ÓRGANO OFICIAL DEL COMITÉ CENTRAL DEL PARTIDO COMUNISTA DE CUBA
Foto: Fotograma del filme

Propuesta de la Cinemateca de Cuba en su ciclo ¡El cinematógrafo cumple 129 años!, la película Deseando amar (Wong Kar–wai, 2000) constituye una de esas historias románticas eternas, cuyo halo de misterio y magnetismo las hace elegibles por la inmortalidad.

Como en casi toda la obra de su realizador, los dueños del relato son personajes solitarios, en la búsqueda de algo que los supera. Él es un editor de periódico, en el Hong Kong de 1962, década de los recuerdos infantiles de Kar–wai. Ella, secretaria de un empresario.

Ambos, el señor Chow y la señora Chan –así se llaman–, se mudan muy cercanos el uno del otro. Más tarde se enteran de que el esposo de Chan se acuesta con la mujer de Chow. Aunque, como ya veremos, lo que menos le interesa al creador de este aparente trabalenguas es el destino de los adúlteros, elididos en la narración.

Kar–wai ubica su foco dramático sobre la pareja de traicionados, en todo el aluvión de sentimientos que el roce y los días va a arrastrar entre los dos. No obstante, ellos no sucumbirán a la pasión física, porque de esa manera serían –así lo piensan– semejantes a los adúlteros con quienes compartieron existencia y cama. Y lo que están componiendo, segundo a segundo, es tan luminoso y límpido que, a su criterio, no podría soportar la sordidez de tal comparación.

El cineasta trabaja ese amor, entonces, desde una construcción dramática afincada en las gradualidades de la insinuación, la sugerencia, el comedimiento, el susurro, la evocación.

La cámara de su habitual fotógrafo, Christopher Doyle, y de Mark Li Ping–Bing, entrará en inefable juego de observación de cada gesto, musitar o aproximación de los protagonistas, en finísima urdimbre compositiva de planos–detalle, ralentis y fuera de campo, decididos todos bajo un criterio de elevada sensibilidad poética.

Resultan indelebles las miradas de la lente a Maggie Cheung (la señora Chan) envuelta en sus vaporosos vestidos «cheougsam», subiendo o descendiendo la escalerilla en busca de tallarines; o a las volutas de humo del señor Chow (Tony Leung, Mejor Actor en el Festival de Cannes por su rol).

Deseando amar está pletórica de instantes oníricos, de secuencias de rara majestuosidad cinemática, realzados por la banda sonora de aires latinos con que Kar–wai complementa las delicadas atmósferas visuales; conseguidas no solo por la labor fotográfica, sino, además, por el trabajo de montaje de otro habitual suyo: William Chang.

La película está bañada por el indefinible color de la nostalgia, por la extraña majestad de la desolación de dos personajes cuyo peregrinar tras la felicidad será invariablemente infructuoso.

Su platónica relación no consumada, su pasión intuida, su deseo que corre subterráneo como el magma, son seguidos, paso a paso, con suma cadencia y sensualidad, desde un prisma expresivo de alta estilización, que le confiere al relato una dimensión casi sobrenatural, a lo Vértigo, Cold War o La decisión de partir.

La frase «No quiero volver a casa esta noche», que le dice con todo el ángel del mundo Maggie Cheung a Tony Leung, quizá no sea tan conocida, pero debía ser tan recordable como aquella «Tócala de nuevo, Sam» de Casablanca, la inmortal película de Michael Curtiz.

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