¡Qué paradójica es la vida! Hoy lunes en la mañana contaba a una amiga en las afueras de la Biblioteca Nacional José Martí, sobre la alegría de mi hijo por haber asistido al concierto de Silvio Rodríguez en Madrid, y que desde La Habana yo había podido escuchar, gracias a internet, el instante en que el trovador cantaba La Maza, acompañado por miles de personas. Esto le refería a mi amiga, cuando me llegó un mensaje que cambió por completo mi estado de ánimo: Marta Rojas había fallecido. ¡Qué dolor más instantáneo! ¿Cómo era posible algo así, si no hacía mucho que habíamos hablado con enorme entusiasmo de su próxima novela? Incluso, planeábamos acciones… Sabía de su edad, pero Marta era de esa clase de seres sobre los cuales no contaban los años. A su lado y en sus novelas solo podíamos respirar y sentir plenitud vital, alegría, calidad y candidez humana. Por eso siempre insistía en mis comentarios en torno a su novelística histórica, que ella era un ser, una escritora, que irradiaba juventud, deseos de vivir. A su lado uno rejuvenecía. Por ello, no alcanzo ahora a creer esta dura realidad. Marta, hoy no puedo pensar mucho. Hasta siempre, querida amiga.

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Claudio Vigoa dijo:
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5 de octubre de 2021
10:48:07
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