Rolando Pérez Betancourt en nosotros

Toda pérdida de un ser querido es inmensamente desgarradora. La muerte de Rolando Pérez Betancourt -por complicaciones asociadas a una reciente enfermedad hematológica-, deja su casa incompleta, con el peso doloroso de una ausencia irreparable para Granma, diario del que fue su fundador cuando tenía unos 20 años, y donde ejerció siempre una admirable libertad de pensamiento sin faltar a la verdad.

Desde que comenzó en el periódico Hoy -con solo 16-, nunca le faltó el apoyo de los comunistas, empezando por Blas Roca Calderío, quien no puso límites a su vocación por tener entonces un octavo grado, impuesto por el contexto de la época y las precariedades sufridas por su familia. No dudo que esa escuela de confianza y aliento que encontró allí fue moldeando su conducta cabal y rigurosa, y también su carácter reflexivo y audaz para ver más allá de lo epidérmico.

Rolando llegó a definirse en cierta oportunidad como un alfabetizador del gusto, una condición que defendió apasionadamente por más de 45 años en nuestras páginas como crítico cinematográfico, y más de 25 en la televisión cubana, dueño de un tono profundo, equilibrado, convincente y empático, con el que conquistó el respeto de lectores y televidentes.

En él no solo tuvimos a un excepcional profesional, con cualidades y valores que le fueron reconocidos con el Premio Nacional José Martí y otras distinciones, sino a un caballero, dueño de una integridad conmovedora, y a un compañero y amigo sincero, de limpia mano franca.

Podría decir mucho sobre él, pero nada le hace más justicia a su vida que su lúcida obra periodística y literaria, su entereza como intelectual y revolucionario orgánico, su ejemplar militancia, su huella entrañable y pedagógica en nuestros mejores recuerdos y su infinita entrega a la familia que honró y cuidó con amorosa devoción.

*Palabras de homenaje publicadas en Facebook por la directora del periódico Granma, Yailin Orta Rivera