Del reclamo de los pueblos afroamericanos al reflejo profundo de su espiritualidad, de las mujeres negras como personajes secundarios, atravesadas por miradas racistas y sexistas, hasta su empoderamiento al tomar las riendas no solo de la dirección y la producción, sino de las narrativas… así el cine se ha convertido en una forma de inclusión en los países de Centroamérica y el Caribe, generalmente tan diversos como polarizados.
Así se comentó en el primero de los paneles de la segunda jornada del viii Taller Internacional Oportunidades y desafíos del audiovisual en el contexto regional, uno de los eventos teóricos fundamentales del Festival Internacional del Nuevo Cine Latinoamericano, que en esta edición se acerca a temas prioritarios para la industria y, más allá, para la gente.
Entre ellos resaltan las miradas diversas y los imaginarios hegemónicos en torno a los pueblos afrodescendientes; el patrimonio audiovisual y la memoria histórica; los retos de la circulación del cine independiente en la región; el devenir del cine latinoamericano y caribeño en los 45 años del Festival; y los nuevos modelos de producción y circulación, así como la formación, entre otros.
Organizado, además de por el propio Festival, por el Instituto de Información y Comunicación Social, la Fundación del Nuevo Cine Latinoamericano y el Instituto Cubano del Arte e Industria Cinematográficos, el espacio reúne desde hace siete años a expertos nacionales e internacionales, y se constituye en «un ámbito de intercambio de experiencias, reflexión y pensamiento crítico para abordar, colectivamente, los grandes desafíos que enfrentan en la actualidad el cine y el audiovisual regional».
En esa línea, el panel sobre patrimonio, preservación y memoria del audiovisual en esta área geográfica demostró cómo el hecho de filmar las costumbres y de tradiciones de una población determinada, o de reflejar a algunos sujetos permite no solo preservar ese legado, sino contribuir a que se le dé valor, a que se sepa que existen.
Para los expertos Ilona Murcia y Daniel Rincón, de Colombia, el cine es un vehículo de identidad y de reconocimiento de la cultura; que ha permitido en una nación tan multicultural como la suya, en la que se reconocen diversas comunidades afro, hablar de las heridas profundas de los pueblos.
Explicaron, asimismo, que en el siglo XXI las mujeres afrocolombianas, negras, raizales y palenqueras se han convertido en protagonistas (delante y detrás de cámaras) de su cinematografía.
La cineasta Teresa Saldarriaga, también colombiana, habló sobre su experiencia filmando en San Basilio de Palenque, «una comunidad de África, en Colombia, parada en el tiempo».
En ese lugar, comentó, se estaba perdiendo la lengua palenquera, porque los profesores decían que era un español mal hablado. Frente a esa otra colonización, al no darle importancia a su habla, el cine recuperó y enalteció tal identidad y todas sus manifestaciones, incluidos los mitos, rituales y prácticas comunitarias.
«Fue un proceso –explicó la Directora–que cambió mi forma de ver el documental. Percibí que yo era una herramienta». Y dijo sentirse feliz por cómo esa lengua –que es un vehículo del pensamiento– pervive, y la gente se siente propietaria de ella, y feliz por poder usarla.
.










COMENTAR
Responder comentario