ÓRGANO OFICIAL DEL COMITÉ CENTRAL DEL PARTIDO COMUNISTA DE CUBA
Lidia Aguilera junto a su «jungla». Foto: del autor

Es una artista original, siempre lo ha sido. Trabajadora, soñadora, y también realista al máximo, enamorada del arte, en plural. Y aunque la rodeen otros hijos creativos en su diario bregar a través de los años: pinturas, dibujos, cerámicas…, el volumen, la escultura, ha sido siempre su más preciado tesoro, su brújula. No es más que la fuerza telúrica que acompaña esta manifestación.

El propósito fundamental de la escultura consiste, precisamente, en descubrir los dioses ocultos dentro de una piedra, el hierro, la madera..., y el escultor es el ser privilegiado capaz de verlos y arrancarlos de la forma bruta. Lidia Aguilera (Santiago de Cuba) es un ejemplo cimero de constancia, voluntad y tesón, como lo han sido en esta tierra, creadoras de la estirpe de Rita Longa y Jilma Madera.

Cada cierto tiempo, Lidia nos sorprende con nuevas aventuras artísticas. Ahora es el turno de sus Mutaciones, exposición recién inaugurada en la galería Collage Habana (San Rafael No. 103, entre Consulado e Industria, Centro Habana). Del título, comentó la creadora, fundadora de la Asociación Cubana de Artesanos Artistas (acaa) y miembro de su Consejo Nacional, que su obra va cambiando de una muestra a otra. Es como recubrirse de una nueva piel, con vasos comunicantes, siempre, entre cada una. Porque dentro va implícita la esencia de su inspiración. Y aunque el hierro ha atrapado sus instintos creativos durante mucho tiempo, la madera va y viene siempre. Es la protagonista de sus historias escultóricas recientes.

En estos ensamblajes de variados tipos de madera, y un metro 80 centímetros de alto, hay un juego de formas que nos dan pie a pensar en: ¿Tótem?, ¿rasgos de la naturaleza o la fauna?, ¿abstracciones?... Cada uno puede construir su obra desde la imaginación. Ella nos brinda claves y,

además, nos convida a visitar los parajes más internos del hombre y del artista. Y de esta forma nos invita a despertar nuestros sentidos a la cotidianidad, a la vida.

Estas cerca de 20 piezas, en las que suma dos inmensos murales, pues le gusta y entretiene hacer estos juegos escultóricos que

respiran como pinturas volumétricas en la pared «para utilizar todo el espacio posible de exposición», contó que siguen los pasos de la anterior muestra Juego de formas, que expuso en 2018 en su estudio Lidiart.

Al degustar las piezas con la vista, uno va descubriendo los diseños que se incorporan tejiendo formas en el espacio, entregando unas transparencias que siempre nos dejan ver del otro lado, porque a ella nunca le ha gustado lo compacto, para poder ver más allá y seguir como en un camino abierto que no termina, hasta lo eterno...  Esas transparencias están sueltas, libres como la mano que las crea espontáneamente. Porque a fin de cuentas la «jaula» es una transparencia también. «No están atrapadas, dice, están custodiadas».

Cuando uno observa estos trabajos que llenan toda la galería, siente, en lo más profundo, estar viendo un conjunto de árboles sembrados en el espacio. Un pedazo de la naturaleza artística cubana, y no dejamos de pensar en el más universal de nuestros creadores: Wifredo Lam. ¿Hay deudas? Lidia reconoce que al finalizar estas piezas, veía formas que se le acercaban, lo recordaban... Y uno parece estar inmerso como en una nueva Jungla, que aunque pudiera ser un homenaje, es la Jungla de Lidia Aguilera.

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Conchita dijo:

1

6 de agosto de 2020

07:20:10


Preciosa reseña de esta gran crítico de arte Toni Piñera, sumergiéndonos en la exposición como si la estuviéramos viendo. Felicidades a la artista y al crítico que también lo es.