El III Taller de Pensamiento Cultural Latinoamericano Descolonizador, durante la XXXI Fiesta de la Cubanía, centró su lupa en «El lápiz rojo. Prensa, censura e identidad cubana (1878-1895)», de Alain Basail Rodríguez, situando en el debate central una paradoja transformadora: la descolonización del futuro exige el desmontaje crítico del pasado. En este cruce fundamental, la obra trascendió su condición de estudio histórico para erigirse en un instrumento vivo de liberación intelectual, desafiando las narrativas heredadas y ofreciendo claves para imaginar una cultura verdaderamente soberana.
Esta obra nos desafía a entender que la censura nunca fue solo tachadura y prohibición, sino un sofisticado dispositivo que moldeó conocimientos, comportamientos y hasta la psiquis colectiva cubana.
Pero su verdadera potencia descolonizadora radica en revelar cómo, paradójicamente, ese mismo mecanismo de control terminó catalizando la formación de una identidad disidente, demostrando que el poder colonial, al intentar suprimir voces, inadvertidamente estimuló el ingenio criollo para «decir las cosas de la mejor manera".
A juicio de los panelistas «El lápiz rojo» es una caja de herramientas conceptuales para descifrar no solo los archivos del siglo XIX, sino también los algoritmos del siglo XXI; como un espejo que refleja cómo se construyeron—y cómo podrían deconstruirse—los consensos culturales hegemónicos.
Para el Doctor en Ciencias Miguel Lisbona Guillén, esta es una obra fundamental para entender las complejidades de la historia cubana y el papel de la prensa en la construcción de la identidad nacional. El autor reflexiona cómo la censura, aunque bien intencionada, ha sido una constante en la relación entre el Estado y la prensa, creando paradojas que estimulan el disenso social.
«Esta obra permite explorar no solo los intereses políticos detrás de la censura, sino también cómo la prensa emergente en Cuba se convirtió en un vehículo para la modernización y la expresión de diversas subjetividades, a pesar de las restricciones impuestas por el régimen colonial.
«Además, se enfatiza la construcción de una comunidad nacional cubana a través de la prensa, la cual ayudó a crear una conciencia colectiva y a socializar mitologías que fortalecieron la identidad nacional», subrayó Lisbone Guillén.
El libro también plantea la influencia del transnacionalismo y las corrientes ideológicas que llegaron a Cuba, reflejando un proceso de modernización y la búsqueda de una voz propia en el contexto global. En este sentido, «El Lápiz Rojo” no solo ofrece un análisis histórico, sino que también invita a repensar la relación entre la prensa, la identidad y el discurso político en la Cuba de su tiempo.
A juicio de la Doctora en Ciencias Yoana Hernández Sánchez, representada en el coloquio por su homólogo el Doctor en Ciencias Maximiliano Trujillo, «El Lápiz Rojo» expone un análisis profundo sobre la censura en Cuba, especialmente en el contexto de la prensa a finales del siglo XIX. Se enfatiza que la censura no solo actúa en espacios públicos, sino que también se infiltra en el ámbito religioso, afectando la diversidad de prácticas espirituales en la isla.
Hernández, cita a la prologuista, María del Pilar Díaz Castañón, quien subraya que la censura tiene la capacidad de moldear conocimientos y comportamientos, y que su presencia ha sido constante a lo largo de la historia cubana, incluso después de la independencia.
A través de este enfoque, «El Lápiz Rojo» se convierte en una herramienta valiosa para entender la complejidad de las relaciones entre el poder colonial y la sociedad cubana, así como las dinámicas de resistencia cultural.
Asimismo, se menciona que, a pesar de las normativas que prometían libertad religiosa tras el fin del dominio español, la realidad fue que la censura y la discriminación hacia religiones no cristianas persistieron. Las constituciones y leyes de diferentes épocas, aunque establecieron ciertos derechos, a menudo continuaron favoreciendo al catolicismo, dejando a otras manifestaciones religiosas en una situación de clandestinidad y marginación.
Este legado histórico de censura y discriminación ha dejado huellas en la psiquis colectiva y en las prácticas religiosas contemporáneas en Cuba, lo que sugiere que los efectos de la censura pueden perdurar más allá de su abolición formal, complicando la búsqueda de un verdadero ecumenismo y la plena expresión de la diversidad religiosa.
Para Alicia de la Caridad Martínez Tena, «El lápiz rojo» de Alain Basail Rodríguez es una obra fundamental y de extraordinaria vigencia en la sociología cubana, escrita por uno de los sociólogos más genuinos y brillantes de las últimas décadas en la isla. La obra se destaca por su riguroso andamiaje investigativo, evidenciado en sus cientos de notas y una extensa bibliografía que demuestra una capacidad excepcional para sintetizar y realizar un análisis hermenéutico.
«El autor construye un sistema conceptual sólido —con nociones como campo de fuerzas culturales, dispositivo de censura y autocensura— que permite analizar la censura no como un acto unilateral y represivo, sino como un proceso complejo, internalizado y negociado, moldeado por las relaciones de poder, los intereses económicos y las expectativas de los lectores.
«Desde una perspectiva metodológica, la obra merece elogios por su enfoque transdisciplinario, que integra historia, sociología de la cultura, análisis del discurso y comunicación, creando un paradigma analítico transferible para el estudio de la comunicación en contextos autoritarios», apuntó Martínez Tena.
Esta mirada permite entender la censura como un mecanismo de control cultural que, al intentar suprimir ideas, termina catalizando la formación de identidades disidentes e imaginarios nacionales alternativos.
El Doctor en Ciencias Félix Julio Alfonso López remarcó que la relevancia del libro perdura 20 años después, ya que su marco conceptual provee herramientas críticas para descifrar no solo los mecanismos históricos de control en la prensa plana del siglo XIX, sino también las formas modernas de censura en la era digital, los algoritmos y los debates contemporáneos sobre la memoria histórica y la construcción de la identidad nacional.
«Este texto se consolida como un pilar de la sociología cubana contemporánea, fruto de una escuela en renacimiento durante los años 90 que supo beber de la robusta tradición historiográfica nacional y de los estudios culturales. La obra trasciende su valor como estudio histórico para erigirse en una caja de herramientas conceptuales de sorprendente vigencia.
«Su sistema analítico —que introduce nociones como «campo de fuerzas culturales» y dispositivo de censura"— permite diseccionar el mecanismo de la censura no como una mera prohibición, sino como un proceso complejo, internalizado y negociado que moldea la producción simbólica. Esta profundidad teórica, respaldada por una meticulosa investigación transdisciplinaria, ofrece «pistas para entender el papel de la cultura en los procesos de transformación social», lo que, como el propio autor señala, constituye el mayor regalo que un texto puede otorgar a sus lectores», destacó.
A juicio de su autor, la perdurable relevancia de la obra se manifiesta en su capacidad para iluminar las formas modernas de control, desde la censura algorítmica hasta los debates actuales sobre la identidad nacional. Sin embargo, su legado más profundo quizás radique en su dimensión poética y ética. La obra no solo analiza, sino que ejemplifica cómo «usar el ingenio para decir las cosas de la mejor manera» se convierte en una estrategia cultural fundamental. Al cultivar esta "poética de las relaciones sociales».
«El lápiz rojo» se revela como una apuesta por un proyecto de futuro, planteando una deuda pendiente con la comprensión de un concepto —la censura— que, con nuevas vestimentas, sigue desafiando y definiendo los contornos de la identidad cubana.
Así, el estudio se mantiene como una brújula indispensable para descifrar los mecanismos a través de los cuales el poder, la cultura y la resistencia dialogan en la Cuba del siglo XXI.
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