Portuguesa, Venezuela.–Con su bastón en mano, pero inquieta como una niña, hace que el sol salga allí donde antes solo se conocía la sombra. Tiene «fe en el arte», por eso cambia, de las manos de los pequeños, las armas por los juguetes que ellos mismos confeccionan.
«Los hermanos de Cuba nos enseñaron muchas cosas, como la persistencia», dice –agradecida– María Belén González. Ella, animadora cultural, con esa luz se empeñó en desterrar la oscuridad que antaño se cernía sobre los vecinos del barrio La Enriquera.
«Esta es una zona roja, compleja», insiste. Por eso convirtió la Casa Comunal de la localidad en un proyecto educativo-cultural, con la ayuda de la Misión Cultura Corazón Adentro.
«Esta idea surgió tras ver tanta agresividad en algunos hogares y en las calles de aquí. A raíz de eso compré un libro, les leí un cuento a los niños, y decidimos hacer una obra de teatro, junto a la profesora Lilian Leyva, quien es asesora en el estado de Portuguesa.
«Queremos lograr que los niños se concentren en actividades más sanas, y vean amor en su entorno, que entiendan que no importan el color, la estatura, la posición económica de una familia. Nuestro objetivo también es lograr que se enamoren de lo que hacen».
Tras su llegada al estado, hace poco más de un año, la instructora de arte Lilian Leyva se propuso ampliar los talleres de artes plásticas y música que María Belén realizaba con los niños de la comunidad.
«El teatro no les gustaba, por lo cual nos propusimos motivarlos a través de la lectura de cuentos», explica la colaboradora de la Misión Cultura Corazón Adentro, quien conocía que la animadora ya llevaba más de 40 años trabajando con los más pequeños.
Hoy, quienes visiten la Casa Comunal podrán ver sus paredes abarrotadas con exposiciones de cuadros y manualidades de la autoría del «batallón» que estas dos artistas han logrado reunir. Tallado en madera, arcilla, pintura, teatro, danza, música y juguetes tradicionales cuentan las historias detrás de cada sonrisa juvenil.
«Me gusta enseñar a los niños lo que yo sé, porque mi familia me formó en un ambiente artesanal. El arte les puede cambiar la vida, sirve para que aprendan un oficio que les ayude a salir adelante», asevera, por su propia experiencia, esta «joven» de tan solo 63 años. «Cuando me siento enferma, me levanto y me empapo de arte».












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