ÓRGANO OFICIAL DEL COMITÉ CENTRAL DEL PARTIDO COMUNISTA DE CUBA
Fotograma del filme El pacto de Adriana.

No es verdad que el tiempo todo lo cura… Adriana Rivas, quien fuera cercana colaboradora del Jefe de la DINA, la policía secreta del dictador Pinochet, será extraditada a Chile y deberá responder por sus crímenes... Es una noticia que los cintillos de Telesur anunciaron por estos días.

Con una cámara dinámica, skype, teléfonos celulares, selfies, todos los recursos son usados por la cineasta chilena Lissette Orozco. Se sumerge en una investigación sobre el pasado y la intimidad de su tía Adriana, fiel colaboradora del más represivo de los dispositivos pinochetistas: la dina. Así nace el filme El pacto de Adriana.

La chilena  se propuso mostrar (y lo logra) «sacarles» a todos los involucrados posibles, y frente a cámara, el mundo interior, sus dos caras o más a sus personajes. Unos piden justicia y otros, en ese mismo instante, reverencian a Pinochet. Recreación emocional y también evidencias, archivos, fotos, y testimonios directos. Impacta la historia que se cuenta de Adriana y se va del sentimiento íntimo al descubrimiento de zonas oscuras de su vida, a la complicidad y participación real y consciente.

En La Habana vimos el documental en el Festival Internacional de Cine. Alcanzó un relieve especial: público, crítica y jurado coincidieron y le otorgaron uno de los Premios Corales. El documental muestra una vocación de participar, desde el cine, en el flujo de ideas, la descripción de conflictos y los debates sociales de su país. La memoria como rescate, búsqueda, encuentro en el proceso creativo en el cine, no importa si es ficción o documental, aborda una zona de la historia más reciente de América Latina, combinando recursos narrativos y poéticas personales.

Instinto, conciencia de que, si no filmaban esos sucesos, si no contaban lo que conocían o vivían, terminarían por ser borradas, pero aun así las imágenes existen, el testimonio, la memoria es evocada (¿convocada?) una y otra vez.

El impacto, a través del argumento que se cuenta, va del sentimiento al descubrimiento de zonas oscuras de la sociedad y, entonces, se conectan con realidades del presente que, en algunos casos, iluminan prácticas políticas, enfoques ideológicos. No sabíamos (todavía no se sabe)hasta dónde ha calado y está vivo el pinochetismo en Chile. El despertar chileno quizá empezó, poco a poco, y el filme El pacto de Adriana,  pudo ser –quiero pensar que fue así– un anticipo que anunciaba un rencuentro con la verdad, que funciona como un mecanismo liberador.

Existe una relación directa, estimulante, entre las nuevas tecnologías y el cine. Lissette Orozco lo sabe, se apropia de todos los dispositivos de las tic, los convierte en memoria viva –incluidas las USB– para transportar al infinito fragmentos de noticias, fotos, grabaciones, documentos…, que registran no solo el descubrimiento de la verdadera Adriana, la que volverá, en otro ángulo de la realidad, a enfrentar hechos y verdades en una suerte de epílogo de un conflicto de intensidad y dureza extrema.

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