ÓRGANO OFICIAL DEL COMITÉ CENTRAL DEL PARTIDO COMUNISTA DE CUBA

La mayoría duerme de noche. Otros, los menos, no. O se desvelan o trasnochan, o simplemente andan con los horarios invertidos por razones de vida. De un tiempo a esta parte, la Televisión Cubana parece tomarlos en cuenta, con dos canales abiertos a lo largo de la madrugada.

La lógica de esa programación pasa por la reposición de materiales transmitidos en la jornada anterior o en fechas recientes, como para que nadie se queje de perder la secuencia de la telenovela favorita, aunque no sea la mejor, o la película que no pudo ver en su día o el musical que le comentaron los amigos o el policial del domingo o la rocambolesca trama que urde de vez en cuando Reinaldo Taladrid en Pasaje a lo desconocido sobre los platillos voladores, matizada por la interminable controversia entre un ufólogo convencido y un astrónomo cartesiano.

Perfiles diferentes presentan en esos horarios Cubavisión y Multivisión, sin que por momentos dejen de entrecruzarse idénticos contenidos. Salvo la primera hora del lunes, en que Multivisión repone las tandas fílmicas dominicales de tan buena acogida por los televidentes, los restantes días la presencia documental es mayoritaria.

Se echa de menos, sin embargo, el balance de la diversidad temática de esos materiales. Hemos viajado por fortuna a lo largo y ancho de China y conocido prodigios de la ciencia, pero también abruma la tontería de algunos préstamos de Animal Planet y H & H, que por un día pasan pero noche tras noche pesan.

Entre las dietas improbables, los encuentros con criaturas peligrosas y los perros amaestrados a más de un telespectador les ha invadido el sueño.

La gran carencia en las opciones que se les presenta a los noctámbulos está en las noticias. Mientras se generaliza la televisión digital, habría que pensar en extender TeleSur.

Cuando amanece, irrumpe Tele Rebelde con Buenos días, mientras los más pequeños reciben dibujos animados por Multivisión. Lo verdaderamente sorprendente ocurre ahora por Cubavisión, que a las 7:00 a.m. transmite conciertos que antes no han ocupado la pequeña pantalla y posiblemente no la vuelvan a ocupar nuevamente.

¿Por qué tenemos que sepultar en una franja de tan escasa audiencia el último espectáculo de Los Papines o el aporte novedoso de un jazzista emergente?

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