ÓRGANO OFICIAL DEL COMITÉ CENTRAL DEL PARTIDO COMUNISTA DE CUBA
Alberti no se reconocía en ninguna otra profesión que no fuera la de poeta. Foto: Alberto Schommer

En sus palabras la poesía tuvo muchas razones: la belleza, los parajes amados, la duda, la zozobra, el vacío interior, la lucha por los otros, la revolución... Nunca parecían faltarle las maneras de decir, tenía el sentimiento y la técnica; más justo sería decir que le sobraban; era un poeta natural.

Rafael Alberti (Cádiz, 1902-1999) se había iniciado en la pintura, no sin cierto éxito. Pero la pérdida de un ser querido junto a un breve retiro por enfermedad, le revelaron que los versos eran su vía para comunicar. El autorreconocimiento sería absoluto y definitivo: «No tengo ninguna profesión; es decir, solo soy poeta»

Su primer libro, Marinero en tierra (1924), considerado por la crítica como «inesperadamente magistral», lo situó de lleno en el paisaje lírico español:

¡Oh mi voz condecorada / con la insignia marinera: / sobre el corazón un ancla / y sobre el ancla una estrella / y sobre la estrella el viento / y sobre el viento la vela!

A finales de la década del 20, una profunda crisis existencial, que le conmovió los cimientos de la fe, cambió el curso de su vida y, por ende, de su escritura.

De esa circunstancia nació un poemario capital, marcado por las imágenes surrealistas, que se inscribe no solo como su obra maestra, sino como un texto fundamental de la Generación del 27: Sobre los ángeles (1927-1928).

Uno de los poemas que lo integran, Los ángeles de las ruinas, reza: Se murmura en el cielo de la traición de la rosa / Yo comento con mi alma el contrabando de la pólvora, / a la izquierda del cadáver de un ruiseñor amigo mío. / No os acerquéis.

En Literatura del siglo xx (Vicente Tusón y Fernando Lázaro, 1989) se afirma: «Tanto en las estrofas clásicas como en las formas novísimas, Alberti muestra la misma riqueza de inspiración y el mismo virtuosismo que antes brillaba en su asimilación de lo popular. Su dominio técnico raya en lo inconcebible (...) se nos presenta como uno de los poetas más completos de la lírica contemporánea»

Pero no se detuvo solo en la experimentación literaria. Se afilió al Partido Comunista y mantuvo, junto a su esposa, la escritora María Teresa León, una intensa actividad política, acrecentada durante los años de la Guerra Civil.

Luego vendría el prolongado exilio (París, Buenos Aires, Roma). La patria no saldría de sus nostalgias:  Hoy las nubes me trajeron, / volando, el mapa de España (...) Entré en el patio que un día / fuera una fuente con agua (...) Y el agua que no corría / volvió para darme agua (Canción 5). En 1977 pudo volver, al fin.

Varias veces visitó Cuba el poeta español, su relación con los creadores de la Isla fue de mutua admiración e influencia. En 1991 Fidel le impuso la Orden Nacional José Martí, y la Universidad de La Habana le confirió el título de doctor Honoris Causa en Artes y Letras; también se le declaró en La Habana Huésped Ilustre; recibió la Llave de la Ciudad y la condición de miembro de Honor de la Unión de Escritores y Artistas de Cuba.

Premio Cervantes, en 1983, en la obra de Alberti –quien también cultivó la dramaturgia y gestó algunos libros en prosa– resalta la variedad de temas, tonos y estilos; y, sobre todo, el compromiso: «Antes mi poesía estaba al servicio de unos pocos. Hoy no. Lo que me impulsa a ella es la misma razón que mueve a los obreros y a los campesinos, o sea, una razón revolucionaria».

A 25 años de su muerte, su recorrido vital habla tanto a la contemporaneidad como el legado literario. Sobre el viento permanece la voz que no quedó indiferente al dolor y el deber de su tiempo.

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