
Ya en sus postrimerías, el Festival presenta filmes como para no perderse. Tal es el caso de Responsabilidad empresarial, un ensayo fílmico basado en investigaciones realizadas en el segundo mandato de Cristina Fernández de Kirchner, que sacaron a relucir la connivencia entre una parte del empresariado argentino y la última dictadura argentina.
El documental en concurso, de Jonathan Perel, revela más de 20 casos en que directivos de empresas automotrices, alimentarias, astilleros, ingenios azucareros, compañías mineras, petroquímicas, siderúrgicas, textiles y medios de comunicación participaron, de manera coordinada, con las fuerzas represivas en la detención, tortura y hasta la desaparición de trabajadores. El director filma las fachadas de las fábricas y otros elementos que las identifican, mientras lee fragmentos de los hechos que allí ocurrieron: «Empresarios que prestaron camionetas para los operativos, que cedieron oficinas para montar centros clandestinos de detención y tortura, que
habilitaron el ingreso de militares que se hacían pasar por trabajadores para realizar inteligencia interna, que delataron a sindicalistas y generaron alianzas concretas con los gendarmes para eliminar a elementos molestos».
Un contundente alegato el de Jonathan Perel, que pone igualmente de manifiesto la manera en que empresarios y militares se libraban de los trabajadores más combativos, al tiempo que no se cumplían los derechos laborales. En 1982, ante la enorme deuda de los empresarios en el exterior, la dictadura terminó por convertirla en un «asunto de estado». El documental deja claro que aquello no fue una mera asociación cívico-militar, sino delitos de lesa humanidad. Lo que no quita –se alega en Responsabilidad empresarial– que buena parte de esos grupos continúen actuando en la vida económica del país con la más absoluta impunidad.
La muestra de cine contemporáneo presenta Ama, un crudo retrato sobre la maternidad concebido en su primer largometraje por la española Júlia De Paz Solvas, a partir de un corto dirigido por ella en 2018 con la misma protagonista, Tamara Casellas.
La directora ha querido resaltar que su película no es ni una historia de esperanza ni una crítica hacia las «malas madres», como muchos calificarían a Pepa, la protagonista, una mujer que consume drogas y tiene la tentación de dejar sola a su hija para ir de fiesta por las noches. Al contrario –ha dicho Júlia De Paz–, Ama es una dolorosa disección de la crisis existencial que vive una mujer al borde del colapso económico y emocional. Por lo tanto, «Pepa no es el prototipo de madre modélica impuesto por la sociedad, y quizá ese sea el gran reto de nuestro tiempo y el principal valor de la película: reflejar que la idea de maternidad impuesta por la sociedad es una quimera, y que la presión sicológica que implica “dar la talla” a veces se vuelve en nuestra contra».
El personaje central no sabe cómo enfrentarse a la vida y, sin nadie que la acompañe, se va barranco abajo en un sistema capitalista criticado por la realizadora. ¿Qué pasa cuando estás sola en el mundo, no tienes a dónde ir, no hay dinero en tu bolsillo ni un techo bajo el que dormir?, se ha preguntado Júlia De Paz en una entrevista, renuente ella a ofrecer una respuesta en su película, ya que Pepa solo es capaz de sobrevivir, a corto plazo, en un futuro para ella demasiado lejano.












COMENTAR
Responder comentario