Las primeras cubanas medallistas olímpicas

Autor: Oscar Sánchez Serra, enviado especial 17 de junio de 2021 00:06:10


Primera medalla de las mujeres cubanas en Juegos Olímpicos. México-1968, relevo 4 x 100 metros planos, medalla de plata. De izquierda a derecha: Fulgencia Romay, Marlene Elejalde, Violeta Quesada y Miguelina Cobián

Cuatro morenas se catapultaron, para asombro del mundo, hasta el estrado de premiaciones con sus preseas de plata en el relevo 4x100 del atletismo. Violeta Quesada, Miguelina Cobián, Marlene Elejalde y Fulgencia Romay fueron las primeras laureadas de Cuba en Juegos Olímpicos. Ellas abrieron el camino de una historia que hoy se escribe con 13 títulos áureos, 17 plateados y 21 de bronce. Es de tal magnitud esa obra, que solo dos países de América Latina, Brasil y Argentina, con delegaciones completas, sobrepasan la cantidad de trofeos dorados de las mujeres cubanas.

Sus compañeros Hermes Ramírez, Juan Morales, Pablo Montes y Enrique Figuerola, alcanzaron igual pergamino y lo mismo hicieron los boxeadores Enrique Reguiferos y Rolando Garbey.

Esa gesta, en México-1968, irradiaría a la de Munich-1972, en la cual Orlando Martínez, tras 68 años, después que Ramón Fonst ganara en San Luis-1904, puso a Cuba en lo más alto del podio en los 54 kilogramos del boxeo, éxito que igualarían Emilio Correa (67) y Teófilo Stevenson (+ 81). Marlene Elejalde y Fulgencia Romay se unieron a Carmen Valdés y Silvia Chibas para el tercer lugar del relevo, y esta última se colgó la única presea de una velocista cubana, hasta hoy, con el bronce en el hectómetro. Histórico e irrepetible resultó el tercer puesto del baloncesto masculino.

Esos premios, más los de los púgiles Gilberto Carrillo, (plata en 81), y Douglas Rodríguez (bronce en 51), le dieron a Cuba su primera presencia entre las 20 primeras naciones, al finalizar en el escaño 14.

Los XIX Juegos de México-1968 fueron los primeros de Hispanoamérica; vieron al primer ser humano bajar de diez segundos en los cien metros, cuando el estadounidense James Hines paró el reloj en 9,95, y la única mujer, Enriqueta Basilio, que ha encendido el pebetero. Bob Beamon, de EE. UU., plantó un sideral récord mundial (8,90 en salto largo), que duró 22 años, pero sigue como mejor marca olímpica. Dick Fosbury revolucionó el salto de altura al pasar la varilla de espalda, y desde entonces se usa el estilo Fobsury flop.

Tommie Smith y John Carlos, oro y bronce en 200 metros, levantaron sus puños negros enguantados contra el racismo, con la solidaridad del medallista de plata, el australiano Peter Norman. El comentarista deportivo Daniel Riobóo Buezo cuenta que habían planeado subir con sus dos manos enguantadas, pero Carlos olvidó sus guantes, y fue idea de Norman que Smith le diera uno de los suyos. A los negros los expulsaron de los Juegos y a Norman lo excluyeron de los siguientes, a pesar de clasificarse. Marginado, cayó en el alcoholismo, y falleció en 2006, cuando los tres volvieron a reunirse, en una lección de humanidad: quienes cargaron el féretro del subcampeón olímpico fueron Smith y Carlos.

La nación sede lloró a más de 300 líderes estudiantiles y civiles, víctimas de la masacre de Tlatelolco, diez días antes de que se encendiera la pira olímpica, en unos Juegos que el propio presidente mexicano de entonces, Gustavo Díaz Ordaz, llamó la olimpiada de la Paz, desconociendo a las ultimadas almas, que encontraron el fin de sus días en las armas asesinas que, para más infamia, portaron un batallón de nombre Olimpia.

También Munich-1972 se ensombreció, pues el conflicto israelo-palestino se apoderó de la justa de Munich-1972, ocasionando la muerte de 11 personas, cuando la organización Septiembre Negro, lamentable, atacó la villa olímpica para exigir la liberación de más de 250 palestinos presos

El nadador estadounidense Mark Spitz fue la gran figura de los XX Juegos, con siete medallas de oro y la gimnasta soviética Olga Korbut la reina de la lid. La gran novedad es que Waldi, un perro salchicha, fue la primera mascota en la historia de los Juegos.

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