ÓRGANO OFICIAL DEL COMITÉ CENTRAL DEL PARTIDO COMUNISTA DE CUBA
Alba de Céspedes y Bertini Foto: Wikipedia

Hace ahora un cuarto de siglo falleció en París, a los 86 años, la escritora Alba de Céspedes y Bertini, calificada de italo-cubana en tantos sitios de la web, pero ella misma llamó a Cuba, «mi tierra».

Su abolengo viene de la literatura y la familia; nieta del Padre de la Patria, Carlos Manuel de Céspedes, e hija del embajador y brevemente presidente de Cuba en la seudorepública del siglo pasado, Carlos Manuel de Céspedes y Quesada.

Nació en Italia, vivió en Francia y Estados Unidos, y pasó temporadas en Cuba, su última visita fue en 1977. Su «empecinada fidelidad a esta tierra», al decir de la intelectual cubana Graziella Pogolotti, puede advertirse en sus palabras luego de la celebración, precisamente en La Demajagua, por el centenario del inicio de las luchas por la independencia de Cuba en octubre de 1968, que encabezara su abuelo:

«Amo todo de ella: la franja turquesa de su mar, el verde tupido de los montes, de los bosques, las grutas donde los indios trazaron misteriosos signos premonitorios y las cavernas recorridas por el vuelo de los murciélagos; las breves lluvias torrenciales y el luminoso arcoíris; la opalescencia de sus auroras y el torrente de fuego de sus crepúsculos. Amo los grandes privilegios naturales de los que goza y los peligros a los que siempre ha estado expuesta, pues la han obligado a medirse consigo misma, y cada día la amo más por el heroísmo con que se ha tejido su breve historia».

Tiene una larga y multifacética obra. Trabajó como periodista en la década de 1930 para revistas, diarios, la radio y en 1935 publicó, entre sus primeros textos breves, L'Anima Degli Altri y en 1938 su primera novela, Nadie vuelve atrás.

Publicada por primera vez en Cuba en 2003, editada por Olga Marta Pérez para Ediciones UNION, cuenta en sus primeras páginas con un «agradecimiento a la familia de Alba de Céspedes por su generosidad».

Precisamente acerca de este texto la Dra. Pogolotti, en el prólogo a esa primera edición cubana, apunta: «Escrita en tiempos de cólera callada, eludiendo la censura fascista, Nadie vuelve atrás asume una tradición feminista lúcidamente. Palpita en su obra el espíritu emancipatorio heredado por vías secretas de su abuelo Carlos Manuel, fundador de la patria».

Pogolotti habla de «la singular trayectoria de esta nieta de Carlos Manuel de Céspedes (…) Las circunstancias le abrieron horizontes hacia otros confines (…) sin perder por ello el contacto con la isla de sus antepasados, a la que retornó una y otra vez y siguió viniendo después del triunfo de la Revolución».

Alba fue una adelantada. En Nadie vuelve atrás, relectura propiciada ahora por la pandemia, relata las vivencias de ocho muchachas diferentes por su procedencia en la geografía italiana, Milán, Florencia, Calabria, Cerdeña y hasta España, y por su origen social, en la Italia fascista.

La novela fue acogida con enorme éxito, como puede leerse en la contraportada de UNION, que regala opiniones de críticos italianos de la época: «Ocho diferentes destinos de mujer, contemplados, sufridos, narrados con firmeza, plenitud, preciso análisis psicológico, duro y despiadado realismo» (Ada Negri, Milan,1939); «Novela coral, pintoresca y llena de fantasía (Lorenzo Gigli, La Gazzeta del Popolo,1939), y la última, de Silvio Benco en Il Corriere Padano, 1939, «…es la novela de una verdadera novelista, que mezcla con osada habilidad los naipes de ocho destinos…».

Nadie vuelve atrás fue prohibida por la censura fascista en su decimoséptima reimpresión, como lo fue también la novela La Fuga (1940).

Alba se convirtió en una escritora de éxito. En una selección de sus obras, además de las ya mencionadas, encontramos Prisión (1936), Yo, su padre (1936), Concerto (1937), El libro del forastero (1946), De la parte de ellas (1949), Cuaderno prohibido (1952), Los afectos de familia (1952), Entre mujeres de sol (1955), Invitación a almorzar (1955), Antes y después (1956), El remordimiento (1967), La muñecona (1967) y Canción de las muchachas de mayo (1968), que marca la irrupción en su obra del francés como segunda lengua literaria.

Hay que añadir libros como Sin otro lugar que la noche (1973), En la oscuridad de la noche (1976) y la novela, inconclusa y publicada post mortem, Con gran amor, escrita en París, donde Alba residió los últimos 30 años de su vida, como señala Marina Zancan, su albacea literaria, en el epílogo para la edición cubana de Nadie vuelve atrás.

El archivo personal de la escritora y su biblioteca se encuentran en Milan, en los Archivos Reunidos de las Mujeres. Zancan escribe en el texto citado que, estudiando sus papeles, ha descubierto la pasión profunda que ligaba a Alba a su tierra de origen: «Allí, emergido de aquellos mares ricos de historia y de leyendas ese gran caimán verde. Es mi lugar predilecto, mi tierra. Desconocida, lejana sin embargo ella me recibió al nacer… y yo, viviendo, la he escogido, por sus glorias y sus dolores».

Alba de Céspedes fue una intelectual de calibre, de talento, estilo y compromiso que escribía con el cerebro… y con su cubano corazón.

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