
Exhibida recientemente en Cuba, la argentina Culpa cero (2024) es una entretenida comedia dramática, la cual se situó entre las películas nacionales más vistas en su país durante el actual año.
El largometraje forma parte de ese cine industrial que viene filmándose allí desde la época dorada de los años 30 y 40 del pasado siglo. No es Nuevo Cine Argentino, no es vanguardista, no es experimental. Es solo cine comercial bien realizado, y punto.
Aunque sea este el único tipo de películas que le guste al verdugo de esa pantalla, Javier Milei, no por ello debemos olvidar que en una industria resulta necesario toda clase de propuestas. También estas.
Valeria Bertuccelli codirige, coescribe y protagoniza Culpa cero. Es la segunda película como realizadora de una actriz dúctil y eficaz, como tantas y tantos de la extraordinaria escuela argentina. Su largometraje va de escritores reales, escritores fantasmas, plagios, cultura de la cancelación y formas de reinventarse en la vida.
La Bertuccelli incorpora a Berta Müller, una escritora comercialmente exitosa de libros de autoayuda y superación personal, dueña de lujosa residencia, de muy buen pasar económico.
Los rasgos egocéntricos de dicha mujer, y la mala uva destilada en ciertas apreciaciones suyas sobre los demás, contribuyen a conformar los contornos de un personaje rico en matices, el cual la actriz construye con ganas.
Todo cambia en la plácida existencia de la escritora, cuando es acusada de plagiar frases de Gandhi en su último libro. De ahora en adelante, incluso de forma previa a comprobarse la veracidad de las imputaciones, ella pasará al círculo del infierno de los excluidos, algo tan común en estos tiempos de la llamada cultura de la cancelación.
Pero la verdad es que la otrora alabada y ahora apestada escritora (el filme aprovecha para criticar la hipocresía social y su relación con los momentos de alza o baja de las personas) tiene alguien que le escribe sus materiales literarios.
Perezosa y confiada a la máxima potencia, Berta ni siquiera se toma el trabajo de revisarlos antes de ser publicados.
Su «negro» o escritor fantasma es Marta (Justina Bustos), su talentosa asistente personal, una joven quien precisa de la escritora la atención que ella no está animada a brindarle. La única solicitud de la muchacha es que, en algún momento, Berta visibilice su autoría, aunque solo sea en carácter de colaboradora. La manipuladora mujer asiente, dando largas, pero no complace su deseo.
A la sabrosa interpretación de la Bertuccelli se unen la de Bustos y la de Cecilia Roth, en el papel de Carolina, abogada y amiga de Berta. Las escenas en las que interactúan las tres son disfrutables, en medio de una cinta de la cual el principal activo será el personaje central. Este no es de una pieza; también posee virtudes y una fragilidad interior sin parecido a la imagen de seguridad/fuerza proyectada hacia el exterior. Ello se comprueba durante la segunda hora del largometraje.
El único reparo para tener en cuenta ante una buena película comercial como Culpa cero sería la derivación ideológica nihilista e irresponsable que le propone como solución final al personaje de Berta, en tanto forma de rehacer su vida. Es casi tan grave como cometer plagio.












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