La magia de la danza resulta un espectáculo inteligente que no solo brinda la posibilidad de ver en un programa la riqueza acumulada por siglos en la danza clásica, sino que demuestra, con creces, el caudal danzario que en los más jóvenes tiene el Ballet Nacional de Cuba (BNC).
Tres jornadas vivió el BNC en la Sala Avellaneda del Teatro Nacional. Aquí se comenta la del sábado 8 de febrero, en la que bailarines consagrados y otros más jóvenes demostraron ese de-sarrollo inagotable de renovación de la compañía, que ese día contó con la presencia de su Maestra y directora.
El BNC es para todos los cubanos un patrimonio, por lo que es importante que cuidemos esa historia, uno de nuestros mejores valores culturales como nación. Valga este comentario para enfocar aspectos que nos están afectando cada día en nuestros barrios, comunidades, centros de trabajo, y en muchos otros aspectos de la cotidianidad: la chabacanería, la vulgaridad e indisciplinas que corroen y salen a flote por cualquier hendija.
Precisamente esa noche del 8 de febrero fueron visibles algunas manifestaciones inaceptables en una compañía profesional y de alto nivel internacional, que pueden (si no se atajan a tiempo) calar, poco a poco, y poner en peligro hasta el indiscutible prestigio de nuestras más valiosas instituciones culturales. Es tiempo ya de hacer frente, con todas nuestras fuerzas, a esas expresiones que atentan contra nuestras más sagradas conquistas.
Tocando el tema, en el fragmento del segundo acto de Giselle, que tuvo como protagonistas a dos jóvenes valores: la primera bailarina Amaya Rodríguez y el bailarín principal Arián Molina que van alcanzando posiciones cimeras en el BNC , el público pudo notar que faltaba cierta concentración en los bailarines, principalmente en ella, quien hace poco dejó en claro que es una excelente Giselle. Los ruidos en las patas del escenario, y las conversaciones inoportunas de algunas willis del cuerpo de baile sobre las tablas pudieron echar por tierra un instante supremo de un clásico que mucho significa para nuestro ballet.
Amaya y Arián sortearon la situación y entregaron lo mejor de sí en ese fragmento que resulta uno de los más difíciles de interpretar en La magia de la danza, por la propia dualidad de un personaje que es terrenal en un acto y etéreo en otro.
Luego, en el turno de La bella durmiente, integrantes del cuerpo de baile masculino, hacían gestos tratando de provocar la atención con cierta hilaridad, por supuesto fuera de lugar, que atenta contra el buen devenir de la pieza, máxime, en un momento cumbre del espectáculo, en el que los excelentes intérpretes: Anette Delgado y Dani Hernández cruzaban la escena de la mano de ese magnífico baile .
Nadie tiene derecho a interrumpir, y, menos, desde las propias filas del BNC, a sus compañeros que, por el contrario, deben respetarlos, y también al público que espera lo que siempre ha demostrado nuestra compañía cimera: una calidad suprema.
UNA HERMOSA FUNCIÓN
Sin embargo, nada pudo opacar la función que tuvo también otro instante alto en las escenas del segundo acto de Cascanueces, interpretada por Viengsay Valdés. En una palabra, perfecta y exquisita en el hada Garapiñada, que estuvo muy bien secundada por otro talento novel que crece por día: Víctor Estévez (su Caballero).
Agradable fue constatar el desarrollo alcanzado por la bailarina invitada Manu Navarro (Panamá) y el bailarín principal Camilo Ramos, quienes realizaron una faena digna en el difícil pas de deux del tercer acto de Coppelia.
Las escenas de los actos primero y tercero de Don Quijote acercaron a dos figuras que dejaron una grata estela en las tablas: Yanela Piñera y José Lozada. Yanela estuvo espléndida y Lozada nos volvió a demostrar su clase. Aunque es menester anotar que en la coda decayó un poco su baile.
Vale destacar la Mercedes de Jessie Domínguez junto con el elegante torero Espada de Alfredo Ibáñez. La también juvenil Dayesi Torriente, en su debut en el rol dejó en claro que tiene condiciones para llegar a brillar en la Odette de El lago de los cisnes. Su pareja, Arián Molina regaló todo en esos minutos de pura danza.
El cierre no pudo ser mejor. Nos acerca a los re-cuerdos de otra época con Sinfonía de Gotts-chalk, un éxito siempre seguro de la compañía cuando lo presenta, en Cuba o en otros países. Por la fuerza de la música de Louis Moreau Gotts-chalk, que Alicia desempolvó para esa coreografía, en la que dejó gratas e indelebles huellas. Las ovaciones del final son para los bailarines de ahora y los de siempre, esos que han forjado una compañía que no cesa de entregar artistas a través del tiempo.
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