Varios de los actuales integrantes de la OSN se beneficiaron directamente del magisterio de uno de los más encumbrados conductores orquestales de la segunda mitad del siglo XX, amigo entrañable de la Revolución cubana, durante sus estancias en la Isla, en tanto el propio Aldo recibió de Abbado estímulos para el desarrollo de la creación pianística. El inesperado deceso de Santiago Feliú impactó a los jóvenes músicos de la orquesta y al pianista, quienes lo reconocieron como uno de los juglares imprescindibles de nuestro tiempo.
Entre las cartas de triunfo de Abbado al frente de las Filarmónicas de Berlín y Viena y de la orquesta juvenil Gustav Mahler estuvo el repertorio beethoveniano, de ahí que la OSN y Pérez Mesa seleccionaran la Séptima sinfonía, paradigma de rigor en la construcción instrumental y de belleza temática.
López Gavilán, con la orquesta, interpretó dos obras suyas: Luciérnagas y Variaciones con tema, una breve y la otra de más dilatada exposición, pero ambas ilustrativas de un modo de hacer en la que más que el virtuosismo del solista importa la plasmación de estados de ánimo y la derivación hacia una zona de confluencia del jazz, el rock, las mejores esencias de la cultura pop y la más depurada especulación con timbres y ritmos.
Fuera de programa, el pianista sobrecogió al auditorio con una impecable ejecución de las piezas favoritas de Abbado, Reflejos en el agua, de Claude Debussy, y de su propia cosecha Campanero, disfrutada más de una vez por Feliú.












COMENTAR
Responder comentario