Muchos siglos atrás, luego de la tercera derrota de los invasores mongoles al imperio de Anam, un sabio anamita escribió: «El enemigo confía en el número (lo mucho), combatir al número con lo poco, tal es nuestro arte». Transcurridos centenares de años, invasores franceses ocuparon la tierra de los anamitas. Entonces lo poco serían las guerrillas haciéndoles frente a las tropas inmensas de Francia durante casi un siglo y luego a los cientos de miles de soldados estadounidenses con medios sofisticados y multiplicados: Uno tras otro fueron vencidos. Ese es un arte de la tierra de los anamitas. José Martí enseñó a los cubanos tempranamente que estos: «También y tanto como los más bravos, pelearon, y volverán a pelear, los pobres anamitas, los que viven de pescado y arroz y se visten de seda, allá lejos, en Asia, por la orilla del mar, debajo de China… ».
La Feria del Libro nos trae una muestra del floreciente Vietnam y su extraordinaria historia cultural, política y militar, a 60 años de las relaciones de Cuba con la Patria que fundó Ho Chi Minh, uno de sus más preclaros hijos, cuyo testamento cumplió su pueblo. No podía ser de otra manera en honor de quien, con los más diversos nombres, se cultivó hasta lo impensable y paralelamente organizó y luchó por su pueblo hasta morir a los 79 años.
El Diario de Dang Thuy Tram, obra publicada por primera vez en Cuba por la editorial Ciencias Sociales en 2010, podría ser un ejemplo de lo que significó para el pueblo vietnamita su muerte.
Dice la autora, médico de 27 años de edad, cuyo Diario llegó a manos de sus familiares 35 años después de ella morir combatiendo (sola) a 150 invasores para impedir que estos ocuparan el Hospital de campaña:
2 de septiembre de 1969
A las 12:47 a.m. el Tío Ho nos dejó para siempre. ¡Oh, Tío Ho! Juramos combatir para cumplir tu deseo, tu causa inacabada: liberar el Sur y obtener la independencia y la libertad para la Patria.
Sufrimos la más dolorosa partida. El Tío Ho falleció.
No lloro, pero siento que mi corazón derrama sangre con un dolor indescriptible… Tío Ho, mío, la nación vietnamita de todos los proletarios del mundo, usted nunca morirá y su nombre y su causa vivirán eternamente.
Antes de cumplirse un año de la partida física de Ho Chi Minh, la doctora Dang Thuy Tramp cayó en combate. Dos oficiales estadounidenses recogieron su Diario en el hospital al que ella les impedía llegar. Un traductor del ejército títere se lo leyó a ambos, quienes desde entonces, y durante 35 años, buscaron a la familia, hasta encontrarla, para que lo conocieran, porque los tres lo consideraban algo sublime.
Las obras literarias que Vietnam ha creado a lo largo de los años son extraordinarias. Por algo una de las premisas tras la proclamación de la República por Ho Chi Minh, fue crear y reclutar maestros; fundar escuelas para que todo el pueblo vietnamita supiera leer y escribir en medio de la guerra a la que tuvo que hacer frente: esta última, ya se sabe, contra el imperialismo norteamericano –que «hizo suyo al Sur»– hasta la «vergonzosa» derrota sufrida el 30 de abril de 1975, coronada con la huida descomunal de Saigón, de la cual conoció, y fue espectador en la televisión, el mundo entero. Ganaba lo poco contra lo mucho.
Aunque más de cinco millones de vietnamitas perecieron, estos les insuflaron fuerza al pueblo y reunificados Norte y Sur han logrado lo que quería el Tío Ho: un Vietnam cien veces más hermoso.
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