Las escenas son cotidianas, 29 episodios del día a día de una nieta con sus abuelas y abuelos: baldear la casa, bañar al perro, dormir la siesta, conversar en la mesa, asistirlos en la invalidez y la enfermedad… Las fotografías hablan de amor, de sostén y, sobre todo, ponen el acento en lo mutuamente enriquecedora que puede ser la relación entre esas dos generaciones en polos opuestos de la vida.
Moník Molinet (Pinar del Río, 1989), la artista, quiso fabricar una memoria que no tuvo. Gracias al relato de varias amigas, proyectó su deseo y construyó recuerdos, si bien instrumentalizados por el arte, en buena medida, verdaderos. «Todo lo que está allí, sucedió realmente», dice.
El resultado de ese proyecto, luego de hacer un casting a cien actrices y actores adultos mayores, seleccionar a nueve, y Moník autorretratarse con ellos, dio lugar a la exposición Abuelas y abuelos prestados, que como parte de la selección oficial de la 15 Bienal de La Habana, se exhibe desde el 17 de noviembre último y hasta el 28 de febrero, en Malecón Art 255 (Malecón entre Blanco y Galiano).
¿Cómo crear una identidad a través de la fotografía? fue una de las preguntas en las que se enfocó la artista visual, y pretendió reflejar pilares fundamentales entre nieta y abuelos: el tiempo de ocio, el trabajo en equipo, y las cosas que hacen una por los otros, y viceversa; en un recorrido desde una abuelidad más joven y vital hasta aquella que necesita de cuidados.
Además de la recreación de una sala doméstica, donde se proyectan videos del proceso, y las instantáneas distribuidas en los dos pisos de la edificación, con pie de fotos a manera de los álbumes familiares, el proyecto también incluye una gigantografía de cien metros cuadrados, desplegada al costado del cine Payret.
En la construcción visual de la intimidad, Moník no teme revelar las costuras de la representación; influida por Brecht, rompe la «cuarta pared», y mira directamente a quien mira, cada vez más, logrando un extrañamiento que funciona como puerta a la reflexión del espectador sobre su propia memoria. Porque, efectivamente, si en Abuelas y abuelos… resaltan la esmerada dirección de arte y la pericia técnica, el concepto es igual de poderoso.
«Este es uno de los primeros proyectos donde pretendo llevar la idea hasta las últimas consecuencias», explica Moník.
«Quiero que sea una ventana para ver a los abuelos, un vehículo para conectar desde la empatía con las personas ancianas, celebrarlas y celebrar la relación con los nietos, un amor que se suele dejar por debajo en la escala jerárquica. Y también que se entienda que la familia no es solo la sangre, sino lo que compartimos».
La artista muestra su búsqueda, y tampoco oculta la exploración de su poder como fotógrafa para resignificar relaciones. Por primera vez en la Bienal, y luego de diez años haciendo autorretratos, afirma que estar detrás de la cámara y elegir qué historias contar, empodera.
Añade, asimismo, que su trabajo siempre debe estar en contacto con la realidad, por eso el lugar de la exhibición funcionará como punto de acopio de donativos para personas ancianas del país, y sede de actividades que promuevan la inclusión de este grupo etario y el pensamiento sobre sus desafíos.










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