PARÍS.–Celebrar unos Juegos Olímpicos, aunque sea en una ciudad como París, centro cultural y de envergadura económica en la vetusta Europa, es una odisea de la que pocos se salvan en el naufragio. Hasta la capital francesa ha tenido algunos percances fatales.
Aun cuando se ha distinguido, a diferencia de otras sedes, por convertir a la urbe en un estadio –desde la ceremonia de apertura hasta las competiciones en su cosmopolita urbanización– y manejar con acierto unos Juegos en un ambiente ecológico, no escapa de las zancadillas que la exigencia de los cinco aros les pone a los organizadores.
La única instalación que se construyó para París-2024 fue el Centro Acuático, que hospedaría a la natación, el polo acuático, el clavados y la natación artística. Pero se quedó sin uno de ellos, tal vez el más mediático, en el cual los nadadores parecen salidos de la película Aquaman.
Hace más de siete años, en el dossier de candidatura, la piscina olímpica debía costar menos de 70 millones de euros; subió a los 90 millones al presentarse el proyecto definitivo, en septiembre de 2017, y finalmente costó 175 millones.
Sin embargo, al final, ha sido una pileta cara sin la natación olímpica, porque la instalación no tiene el aforo exigido por la Federación Internacional de ese deporte, que es de 15 000 personas. Por esa misma razón, Francia no ha podido albergar un Campeonato Mundial.
En fin, que hubo que mudar la natación para La Défense, al otro lado de París, y allí se levantó una piscina desmontable, de la cual se ha dicho que se ubicaría en la periferia citadina, cuando concluyan los Olímpicos.
Pero el cambio recibió críticas de ondinas y tritones, pues han expresado su inconformidad con una alberca lenta, debido a su profundidad de 2,2 metros, y no de 2,5, como exige el reglamento. Aunque algunos, como el francés León Marchand y el chino Pan Zhanle las han llenado de récords. En definitiva, en el Centro Acuático quedaron las lides de polo, clavados y natación artística.
Lo que sí le ha funcionado como un reloj es el transporte. Dos grandes terminales hacia los diferentes escenarios competitivos cubren, por ómnibus y con puntualidad, la demanda de los periodistas.
Si se le fuera a reprochar algo, sería en el entorno de la comunicación. Como la ciudad es también sitio de competencias, esos enlaces se rompen, pues no se pueden establecer con una justa de triatlón en las calles, o con las competencias de ciclismo de ruta. Pero cuando eso ha sucedido, varios informadores se han enterado en el punto de abordaje. En consecuencia, no han llegado a su destino o lo han hecho tarde.
No pocos son los avatares de los fotorreporteros, a fin de encontrar una posición en el área destinada a ellos. Los cazadores de imágenes han sido ubicados, en algunos casos como en el atletismo, en sitios en los que los actores les quedan lejos o tienen que compartirlos con otro personal de apoyo a la cita.
Pero, al margen de esos u otros detalles, París-2024 ha pasado el examen de los Juegos. No sabemos si Thomas Bach, presidente del Comité Olímpico Internacional, en su discurso de clausura, considere, como lo hizo Samaranch en Barcelona-1992, que estos han sido los mejores de la historia.
No creo que llegue a tanto, pero la Ciudad Luz sí ha logrado retomar el amor por estas reuniones de la juventud mundial. A nuestro modo de ver, le ha hecho justicia al restaurador de esta bella idea, el francés Pierre de Coubertin, quien quedó desilusionado con la primera versión de 1900, en esta misma ciudad que lo despidió como presidente del coi, hace cien años, en 1924.
Tal vez el Barón sí hubiera expresado hoy que, con París-2024, Francia ha hecho resurgir o fortalecer el espíritu olímpico.







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