ÓRGANO OFICIAL DEL COMITÉ CENTRAL DEL PARTIDO COMUNISTA DE CUBA
Grupo portador La Cinta, en una brillante actuación en la Feria de Arte Popular. Foto: Madeleine Sautié Rodríguez

Durante cuatro días la ciudad de Ciego de Ávila estuvo de fiesta. La Feria Nacional de Arte Popular, una celebración que tiene lugar cada dos años, volvió a ser un hecho para lugareños y participantes de todo el territorio, enfrascados en homenajear lo mejor de las tradiciones culturales cubanas y rendir tributo al son como género musical genuino de la Isla.

Diversos puntos del entorno avileño, distribuidos en 12 áreas para asegurar un espacio a las distintas manifestaciones culturales, entre ellas, el folclor campesino; el afrocaribeño; las tradiciones urbanas, la trova, el danzón y el bolero; el circo; el teatro para todas las edades; la literatura; las exposiciones de los artesanos y el rincón del humor, se encargaron de mantener el ambiente chispeante que caracteriza todo jolgorio.

Aun cuando las jornadas estuvieron cargadas de una gran participación y el arte se adueñó de cada rincón del poblado, la Fiesta contó también con su habitual coloquio cuyo tema resultó el complejo genérico del son como expresión auténtica de la cultura popular tradicional en Cuba, que fungió como eje teórico del evento.

El salón de la Artesanía, validado por los participantes como uno de los de más alta calidad de las ediciones de la Fiesta, entregó el premio colateral de la Galería de los Oficios y la Oficina del Historiador de La Habana a El Reparador de Sueños, talla en madera de Vladimir Sánchez Pérez, de la Provincia Holguín; y el del Consejo Nacional de Casas de Cultura a Conjunto de Bodegones, ensamblaje en madera y otros materiales, de Francisco Rodríguez Martín, de La Habana.

Otros reconocimientos recayeron sobre el joven instructor de Arte Yoel Enríquez Rodríguez, quien obtuvo la Beca de Investigación de la Cultura Popular Tradicional, por Piedra para Obbatalá, una pesquisa con la que se rescata una tradición festiva del Municipio de Melena del Sur.

También fueron distinguidos los grupos musico-danzarios portadores de tradiciones Caidije y La Cinta por cumplir respectivamente 90 y 50 años de fundados y contribuir con sus desempeños a la salvaguardia del patrimonio cultural vivo cubano.

La imaginación popular fue el principal sello de la Feria. Foto: Ortelio González Martínez

Si una verdad remarcó el festejo es que nuestra cultura autóctona debe y tiene que ser defendida por ser ella la más poderosa arma frente a los desafíos neoliberales del mundo actual, que pretende imponer modelos de pésimo gusto y arrancar de cuajo lo más valioso de nuestras tradiciones.

A las actuaciones teatrales en plena calle, la bella estampa de los abuelos bailando danzón en el bulevar, algunos artesanos en plena faena mostrando su trabajo en el parque y otros exhibiendo sus labores, se sumaron conjuntos artísticos integrados fundamentalmente por familias que durante décadas han sostenido una tradición cultural: Raíces soneras, de Las Tunas; Obbakosso, de Cienfuegos; Voces del Milagro, de Santiago de Cuba; Los Ritchard, de Granma; La Tumba francesa, de Holguín; La Cinta, de Ciego de Ávila, y Bantú Yoruba, todos seguidos de un visible disfrute popular.

Los últimos destellos de la fiesta duraron hasta el anochecer en un verdadero guateque montuno a cargo de la agrupación Vaqueros de Guasimal, con más de 150 años de fundada, que ofrece en cada actuación un pintoresco espectáculo en el que a la par de la música se cuela café en el escenario, mientras el pueblo baila y saborea pura cubanía.

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