ÓRGANO OFICIAL DEL COMITÉ CENTRAL DEL PARTIDO COMUNISTA DE CUBA
Fidel interviene en la XV Asamblea General de la ONU, el 26 de septiembre de 1960. Foto: Archivo de Granma

El 4 de diciembre de 1986, durante la inauguración de la sede de la Fundación del Nuevo Cine Latinoamericano, el Premio Nobel de Literatura Gabriel García Márquez, expresó:

La semana entrante la Fundación del Nuevo Cine Latinoamericano va a recibir del Estado cubano una donación que nunca nos cansaremos de agradecer, tanto por su generosidad sin precedentes y su oportunidad, como por la consagración personal que ha puesto en ella el cineasta menos conocido del mundo: Fidel Castro. Me refiero a la Escuela Internacional de Cine y Televisión, en San Antonio de los Baños, preparada para formar profesionales de la América Latina, Asia y África.

Quizás muchos se sorprendieran entonces de dicha afirmación, la consideraran hija de la muy fértil imaginación del Gabo, quien se refería al líder de la Revolución Cubana como «…un hombre con bondad de niño y talento cósmico», o un exagerado halago de ocasión. Lo cierto es que el escritor colombiano sabía lo que estaba afirmando.

Ya en otra ocasión, Gabo había destacado en Fidel al escritor que pudo haber sido y el excelente editor de sus libros, que gentilmente les enviaba para contar con su certero juicio crítico. Y es que el líder de la Revolución Cubana, además de tener una vasta cultura universal hija de su pasión desmesurada por la lectura, fue un apasionado cinéfilo. Bebió del cine, en todos sus géneros, como mismo lo hizo de la literatura en su más amplio horizonte.

La Habana, ciudad en la que vivió Fidel los más intensos años de su juventud, era una de las tres ciudades del mundo con mayor cantidad de salas cinematográficas a fines de la primera mitad del pasado siglo. Algunas fuentes afirman que era la primera, seguida de New York y París. El cine era una de las principales opciones de entretenimiento de entonces, en el caso de Cuba, marcado por el monopolio casi absoluto y la influencia de la cinematografía hollywoodense. Se veía cine mayoritariamente importado. Se producía muy poco.

Un hombre con la visión cultural de Fidel, viendo cine, se convenció pronto del inigualable alcance de este medio en la formación de valores, la identidad nacional y la salud espiritual de la sociedad, lo mismo que su utilización como instrumento de colonización mental de las multitudes.

Quizás por ello lo valoró como un arma estratégica de la Revolución, y a pocos días del triunfo, aprovechando el ímpetu de jóvenes vinculados a Cine Club Visión, estableció la sección de cine del Ejército Rebelde con el joven Manuel Pérez Paredes al frente, para divulgar entre los soldados lo mejor del cine de entonces, y, con la ayuda de su hermano de ideas Alfredo Guevara, Tomás Gutiérrez Alea y Julio García Espinosa, dio los pasos iniciales para la creación, el 24 de marzo de 1959, del Instituto Cubano de Arte e Industria Cinematográfica, ICAIC, en Ley que lleva su firma como Primer Ministro del Gobierno Revolucionario. Años más tarde, con la vista puesta en la independencia cultural de nuestros pueblos, el 15 de diciembre de 1986 fundaría la Escuela Internacional de Cine y Televisión de San Antonio de los Baños.

Fidel demostró su pasión por el cine desde los primeros días de la Revolución. Por entonces compartió en La Habana con el actor australiano Errol Flyn, un ídolo del cine estadounidense, que visitó la isla identificado con la obra de justicia social que se iniciaba.

En abril de 1959, viajó Fidel a Estados Unidos en una larga estadía que concluyó con una escala en Texas, donde se reunió con Frank Walters, productor de Hollywood, quien le propuso la realización inmediata de una película sobre la revolución cubana, a filmar en locaciones de México, cuyas ganancias se repartirían a dos partes iguales, una para el equipo de realización y la otra para obras sociales en Cuba. El papel de Fidel lo encarnaría Marlon Brandon y el de Raúl, Frank Sinatra.

Fidel aceptó la propuesta con gran entusiasmo, pero las autoridades gubernamentales estadounidenses emprendieron una verdadera cacería en su contra, obstaculizando el proyecto, al punto de que Walters hubo de renunciar a su materialización.

Recientemente, en una visita sorpresiva al Centro Fidel Castro Ruz, Leopoldine Hughues Despaintes reconocida cineasta francesa y nieta del productor estadounidense, nos contó detalles de esta historia que reflejará en sendos materiales que con mucho amor prepara, en honor a su abuelo y a Fidel.

El ICAIC y el cine cubano en general, tuvieron siempre en Fidel el respaldo y atención priorizada y su apoyo en momentos cruciales. De ello han escrito historiadores del arte y del cine. Casi desconocido es, sin embargo, el espectro del cine que vio el Comandante y la frecuencia de su consumo.

Como parte del trabajo de rescate de la memoria histórica que realiza el Centro Fidel Castro Ruz, entrevistamos a los dos oficiales de su seguridad personal encargados de proyectarle las películas que con asiduidad veía Fidel. Para sorpresa nuestra, conservaban y donaron a la institución, las bitácoras donde anotaban los filmes proyectados.

Cuentan los dos compañeros que, en una estrecha complicidad, el ICAIC enviaba semanalmente a Fidel las principales películas que se exhibían en la isla y otras que se adquirían en disímiles países, por su interés particular. En ello Alfredo Guevara era su principal aliado.

En la década del 60 los compañeros de su escolta prepararon una pequeña salita donde, al concluir la jornada de trabajo a altas horas de la noche, Fidel los invitaba a ver un filme. Aclaraban que, generalmente, la mayoría de los espectadores quedaban fulminados por el agotamiento del día, pero Fidel, perseverante, las veía atentamente como una manera de relajar tensiones. A fines de la década del 80 del pasado siglo, prepararon una nueva sala de proyecciones en el Palacio de la Revolución, con la misma finalidad.

Veía Fidel todo género cinematográfico, pero alternaba sus preferencias con el cine bélico, en especial de la URSS, el cine de contenido social, y el vinculado a la literatura universal y la historia. Sentía una predilección especial por las comedias de Cantinflas y Chaplin, y por el cine español, incluido el musical.

Del contenido de las bitácoras podemos llevarnos una idea de cómo un jefe de estado e incansable estadista, en momentos cruciales de la historia de Cuba, su Revolución y el mundo, buscaba tiempo para la apreciación y la cultura cinematográfica, no como mero elemento de distracción, sino como instrumento de formación cultural y político.

Las mencionadas bitácoras relacionan los filmes vistos por Fidel entre el año 1966 y 1984, en medio de sus innumerables tareas. Para que se tenga una idea del tiempo que dedicaba al cine, por aquellos años, veamos las cifras: 1966, 36 filmes; 1967, 110; 1968, 101; 1969, 89; 1970, 94; 1971, 86; 1972, 49; 1973, 102; 1974, 104; 1975, 105; 1976, 141; 1977, 95; 1978, 79; 1979, 111; 1980, 73; 1981, 86; 1982, 40; 1983, 99; 1984, 75.

Vio Fidel en esos años (1966 a 1984) cine argentino, brasileño, chileno, boliviano, colombiano, mexicano, puertorriqueño, español, francés, inglés, belga, soviético, rumano, húngaro, yugoslavo, checoslovaco, de la República Democrática Alemana y la República Federal de Alemania, búlgaro, sueco, noruego, holandés, chino, japonés, vietnamita.

Clásicos del oeste como Río Bravo, Lo que la tierra hereda, Lo que no se perdona, Winchester 73, El pistolero invencible, El proscripto, Pueblo embrujado, Colt 45, se encuentran en el listado, también los llamados western espaguetis como El hombre que mató a Billy el niño y Manos torpes.

Obras del neorrealismo italiano como Divorcio a la italiana, o filmes de alta facturación estética como Cenizas y diamantes de Andrzej Wajda, Viridiana y El discreto encanto de la burguesía, de Luis Buñuel, Cría Cuervos de Carlos Saura, El huevo de la serpiente de Ingmar Bergman, Vivan los novios de Luis Berlanga, El Bravo del japonés Akiro Kurosawa, Nido de ratas de Elia Kasan, A quemarropa de John Boorman, La jauría humana de Artur Pen, El Padrino de Francis Ford Copola, Soy Cuba de Mijaíl Kalatózov, o Cantando bajo la lluvia con Gene Kelly, las apreció.

Del cine de suspense de Alfred Hitchcock, encontramos La llamada fatal, Vértigo, Psicosis, Los pájaros y Los 39 escalones.

El género de Ciencia ficción no le fue ajeno, prefiriendo en este sentido el cine japonés: Latitud cero, El hundimiento de Japón, Viaje al espacio y Terremoto.

De España distinguía el cine social y político, pero se relajaba especialmente con su cine musical: Carmen la de Ronda, la Reina del Chantecler, Gitana, El amor brujo, Las Leandras, La vida sigue igual, El Monumento o La abeja reina.

El cine bélico soviético le fascinaba: Páginas inmortales, Tanque T-34, Shapaev, el Comunista, El fascismo corriente, Las doce partes de diecisiete instantes de una primavera y las 18 partes de La Gran Guerra Patria. Todo lo que reflejara el heroísmo y la resistencia del pueblo soviético en la lucha contra el fascismo, lo priorizaba.

También el cine bélico estadounidense y universal: El zorro del desierto, El motín del Caine, Gengis Kan, Atila frente a Roma, Demetrio el gladiador, Napoleón, Espartaco, La batalla de Argel, Las aventuras de Werner Holt, El soldado azul, El botín de los valientes, Laurence de Arabia.

El cine de aventuras estaba presente con clásicos como Colmillo Blanco, El Conde de Montecristo o Sandokan.

Las comedias las disfrutaba como un muchacho, refieren los proyeccionistas. Desde películas satíricas como las de Bud Spenser y Terence Hill en la saga de Trinity, comedias como la italiana El magnífico cornudo, o la cinematografía de Cantinflas: Caballero a la medida, El portero, El siete macho, el bolero de Raquel o de Chaplin con El circo y el chicuelo, La quimera de oro, El gran dictador y Tiempos Modernos.

Filmes de los comediantes franceses Lois de Funes como El hombre orquesta y Manía de grandeza o las películas de Pierre Richard con El Rubio alto con un zapato negro, estaban en sus preferencias.

La literatura llevada al cine la perseguía: Por quién doblan las campanas, El corazón es un cazador solitario, Las nieves del Kilimanjaro, Romeo y Julieta, Teresa Raquín, Sin novedad en el frente, entre otras.

También vio cine dramático o comercial como Vivir por vivir, Atracción fatal o La edad de la inocencia de Martin Scorsese.

El cine documental estuvo en sus prioridades, tanto el cubano como el latinoamericano.

De nuestro continente prefería el cine social: El coronel Delmiro Gouveia, de Brasil, El nido del cóndor, de Perú, País portátil, de Venezuela, Canaima, de México, Canaguaro, de Colombia, Alsino y el cóndor, coproducción entre México, Cuba, Nicaragua y Costa Rica, o El enemigo principal de Jorge Sanjinés, de Bolivia.

De cine cubano lo vio prácticamente todo. Cuba 1958, Historias de la Revolución, El joven Rebelde, Las doce sillas, Los días del agua, Una pelea cubana contra los demonios, Mina, vientos de libertad, Canción de ayer y después, Girón, La nueva escuela, No hay sábado sin sol, Maluala, El programa del Moncada, Ustedes tienen la palabra, La última cena, Paty Candela, El rancheador, Río negro, Baraguá, La batalla de Jigüe, Alicia, Los sobrevivientes, El recurso del método, Aquella larga noche, los animados de Elpidio Valdés, Son o no son, Guardafronteras, Polvo rojo, Leyenda, Pedro Cero por ciento, Cecilia, Algo más que una medalla, Con el corazón en la tierra, Del 1 al 10, Canto a la vida, Los refugiados de la cueva del muerto, Hasta cierto punto, Tiempos de amor, Enero 1959, Se permuta, Habanera, Los pájaros tirándole a la escopeta, Amada, Túpac Amaru, Miguel y Francisca, entre otras.

A partir de la creación de la Fundación del Nuevo Cine latinoamericano y la Escuela del Nuevo Cine Latinoamericano, Fidel se convirtió en un consumidor de cine y documentales latinoamericanos que le hacían llegar ambas instituciones y el ICAIC. 

Las imágenes de Santiago Álvarez en los Noticieros ICAIC Latinoamericanos recogen su presencia en diferentes muestras de cine en La Habana, tal como lo hiciera también como espectador en los festivales del nuevo cine latinoamericano.

Sus encuentros con gentes del cine eran frecuentes. Directores y actores de todo el mundo lo visitaban. La prioridad, para el cine latinoamericano. Glauber Rocha, Nelson Pereira, Jorge Sanjinés, Gabriel García Márquez, Fernando Birri, Marcio Raúl Vargas Arana, Lisandro Duque, entre otros, lo frecuentaban.

A Oliver Stone dio la oportunidad de una larga entrevista devenida en el filme Comandante. También compartió con Steven Spielberg. Harry Belafonte, Danny Glover, Jack Nicholson, Jack Lemon, Leonardo di Caprio, Kevin Kostner, Robert Redford, Woody Harrelson, Ed Asner y Sean Penn lo visitaron.

Lo mismo actores y actrices europeos como Gerard Depardieu, Pierre Richard o Gina Lolobrígida.

Algunos pidieron el anonimato ante las posibles presiones del gobierno de los Estados Unidos.

Es esta una investigación del Centro Fidel Castro Ruz que apenas comienza. Será una contribución a la historia del cine cubano y un homenaje a la primera institución cultural fundada por Fidel tras el triunfo de la Revolución: el ICAIC.

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