No será posible olvidar a Moncho. Vamos a seguirlo escuchando, disfrutando, sintiéndolo vivo en los boleros que cantó e hizo suyos. Cuando Yanni Munujos, ese fiel catalán que promovió sus últimos conciertos en Cuba, nos comunicó en los últimos días del año que recién despedimos la noticia del final de Moncho, inevitablemente asomó a nuestra memoria el modo peculiar que este imprimió al bolero, su respeto por los autores cubanos y, más que todo, el amor que sintió por una tierra a la que, en las buenas y las malas, tanto en medio de fervorosas lealtades, pero también de aviesos ataques, nunca negó como parte entrañable de sí.
«La pasión de los cubanos por la cultura y el entendimiento entre los seres humanos vale mucho más que cualquier otra cosa que se diga, lo afirma alguien que sabe de lo que está hablando», dijo el cantante, como para despejar la más mínima duda, en el preludio de lo que fue su última presentación en La Habana.
A Moncho le salía el flamenco por los poros de la piel y con ese ingrediente, desde mucho antes de que volvieran a ponerse de moda los boleros en España, impregnó de identidad propia un género que incorporó desde la raíz.
Lo que comenzó por un juego, según cuenta su biógrafo y amigo Jordi Rueda, terminó por ser un sello de autenticidad. Ramón Calabuch era el nombre real del muchacho nacido en el barrio barcelonés de Gracia, en 1940, quien se presentaba en los años 60 como Moncho Batista, el Ciclón Cubano, en las fiestas de la época, bajo la advertencia de que al bajar de la tarima de las verbenas no dijera ni una palabra, para que el público no advirtiera su acento catalán.
Cierto que pasaba, como advirtió otro de los críticos más avezados del ambiente barcelonés, por mulato caribeño, y eso pesó en la balanza de la casa discográfica que grabó en 1966 su primer disco, Moncho y su Wawancó gitano. Así, con esa grafía horrible. «Peret estaba arrasando con la rumba y le ofrecieron un gran contrato en una multinacional; entonces en Discophon buscaron a un gitanito para suplantar a Peret. El Pesca y su hermano me hacían cantar boleros a ritmo de rumba. A la gente del barrio de Gracia les encantaba que un niñato de 14 años cantara rumba. Yo estaba loco por grabar un disco y me ofrecieron grabar un ep de cuatro canciones y yo siempre les decía “me tienen que oír cantar boleros”. El dueño repetía: “rumba, rumba y rumba”. Hasta que un día me escuchó en un ensayo y entonces dijo: “vamos a grabar un disco de boleros” y ahí grabé Llévatela».
En el imaginario del jovencito estaba el chileno Lucho Gatica, pero un buen día escuchó a Benny Moré y la brújula se inclinó hacia Cuba. Y esa fue ya otra historia, su historia. La de más de una treintena de discos, tanto en catalán como en el español de Cervantes y Lorca, con más de 300 piezas de autores cubanos, mexicanos, latinos de Estados Unidos, peninsulares y trasatlánticos, de antes y después, y en bandas sonoras como la que Bigas Luna coló en Jamón, Jamón (1992), como para no quedar atrás con el Almodóvar que incluyó a Luz Casal en una de sus películas.
La misma historia que lo trajo a Cuba para repletar de adeptos el teatro Karl Marx y la sala Avellaneda, y convertirlo en figura habitual de los programas de radio en tiempos donde el bolero iba de menos a más en la recuperación del gusto popular.
¿Que su dicción denotaba la denominación de origen? Por supuesto que sí. Al amigo Jordi Bianchotto declaró: «Como gitano catalán que soy, el flamenco es algo que me acompaña desde la cuna. Es algo que me lleva al terreno de la emoción, sentimiento y respeto. Como forma de vida que sabes que siempre está ahí. Una fuente de la que beber que siempre aporta sensaciones nuevas al paladar. Es el sonido de todas las aguas con nuestros lamentos y emociones. En mi vida el camino ha sido el bolero, su conocimiento, su estudio y al final mi interpretación. Con el flamenco pasa un poco lo mismo, el que lo vive, el que lo siente, sabe que se está metiendo de lleno en un todo».
Guardo como un tesoro el disco El tío Moncho. El arte del Bolero (2007), en el que aparecen junto a él Diego el Cigala, Lolita, Niña Pastori, Tomatito, Josemi Carmona, Parrita, Montse Cortés, las Hermanas Bautista y Jorge Pardo.
Espero tener conmigo Mis queridos boleros, su testamento musical, en el que intervinieron los músicos cubanos José Luis Cortés y Changuito Quintana, y pienso que el público cubano podrá acceder, más temprano que tarde, a la grabación de lo que acontecerá el próximo 14 de enero en el Auditori de Barcelona, cuando le rindan homenaje Joan Manuel Serrat, Estrella Morente, Pau Donés, Diego El Cigala, Miguel Poveda, Antonio Carmona, Dyango y Rosario y Lolita Flores.
Vamos a seguir con los boleros de Moncho; qué (buenísimo) remedio.












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Ernesto Díaz dijo:
1
4 de enero de 2019
01:13:03
Dieudome dijo:
2
4 de enero de 2019
09:17:56
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