ÓRGANO OFICIAL DEL COMITÉ CENTRAL DEL PARTIDO COMUNISTA DE CUBA
Los restos mortales de Corona y Longina descansan en el cementerio de Caibarién. Foto: Radio Caibarién

«Serás algo notable, Corona, yo te lo digo», le vaticinó el maestro Pepe Sánchez al joven que, en 1902, visitó Santiago de Cuba, tierra de trovadores. Y lo fue.

Junto a Sindo Garay, Alberto Villalón y Rosendo Ruiz, Manuel Corona –fallecido un día como hoy hace 75 años– integra la nómina de los grandes de la Trova Cubana.

Hijo de padre mambí, nació en Caibarién, el 17 de junio de 1880. Era un adolescente cuando llegó con su familia a La Habana, en busca de mejor suerte. Consiguió trabajar primero como limpiabotas y luego como tabacalero en La Eminencia, y con sus ingresos logró hacerse de una guitarra. A partir de entonces nada lo detendrá. La música que habitaba en su alma y la poesía con que traducía sus emociones encontraron el modo de concretarse y nació el creador.

Tenía apenas 20 años cuando firmó Doble inconsciencia, un célebre bolero muy popular en Cuba y en México, que se utilizó en la película La bien pagada, con otro nombre, sin su consentimiento y sin darle el crédito. «¡Ese bolero es mío! ¿Por qué han de robármelo, si lo único que tengo en la vida son mis canciones?», denunció entonces. 

 Fue iniciador de las llamadas contestaciones, tan propias de la época y puestas en práctica por los trovadores. Sucedía que una canción trovadoresca se ponía de moda, y entonces otro trovador le respondía. Las respectivamente protagonizadas por Corona y Sindo, fraternales contrincantes, fueron particularmente seguidas por el público.

Compuso también guarachas, romanzas, danzones y tangos. Las desilusiones amorosas, la belleza femenina y la guitarra estuvieron entre los temas que prefirió.  Santa Cecilia, Mercedes, Adriana, Graciella, Animada, Ausencia sin olvido, figuran entre sus composiciones. María Teresa Vera y Rafael Zequeira fueron los principales intérpretes y, por tanto, los fundamentales promotores de sus creaciones. Con la insigne cantora viajó a Estados Unidos, para acompañarla en teatros y en sus grabaciones.

Con nombres de mujer escribió unas 80 canciones, pero ninguna como Longina, la hermosísima composición que escribiera por encargo, por la que es más conocido, y que resulta una pieza antológica en su género. Se cuenta que estando de visita en casa de María Teresa, donde se reunían para hacer sus descargas, llegó un político amigo de la trovadora, llamado Armando André Alvarado, con una hermosa mujer, y le pidió a Corona que hiciera para ella una canción.

A los pocos días, en la voz de Teté, se escuchó por vez primera Longina, con nombre similar al de la joven. Era el 15 de octubre de 1918. Desde entonces, la maravilla que es esa canción, que ya sobrepasa un siglo, no ha dejado de estremecer a quien la escucha.

De los últimos días de su autor mucho se ha hablado. Dado a la bebida, enfermo y desatendido, falleció a los 70 años en un cuartucho de Marianao. En 1968, sus restos fueron llevados a Caibarién. Fueron grandes los honores que se le tributaron y se cantaron, para la ocasión, temas de la trova tradicional. Junto a los del extraordinario artista, descansan, desde 1989, los restos de Longina.

Por estos días, en Santa Clara, los trovadores se reúnen en un festival que honra la memoria de este hombre que dejó en la historia de la cultura cubana una huella perdurable. Longina canta a Corona se denomina el evento que enaltece el valor de la trova y de estos seres que la consumaron.

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