ÓRGANO OFICIAL DEL COMITÉ CENTRAL DEL PARTIDO COMUNISTA DE CUBA
Foto: CUBARTE

Sencillamente hubo un antes y después de Paco de Lucía en la guitarra flamenca. Porque una cosa es armar con maestría los palos de esa ancestral expresión musical de los pueblos españoles y otra reinventarlos radicalmente sin que pierdan en lo más mínimo sus esencias, y contaminarlos con los jugos de las culturas populares de nuestra época.

Esa extraordinaria siembra es la que mitiga en parte el duelo que desde este miércoles guardan los cultivadores y admiradores del flamenco, de la guitarra, de la música, a lo largo y ancho del mundo, luego de conocer la repentina muerte de Francisco Sánchez Gómez, Paco, el hijo de Lucía, nacido en Algeciras en 1947.
Paco viajó a Cuba en dos ocasiones, la última en octubre pasado invitado por el maestro Leo Brouwer al Festival de Música de Cámara que el genial compositor cubano organiza cada año. Al anunciar días antes su presencia, Leo dijo: "Paco es dueño de todos los asombros, un caso único en la constelación universal de la guitarra". Paco, a su vez, en el teatro Karl Marx, compartió un deseo: volver con más tiempo, si acaso una temporada, para vivir una experiencia que consideraba esencial.
Del muchacho que se inició junto a su hermano Pepe en el grupo Los Chiquitos de Algeciras, al que tuvimos acá, creció una leyenda argumentada en hallazgos sorprendentes, como el encuentro en 1970 en el Palau de Barcelona con Camarón de la Isla y los diálogos sostenidos con el jazz y el rock mediante sus presentaciones y grabaciones con Chick Corea, Al DiMeola, John MacLaughlin, Larry Coryell y Pedro Iturralde.
Compuesta en 1973, su rumba Entre dos aguas le dio la vuelta al orbe y Woody Allen la recicló para la banda sonora de la película Vicky Cristina Barcelona. Grabó más de 30 discos y para muchos Viernes por la noche en San Francisco, de 1981, junto a DiMeola y McLaghlin, es un álbum de culto.
Todos los sonidos eran posibles en su guitarra.

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