ÓRGANO OFICIAL DEL COMITÉ CENTRAL DEL PARTIDO COMUNISTA DE CUBA
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PARÍS.–Nadie dijo que sería fácil, no creo tampoco que se haya sido superficial en la proyección de cinco medallas de oro, con lo cual se estaría alcanzando un lugar entre los primeros 20 países en el medallero de estos Juegos Olímpicos. Pero la cuerda se ha tensado cuando ya corre la segunda y última semana del calendario bajo los cinco aros.

En un análisis frío de las perspectivas, hoy es bien difícil llegar a esas cinco pues, según la aproximación que hicimos en estas páginas, están faltando las diademas que les atribuimos a los bicampeones olímpicos de boxeo, Julio César La Cruz y Arlen López. También se perdió una potencial oportunidad de reponer una de ellas, pues en los cálculos precontienda, aun cuando no teníamos ganadora a la triplista Leyanis Pérez, no hay duda de que era la de más oportunidades para cubrir el vacío del laureado pugilista de los 92 kilogramos.

Siempre consideramos una hazaña lograr ese quinteto dorado, en el que incluimos, además, a los luchadores Mijaín López y Luis Orta, más la canoísta Yarisleidis Cirilo.

Las posibilidades de medallas de Cuba en unos Juegos Olímpicos, en estos y en los anteriores, en los cuales cuenta con 84 triunfos áureos, nunca han tenido su plataforma en un caudal de recursos financieros o materiales. Han descansado en la entrega y el compromiso de sus deportistas, y en la astucia e inteligencia de sus preparadores.

Hoy se han agudizado esas carencias, pues estos son los Juegos de la pospandemia, que, a las naciones pequeñas como Cuba, les costó el triple o cuatro veces más que a las grandes. Son los Juegos del recrudecimiento del bloqueo, los que vieron el regreso de la Mayor de las Antillas a una arbitraria lista de Estados patrocinadores del terrorismo, etiquetándola con el cartelito de país de riesgo; los de las más de 240 medidas del Gobierno de Estados Unidos para hacer polvo la economía.

Sin embargo, lo verdaderamente revolucionario es el análisis profundo, porque en el gen del cubano, la inconformidad y el sí se puede son banderas. Si nos hubiéramos conformado o si nos quedamos en que no contamos con lo necesario, hace rato hubiéramos desaparecido como nación y como fruto del proyecto de la Revolución.

Por lo tanto, ni nos valen el bloqueo ni la mentirosa listica terrorista, tampoco las asesinas medidas. Estamos en la semana en que se esperan los mejores resultados, aunque la responsabilidad ahora es mayor de cara a la delegación. Sí, porque si bien los Olímpicos, desde su nacimiento, ponderan la individualidad, por lo cual el medallero es extraoficial, aquí se llega con sentimiento de país.

Quedan jornadas muy tensas para los luchadores, los del canotaje y los del taekwondo. No es que sea un optimista empedernido, ni tampoco un trasnochado, pero aún existen probabilidades, no certezas o pronósticos, de acercarse a lo que se planificó.

Y vuelvo a repetir que no será fácil, porque en nuestra opinión, por lo que hemos visto hasta ahora, hay una arista que lastra el resultado deportivo de la comitiva de la Mayor de las Antillas. En este mundo tan difícil para los pequeños, uno de los componentes de la puesta en forma deportiva, que es esencial, es el de la preparación sicológica. Minimizar su importancia, científicamente probada, deja al binomio atleta-entrenador sin las respuestas adecuadas, o lo que es peor, sin respuesta ante cualquier cambio en el escenario de competencia.

Creo que Leyanis Pérez, el propio Julio César y la combativa Maylín del Toro, en el judo, fueron presas de esa carencia.

Además, los Juegos Olímpicos son una escena de una mística especial. Los participantes saben que, para revertir un desenlace inesperado, hay que esperar cuatro años, y eso es mucho en la vida de la alta competición. Muchas veces se convierte en el ahora o nunca. En ese ambiente, la sicología deportiva es capaz de hallar soluciones o atenuar los efectos adversos en el atleta.

En los Juegos, sí, nacen los grandes, y lo hacen sobre el que llegó como grande, lo que hace mágica la evolución.

No solo ha sido Cuba la de los traspiés en París. La japonesa Uta Abe, lógica y fundamentada favorita en los 52 kilogramos del judo, peso en el que era invencible desde su corona en Tokio-2020, se fue sin preseas, y su llanto conmovió a esta ciudad; al poderoso equipo argentino de rugby 7, campeón del circuito mundial, lo dejaron aquí en el séptimo escaño; o la sensacional victoria en la final del relevo mixto de 4x400 de Países Bajos, con el cierre de leyenda de Femke Bol, pasmó a la archifavorita cuarteta de Estados Unidos.

Igual de sorprendente fue el segundo lugar de una de los más anunciados éxitos en la capital francesa: Sha'Carri Richardson le vio la espalda al rayo de Santa Lucía, Julien Alfred, flamante campeona de los cien metros planos.

Así son los Juegos Olímpicos, en los que todos, cualquiera sea su abolengo, son retados por los dioses, desde el mitológico Zeus, hasta los que se aparecen en la cancha, sean aficionados, adversarios o el que rige las aspiraciones de los protagonistas, en esta alacena de deidades.

Cuba va con la cabeza en alto, como la de Arlen López, quien debió bajar vencedor de su semifinal, pero a veces los de arriba se disfrazan de jueces para que el mismísimo diablo se aparezca en la arena olímpica.

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Miguel Ángel dijo:

1

5 de agosto de 2024

11:32:01


Plenamente de acuerdo con usted Oscar, un análisis objetivo, aunque las carencias jugaron un papel muy importante, incluso en el fogueo de no pocos atletas, falta de mas competencias de alto nivel, la alimentación adecuada a las altas exigencias de estos deportistas, pero resta lo subjetivo, soluble, como es la evidente falta de preparación psicológica que se ha apreciado. Estos son algunos elementos, otros se deben analizar en el círculo adecuado y tomar las medidas. Nuestros atletas son guerreros, duros de pelar, quedan oportunidades de obtener algunas medallas doradas, quizás no 5, pero sí 3 o 4.

Pedro Perez Castellano dijo:

2

5 de agosto de 2024

20:17:48


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