CARACAS, Venezuela. –La sonrisa de Yanila –la reina– es como de miel cuando entra a la Colmenita Bolivariana. Desde que se acerca, una abejita lo anuncia: «¡ya vieneee!», y se alborota el enjambre de Ciudad Tiuna, atendido por esta joven cubana, instructora de arte y asesora de la misión Cultura Corazón Adentro.
— «¡Estábamos locas porque llegara!», le dice Ágatha –la abejita anunciadora.
— «Y ansiosa yo por llegar» –responde su majestad, con la mirada como en posesión de la luz de Yara, pueblito granmense desde donde emprendió vuelo hace cuatro años, y se detuvo 1 529 kilómetros al sudeste, en Caracas.
A hacer que crezca el «apiario» creado hace más de 12 años aquí, por compatriotas de ella e iniciativa de Fidel y Chávez, Yanila Rodríguez Gómez dedica empeño y talento; cada encuentro con sus «pichones» la recompensa, confiesa, «porque evolucionan por día».
«Niñas y niños a los que en sus inicios no se les entendía nada, unos porque arrastraban dificultades en la expresión oral, y otros porque los inhibía el miedo escénico, hoy suben al escenario y defienden textos complejos, con seguridad y proyección escénica tales, que no puedo evitar asombrarme», elogia la joven, en el idioma de la pasión.
Cinco de los 96 núcleos colmeneros atendidos por 14 asesores cubanos en igual número de estados de Venezuela, según Yoel Vargas, asesor nacional del proyecto, funcionan en Caracas, bajo la inquieta pupila de esta muchacha, al frente de un quinteto de instructores caraqueños.
«Son en total 150 niños, distribuidos en las colmenitas de Caracas», explica Yamila; «llegan a ellas a través de un proceso inclusivo, no selectivo; aquí el interés del pequeño prevalece por encima de la aptitud que posea; trabajamos con todos».
De esa filosofía, que le ha deparado «muy agradables sorpresas», la joven se apropió en la escuela de instructores de arte de Holguín, donde «tantas veces el profesor Carlos Bonaga me repitió que le gustaba más trabajar con personas que por encima de vocación tuvieran voluntad para hacerlo; así lo valida la experiencia mía en Venezuela, sigo aferrada a ella».
Al enjambre de Yanila se le ha visto arrancar aplausos y humedecer mejillas en disímiles espectáculos, algunos de gran envergadura, como el que saludó el bicentenario de la Batalla de Carabobo. Hay que verlos para entender a Nancy Belandria, la madre de Ágatha; «la Colmenita es un prodigio cubano, ¡desde que llegó aquí mi niña ha cambiado tanto!; de veras, no sé cómo agradecerlo».












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