ÓRGANO OFICIAL DEL COMITÉ CENTRAL DEL PARTIDO COMUNISTA DE CUBA
La obra Crimen (Historia de una reina) estuvo en la muestra del Festival. Foto: Tomada de teatroregionalcervantes.cl

El teatro es un instrumento examinador (y catalizador) de las transformaciones sociales, porque la teatralidad no solo permite atisbar realidades en los márgenes, sino también provocar hondas interrogantes y cambiar miradas; y ello adquiere una fuerza tremenda en tiempos de polarizaciones y sesgos que tienden a obnubilar las capacidades críticas y a sumirnos en tribalismos.

Así se reflexionó en El teatro ante la posverdad: antihegemónico, anticolonial, contra la guerra, contra la discriminación; una de las actividades teóricas dentro del programa del 21 Festival de Teatro de La Habana, que concluyó el domingo.

Del panel, moderado por el periodista y vicepresidente de la Unión de Escritores y Artistas de Cuba, Yuris Nórido, participaron los teatristas Virgilio Valero, de Ecuador; Íñigo Urrutia, de Chile; y la argentina Rosario Correa.

Ese arte que puja hacia la intransigencia innovando poéticas siempre necesitará del convivio entre actores y públicos –se dijo–, por eso es tan importante superar el esquema del teatrista que tiene en la mente a otro teatrista como su espectador ideal.

El teatro es para la gente, incluso para aquella que no tiene idea de lo que es, reflexionó Urrutia, director artístico de Crimen (Historia de una Reina), pieza que trajo al Festival la compañía Imágenes Paganas. «Lo hermoso de este arte es que termina. No se trata de entregar un manifiesto, sino de hacer que la gente salga pensando, incluso si se sintió incomodada».

Ante el hábito de consumo «tiktoniano», que exige de la escena la rapidez, la intensidad, los constantes núcleos dramáticos, la invitación fue a continuar defendiendo el teatro que supone vínculo con los otros, frente a la soledad de las pantallas; porque la gente necesita pensar entreteniéndose, y es importante defender el vacío desde el que aparece lo creativo.

Justamente, como prueba de ese «abrazo» que el espectáculo teatral tiene la capacidad de ofrecer, un artista de 76 años, de entre el público del panel, agradeció que existiera un Festival así, tan diverso y sólido en sus propuestas: «Después de mucho tiempo desmotivado, anoche soñaba con hacer otro espectáculo. Ha renacido la esperanza en mi corazón».

Ese es un logro inobjetable del evento, junto a los que subrayó en la clausura Rachel García Heredia, presidenta del Consejo Nacional de las Artes Escénicas: «abrir las ventanas de Cuba al mundo, tender puentes de fraternidad y solidaridad humana, propiciar el intercambio con colegas de otras latitudes».

De estos días, destacó, además, el trabajo de los teatristas de la región oriental en los centros de evacuación, «para acompañar espiritualmente a los damnificados por el embate del huracán Melissa. Entre los grupos encontramos a Estudio Teatral Macubá (Santiago de Cuba) y Teatro Andante (Granma), seleccionados en la muestra central del Festival».

En esta edición participaron 21 agrupaciones, entre nacionales y foráneas, y estuvieron representados siete países incluyendo Cuba: Argentina, Brasil, Chile, Ecuador, República Dominicana y Suiza. Hubo 22 puestas en escena, 57 funciones, y un total de 90 propuestas, a las que asistieron 8 995 personas.

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