ÓRGANO OFICIAL DEL COMITÉ CENTRAL DEL PARTIDO COMUNISTA DE CUBA
Trayectoria descrita por el intenso huracán del 9 de noviembre de 1932. El mapa corresponde a la división política de la época. Foto: Cortesía del profesor Luis Enrique Ramos Guadalupe

El miércoles 9 de noviembre de 1932 Cuba sufrió el más mortífero desastre natural de su historia, cuando un potente huracán castigó severamente los territorios de las actuales provincias de Camagüey y Ciego de Ávila.

Lo más terrible ocurrió en el poblado costero de Santa Cruz del Sur, al ser barrido por la extraordinaria surgencia o marea de tormenta generada por el intenso organismo ciclónico tropical.

A 90 años de la luctuosa efeméride, Granma conversó con el profesor Luis Enrique Ramos Guadalupe, coordinador de la comisión de Historia de la Sociedad Meteorológica de Cuba, acerca de con qué certeza se han definido hoy las características que distinguieron a tan prominente huracán.

–¿Puede afirmarse, con todo rigor, dónde surgió el huracán?

–Según las valoraciones de los meteorólogos cubanos, su génesis parece provenir de una onda tropical que transitaba por aguas del océano Atlántico, con dirección oeste.

«Lo anterior se fundamenta en que, al ser identificado por primera vez en el mapa del tiempo del 31 de octubre, ya era una tormenta tropical, y resulta difícil concebir que haya surgido de manera repentina. Como muestran las bases de datos contemporáneas, el día anterior era una depresión tropical, ubicada a unos 400 kilómetros al este de las Antillas Menores.

«Al internarse en aguas del mar Caribe oriental, encontró condiciones atmosféricas y oceánicas conducentes a un rápido fortalecimiento,  y ya el 5 de noviembre se había convertido en huracán categoría 5.

«Hoy hay seguridad en lo planteado, porque el vapor británico Phemius se cruzó con la trayectoria del huracán y sufrió el impacto de la pared del ojo. Su primer oficial, un marino de academia, midió con un barómetro certificado 915 hectopascal  de presión atmosférica central, mientras el barco resistía vientos sostenidos estimados en 280 kilómetros por hora.

«Sobre las diez y media de la mañana del 9 de noviembre, el ojo del huracán tocó tierra firme cubana en punta de Macurijes. Luego cruzó Vertientes, pasó cerca de la ciudad de Camagüey  y salió al mar alrededor de las cinco de la tarde,  por Cayo Guanaja, en el archipiélago de Sabana-Camagüey».

–¿Cómo valora el seguimiento dado al huracán por los centros meteorológicos de la época?

«Cuba contaba en 1932 con dos excelentes observatorios meteorológicos. Uno era el Observatorio del Colegio de Belén, privado, que dirigía el padre jesuita Mariano Gutiérrez-Lanza. El otro el llamado Observatorio Nacional, titular del Servicio Meteorológico Nacional, dirigido por el ingeniero José Carlos Millás.

«Millás situó el peligro en las actuales provincias de Ciego de Ávila, Camagüey, Las Tunas y Granma; en tanto el padre Gutiérrez Lanza concentró la amenaza más hacia el extremo oriental de Cuba

Los hechos le dieron la razón a José Carlos Millás, incluso en los boletines del Observatorio Nacional se advertía no solo sobre la posibilidad de vientos intensos para la zona bajo amenaza, sino también la probabilidad de la ocurrencia de penetraciones del mar.

«Vale destacar que esas contradicciones en las informaciones meteorológicas,  sucedían con cierta frecuencia lo cual causaba confusión en muchas personas y en las autoridades, insuficientemente preparadas.

–¿Hay datos confiables que avalen que fue huracán categoría 5?

–Nuestro Instituto de Meteorología corroboró que tuvo esa máxima intensidad al cruzar Cuba. Para ello los especialistas tomaron en cuenta las mediciones de la presión atmosférica de al menos 15 series de observaciones directas, o de barógrafos, instalados en centrales azucareros y localidades de Ciego de Ávila y Camagüey.

«En la antigua estación meteorológica de la línea aérea Pan American, ubicada en la ciudad de Nuevitas, se registró una mínima de 963 hectopascal, en tanto las rachas de viento fueron estimadas en 300 kilómetros por hora. De igual modo, hay un valor notablemente bajo de 930 hectopascal, reportado por el patrón de una goleta nombrada Pictonia.

«Más allá de la mayor o menor exactitud de cada una, la cantidad de mediciones con valores mínimos de presión tan significativos permite avalar la extrema violencia de este organismo ciclónico. La extensión de los daños hace presumir que los vientos huracanados sostenidos, por encima de 120 km/h, abarcaron una amplia franja comprendida entre Tunas de Zaza y Guáimaro, por el sur, y desde Morón a Puerto Padre, por el norte.

«En el caso de la surgencia o marea de tormenta generada por el huracán en Santa Cruz del Sur, las simulaciones matemáticas  realizadas por investigadores del Instituto de Meteorología sugieren una altura del agua de unos 6,5 metros, dentro del poblado. Dicho valor coincide con testimonios de sobrevivientes,  sobre vasijas atascadas en horcones, colmadas de agua salada, que quedaron en pie a una elevación de seis metros.

«La cifra de víctimas fatales estimada ronda las 2 500, la mayoría de aquel apacible sitio de pescadores, arrasado por  la invasión del mar. Sin embargo, ¿podríamos dar como confiables los datos demográficos del entorno rural camagüeyano en 1932? ¿Quién podría saber cuántos carboneros estaban en los cayos de las Doce Leguas, o en los de Sabana-Camagüey aquel 9 de noviembre? ¿Hubiera podido conocer  algún funcionario cuántas embarcaciones menores se hallaban en el mar al momento de la llegada del huracán?

«De ahí la importancia de conocer la historia, para apreciar, desde ella, lo que valen hoy nuestro Sistema Meteorológico Nacional y los órganos de la Defensa Civil, en la protección de la ciudadanía, sus bienes y los recursos de la economía. 

«Fue de heroínas la actitud asumida por las jóvenes Rosa Torres Acosta, y Clotilde y Zoila Ponce de León Torres, quienes permanecieron en sus puestos de trabajo como operadoras telefónicas  en la oficina de correos y telégrafos,  hasta que el avance del mar  les impidió salir del local y perecieron, en el cumplimiento del deber.

La tragedia ocurrida en Santa Cruz del Sur obedeció a la magnitud del huracán, y a las características físico-geográficas que hacían muy vulnerable esa  localidad costera, la demora en la decisión de enviar un tren de rescate por la desidia de las autoridades gubernamentales de entonces, y al exceso de confianza de sus moradores, acostumbrados a ver, como algo habitual, la frecuente entrada del mar las casas y calles».

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Peter J, Melian dijo:

1

5 de noviembre de 2022

13:03:50


Tragedia inolvidable. Siendo niño, nací en 1933, recuerdo que mi familia y vecinos, aunque vivíamos en La Habana aún hablaban de este fatídico huracán como si hubiese ocurrido en la capital.

Daniel dijo:

2

5 de noviembre de 2022

16:58:49


Magnífica descripción del huracán del 9 de noviembre de 1932, del cual pese a ocasionar la mayor catástrofe natural en la historia de nuestro país, apenas se habla

Daniela dijo:

3

5 de noviembre de 2022

19:21:23


Gracias a los profesores Luis Enrique y Orfilio por tan buen trabajo sobre el huracán del 32