo en posición horizontal, y no es fácil enmascarar
sus voluminosos cuerpos cilíndricos de más de veinte metros de
largo.
Además, por si esto fuera poco, los cohetes no están solos en las
posiciones de lanzamiento, es más, constituyen la mínima parte de
toda la parafernalia que los acompaña, integrada por los equipos que
los colocan en posición vertical para el lanzamiento, la propia
posición de fuego con su plataforma de concreto, los equipos
necesarios para abastecerlos con los componentes del combustible
coheteril, el refugio reforzado donde se conservan las cabezas de
combate nucleares, diversos medios de transporte, las obras
ingenieras para la protección del personal y el campamento para el
mismo, los medios de generación eléctrica y el humo que despiden sus
motores, los caminos de acceso al emplazamiento y los interiores,
con los movimientos de tierra necesarios, la red de cables
eléctricos imprescindibles para el funcionamiento de los equipos,
etcétera. Y las características del paisaje y la vegetación
existentes en la Isla no eran precisamente las mejores para lograr
un buen enmascaramiento, como se demostraría meses después, cuando
ya sería demasiado tarde, pues no se habían previsto los medios
artificiales que hubieran sido necesarios para lograr que los
emplazamientos fueran invisibles desde el aire, cosa demasiado
difícil si no imposible de conseguir en las condiciones de Cuba.
El mariscal Biriuzov manifestó además que había regresado del
viaje con la impresión de que los dirigentes de Cuba se consideraban
mucho más como benefactores de la Unión Soviética y de su causa que
como sus protegidos; era como si Cuba ayudara a la Unión Soviética
para que esta alcanzara sus propios objetivos y no al revés.
A continuación se efectuó un breve debate y el mariscal
Malinovski dio lectura a la nota con la proposición. Fue sometida a
votación y se aprobó por unanimidad. En el acta manuscrita que se
confeccionó aparecían en primer lugar las firmas de Nikita Jruschov
y Alexei Kosiguin, seguidas por las restantes. Estaba confirmada
definitivamente la proposición aprobada de forma preliminar el 24 de
mayo: enviar a Cuba un contingente con cohetes nucleares de alcance
medio e intermedio para garantizar la defensa de la Isla,
disuadiendo al posible agresor.
(Continuará)
(*) Teniente coronel (R) y fundador de las Tropas Coheteriles
1 Al borde del abismo nuclear. Colectivo de autores. Editora
Gregori-Peidzh. Moscú, Federación de Rusia, 1998, p. 52.
2 Shriver, María; Misiles en el Caribe, entrevista a Fidel
Castro. Editora Política. La Habana, Cuba, 1993, p. 9 y 10.
3 Idem.
4 Al borde del abismo... Ob. Cit. p. 149. |