El cine está en el centro del cambio de esta época. No es mero entretenimiento, sino también herramienta. La renovación es el futuro; y el reto es conectarnos con los jóvenes desde el audiovisual.
Esas ideas, que parecen dichas para el hoy, pertenecen a Geraldo Sarno (Brasil, 1938-2022), y fueron traídas a la cuadragésimo quinta edición del Festival Internacional del Nuevo Cine Latinoamericano por Alquimia Peña, directora general de la Fundación homónima, en el panel dedicado a ese cineasta y a Sergio Giral (Cuba, 1937-Estados Unidos, 2024).
La especialista dijo que Sarno «es una figura del cinema novo que debe conocerse más, porque fue una de sus más altas voces» y mencionó algunos hitos de su carrera, como el documental de 1965 Viramundo, y la dirección en los años 90 del siglo pasado de la revista Cinemais, «de valor extraordinario como documento de reflexión».
En la ocasión, se recordó que Sarno llegó a la Isla en 1962 como estudiante, conoció a Alfredo Guevara y al Instituto Cubano del Arte e Industria Cinematográficos, y gracias a una beca trabajaría y definiría en Cuba su completa vocación por el séptimo arte.
Justamente aquí, en el Festival, estrenó su última película, Sertania, en 2019. Para su hija y nieta, quienes enviaron un mensaje vía internet, ese hecho fue como cerrar el ciclo de una profunda relación con el país.
La realizadora ecuatoriana Tania Hermida compartió con Sarno en las ediciones del Festival de 2018 y 2019, en encuentros que calificó de iluminadores: «Era mucho más joven que todos nosotros en su voluntad de trabajar en una poética cinematográfica que no estuviera formateada por el mercado».
Si él estuviera hoy presente, nos recordaría que el mercado impone sus lógicas y sus leyes, y justo por eso es que en el relato está la disputa política. Sarno ponía énfasis en formar a las nuevas generaciones en la tradición de ruptura que dio origen al movimiento del nuevo cine latinoamericano, como modo de estar en el mundo, recordó.
Como parte del panel, se afirmó que tanto Giral como Sarno, los cuales compartieron en 1979 el Gran Premio Coral en la primera edición del Festival, con los filmes Maluala y Coronel Delmiro Gouveia, respectivamente, hacían un cine de ideas.
Esa manera de contar hay que preservarla, trascendió; de ahí la importancia de este evento, que tiene el privilegio de ser financiado por el Estado, y por eso hay que pensar no solo en las ideas que defiende, sino además en las estrategias para que lleguen más y mejor a los públicos, muchas veces seducidos por los nombres comerciales. Sin este Festival nos quedaríamos huérfanos, declaró Hermida.
ERA UN ARTISTA
El director de fotografía Raúl Rodríguez, Premio Nacional de Cine, cuya labor en Maluala se encuentra entre los descollantes de su carrera, rememoró el inicio de su trabajo con Giral: «Hacíamos un documental didáctico, pero enseguida descubrí que allí había un artista, porque tenía pretensiones creativas muy logradas».
Rodríguez destacó de entre la obra de Sergio (un hombre de enorme cultura cinematográfica) el docudrama La jaula, donde actuó Tomás Gutiérrez Alea; el documental Anatomía de un accidente, que narraba de manera estremecedora la caída y muerte de un obrero en la estera de un central; así como Cimarrón, basado en el libro de Miguel Barnet; y su primer largometraje, El otro Francisco.
«En sus filmes el trabajo de fotografía era riguroso, y estaba muy cerca de aquello a lo que yo aspiraba», resaltó.












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