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Salón Dacheng, una de las joyas arquitectónicas del complejo. Foto: Pérez López, Yesey

Contrasta la multitud que camina entre los árboles con la calma que se percibe. El ambiente tiene una tranquilidad inesperada. En los senderos de entrada se desvanecen los sonidos del bullicio exterior y el ruido queda opacado entre la arquitectura y el entorno.

La brisa sorprende, trayendo frescura y provocando el murmullo de las hojas. ¿Será que los visitantes escuchan con atención este lenguaje natural? Es posible. O quizás el silencio es la mayor muestra del respeto al pisar un lugar milenario, símbolo de la sabiduría.

El Templo de Confucio, en Qufu, ciudad de la provincia de Shandong y cuna del sabio y filósofo chino, es un sitio emblemático con una trascendencia que va más allá de sus valores históricos y arquitectónicos: además de ser el corazón espiritual del confucianismo, constituye un símbolo de identidad cultural. Es el más grande y emblemático de los más de 2 000 templos confucianos que existen en todo el mundo.

Por más de 2 500 años ha sido el núcleo del respeto y veneración al pensamiento del maestro Confucio, quien vivió entre 551 a.n.e. y 479 a.n.e. A través de los siglos, emperadores, eruditos y peregrinos han rendido homenaje a su legado, convirtiendo este lugar en un puente entre generaciones.

ENTRE SIMBOLISMOS Y VALORES

Construido en 478 a.n.e., poco después de la muerte de Confucio, el complejo ha mantenido su carácter monumental y su significado profundo en la cultura china.

El conjunto patrimonial incluye el cementerio donde descansan los restos del maestro y sus descendientes, así como la antigua residencia de los Kong, que con el tiempo se transformó en una gran mansión.

La estructura principal se extiende a lo largo de un eje de diseño simétrico y preciso. Ocupa una superficie de 140 000 metros cuadrados, con nueve patios dispuestos simétricamente a izquierda y derecha. En total, existen más de 100 edificios, 466 habitaciones, cinco salones, un pabellón principal, un altar, dos vestíbulos y 17 pabellones.

De los nueve patios, los tres primeros son los principales, con callejuelas bordeadas por hileras de árboles. Más adelante, un sereno pasaje muestra la historia del lugar y evoca, simbólicamente, el profundo pensamiento del sabio chino.

Se destaca el templo principal, conocido como el Salón Dacheng, una de las joyas arquitectónicas del complejo. Con sus 32 metros de altura y sus nueve habitaciones de ancho, se impone no solo por su tamaño, sino también por la serenidad que emana de cada uno de sus detalles.

Las puertas y pabellones reflejan valores fundamentales del confucianismo, declarados en textos o implícitos en los diseños e instalaciones, así como en su armonía y jerarquía.  

Los simbolismos se encuentran en los aspectos más insospechados. Por ejemplo, cada árbol tiene un número de identificación. Se trata de un sistema de catalogación implementado durante la dinastía Ming, entre los años 1368 y 1644, que sirve como registro histórico y hasta como protección ritual.

El conjunto, junto con el cementerio y la residencia, fueron designados Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO en 1994. Sus archivos incluyen más de 10 000 artículos, convirtiendo el conjunto en un museo vivo, que preserva desde instrumentos rituales antiguos hasta ediciones raras de las Analectas de Confucio, una recopilación de enseñanzas y diálogos del sabio y sus discípulos.

El complejo está integrado por más de 100 edificios. Foto: Pérez López, Yesey

DE LA HISTORIA AL DIÁLOGO CONTEMPORÁNEO

El confucianismo continúa trascendiendo los predios del templo, extendiéndose al mundo actual y brindando respuestas ante desafíos globales, como la ética digital, la gobernanza y la sostenibilidad. Cada vez más, investigaciones académicas, publicaciones y foros internacionales promueven la relevancia de su filosofía.

En julio pasado, a solo 30 kilómetros del complejo, sesionó el XI Foro Nishan sobre Civilizaciones del Mundo. Más de 560 invitados de más de 70 países se reunieron para profundizar en el entendimiento mutuo entre civilizaciones y explorar soluciones compartidas para el desarrollo global.

Estos encuentros demuestran que el pensamiento de Confucio es una referencia ética y cultural para el mundo. Su filosofía no solo se percibe como memoria histórica, sino que proyecta un mensaje contemporáneo para la cooperación y el respeto entre los pueblos.

El templo desempeña un rol imprescindible en ese legado. Los preceptos del filósofo, simbólicamente, han partido del complejo patrimonial en Qufu, tendiendo puentes para el diálogo intercultural y difundiendo su pensamiento para el mundo actual.

Como la brisa que recibe a los visitantes, la sabiduría milenaria un día se multiplicó desde estas salas, pabellones, árboles y caminos hacia otros confines, aunque sigue teniendo en el templo su casa fundamental.

Las puertas y pabellones reflejan valores fundamentales del confucianismo. Foto: Pérez López, Yesey
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