ÓRGANO OFICIAL DEL COMITÉ CENTRAL DEL PARTIDO COMUNISTA DE CUBA
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Salvo las tensiones típicas de la guerra, la vida en Hanói seguía su curso habitual en la segunda semana de aquel septiembre, sin que el ambiente de la urbe ofreciera indicios del acontecimiento que, a punto de suceder allí, abarrotaría de titulares a la prensa mundial.

De Argel, capital de Argelia, una vez concluida la IV Conferencia Cumbre del Movimiento de los No Alineados, la delegación de Vietnam encabezada por Nguyen Huu Thọ, entonces presidente del Consejo Consultivo del Frente de Liberación Nacional de Vietnam del Sur, emprendió una gira por África; la noticia también recorría el planeta.

Lo más probable es que, viendo el periplo del mandatario vietnamita en el exterior, muy pocos percibieran señales del inminente arribo a Hanói de la delegación cubana liderada por el jefe de su Revolución, que también había acudido a la cita de la capital argelina.

Todavía no se ha dicho si la idea de iniciar una visita de tanto significado a Vietnam en ausencia del principal dirigente del país anfitrión, y sin que la precediera el habitual revuelo mediático propio de esos protocolos, era parte de un plan de despiste. Pero el hecho encaja perfectamente en un esquema de seguridad.  

El itinerario del avión que condujo a Fidel desde Argel a Hanói incluyó escalas intermedias en Bagdad (Irak), Nueva Delhi y Calcuta, las dos últimas en La India, donde la primera ministra, Indira Gandhi, aprovechó para ofrecerle una breve recepción a su homólogo cubano. Allí el Comandante en Jefe recibió las primeras noticias del golpe de estado en marcha contra el gobierno de la Unidad Popular en Chile; corría el 11 de septiembre de 1973.

Casi de inmediato supo que la asonada golpista se había consumado, y también que la embajada cubana en Chile, y el barco mercante Playa Girón en aguas de ese país, a punto de arribar cargado de azúcar para el pueblo chileno, estaban siendo blancos de amenazas y agresiones por parte de las hordas fascistas de Pinochet.

Aún el líder cubano desconocía qué suerte había corrido Salvador Allende, pero, ante la gravedad de los acontecimientos, decidió reducir su estancia en la tierra del Tío Ho, y así se les comunicó a las autoridades de Hanói, las que con urgencia y máxima discreción empezaron a reajustar el programa.

Los vietnamitas sabían que a Fidel le interesaba recorrer los territorios del sur recién liberado. Y, temerosos por el peligro que para el visitante acarrearía esa incursión, acariciaban la idea de persuadirlo para que no llegara hasta el escenario de Guerra. El amanecer del día 12 los sorprendió en los retoques finales de los detalles de la visita y las medidas de protección para el visitante.

Ya la nave que conducía al jefe de la revolución cubana estaba a punto de entrar a cielo vietnamita y tocar pista por primera vez en la patria de Ho Chi Minh, pero la contrainteligencia enemiga seguía como pescado en nevera.

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