Yunier Fernández ya no pasará desapercibido ante la mayoría de la afición cubana. Su nombre siempre se escribirá en presente, porque es el más reciente campeón paralímpico de la Mayor de las Antillas.
El artemiseño tiene una historia de vida digna del más memorable guion para hacer una película. Vivió momentos duros, bien duros, situaciones que parecían imposibles de superar. Pero encontró, mediante una raqueta y una pequeña pelota, la forma para redimensionar su destino en esta vida.
Fernández llegó a los Juegos Paralímpicos París-2024 sin pronóstico de medalla. Eran sus terceros Juegos, y siempre había quedado rápidamente en el camino. Pero a la tercera fue la vencida ¡Y qué vencida! No dejó de luchar por hacer realidad su propio sueño, y tocó con sus manos la gloria.
En el paratenis de mesa, categoría ms1, fue mejor que todos sus rivales. Controló sus demonios, enseñó temeridad y autocontrol para imponerse siempre, hasta tener en su pecho la medalla dorada.
Sabe que ya nada será igual para él. Nuevos desafíos llegarán en su búsqueda, y ahí estará, listo para afrontarlos con la misma entereza que define su personalidad. No aplaudamos a Yunier, mejor tomemos su ejemplo como combustible para alcanzar el reto más grande en nuestras vidas.
Muchos se pueden inspirar en este joven, en sus decisiones, sus temores y sus retos. Él no dejó de creer en sí mismo y barrió, con un «raquetazo», sus derrotas anteriores.
París será para él una ciudad romántica, cariñosa, porque la conquistó a fuerza de perseverancia, cortejándola punto a punto en cada duelo que tuvo, mesa de por medio. Yunier Fernández tiene todo el mérito, porque en el fervor de las celebraciones se acordó de su pequeño pueblo, La Taconera, en Guanajay.
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