Se podría decir en números: 25 años de existencia, 22 editoriales, más de cinco millones y medio de ejemplares y 5 500 autores cubanos publicados. Pero el saldo de un proyecto como el Sistema de Ediciones Territoriales (SET) es mucho más profundo: esas humildes máquinas han hecho felices –al decir del poeta y editor Luis Yuseff– a miles de escritores y a millones de lectores.
Precisamente, la 33 edición de la Feria Internacional del Libro de La Habana tiene entre sus dedicatorias el vigesimoquinto aniversario de este Sistema, fundado por el Comandante en Jefe Fidel Castro Ruz, el 13 de agosto del 2000.
Según ha escrito en un artículo a propósito del tema, el poeta, narrador y promotor cultural Edel Morales, se trata, en resumen, de un «programa nacional de edición de libros asentado en el territorio, dotado de su propio soporte tecnológico, y sostenido con los recursos humanos disponibles en cada lugar».
Y agrega: «Más allá de su considerable aporte al conocimiento y promoción de la literatura cubana del siglo XXI, el SET también puede ser leído como una experiencia cultural exitosa donde se aúnan el conocimiento de la realidad, la voluntad política, la disposición al diálogo, la inclusión de lo distinto y la capacidad de hacer».
En torno a esas ideas se conversó en el panel que el Salón Profesional del Libro –en la sede de la Fortaleza de La Cabaña– dedicó a ese plan, al que también se le conoce como Riso, por las impresoras Risograph utilizadas.
Junto a Yuseff, Roberto Méndez –poeta, ensayista y crítico– resaltó cómo, aunque en los territorios existía una larga tradición de impresiones, con el SET se logró una visión más profesional del trabajo editorial y de la figura del editor.
«Fue un proceso de perplejidades, tanteos, descubrimientos... que incluso cambió la concepción que se tenía de lo que a la gente le gustaba leer, cuando se descubrió que la historia y las tradiciones eran de mucho interés para el público», rememoró.
A pesar de las dificultades con las cubiertas y sus diseños, y con la distribución de los ejemplares, reflexionó Méndez, las editoriales «demostraron que eran de provincia, pero no provincianas»; e incluso cambiaron el canon de la literatura nacional. También se evidenció que podían aspirar a los premios en igualdad de condiciones que las de más larga data, rompiendo así todos los prejuicios y mitos que existían al inicio.
Acerca del hoy –se llega a esta Feria en el proceso de saldar los atrasos de producción–, marcado por el déficit de papel y la complejidad de lograr equipos editoriales completos y preparados, ratificó que no hay que quedarse de brazos cruzados: «El libro es un ser indefenso sin la protección de una editorial y de un editor».










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