«Cuando el inconformismo no es suficiente, cuando la vanguardia es ineficaz, hay que hacer una revolución», escribió el escritor polaco Slawomir Mrozek. Con esa sentencia llego a Guillermo Jiménez. Le pregunto a quemarropa:
–Del inconformismo universitario, la lucha clandestina, ¿cómo llega a la Revolución? Estamos en 1957 y usted tiene 20 años. Una sola pregunta: ¿la Revolución?
–Una sola pregunta y un solo tema, pero son millones de temas y preguntas, y millones de recuerdos… Está bien, para ilustrarme, ¿puedo hacer una pregunta? ¿Cuál es tu propósito?
–Una película, tal vez.
–Entonces, ¿sobre qué hablamos?
Usted es un sobreviviente de muchas cosas… de etapas, de un contexto que mezcla heroísmo, coyunturas históricas, intransigencia, dogmatismo, necesidades puntuales de un momento. A veces imposibilidad o dificultad para recordar.
–Recuerda que la curiosidad mató al gato. Me voy a situar en «mi fotografía», la de mi memoria. Cuba es un caso bastante inaudito… Un proceso revolucionario tiene leyes muy particulares y diferentes del resto de los procesos sociales y políticos. En el 59 estoy dirigiendo el periódico Combate. Estar en él me permite mirar todo el panorama como desde un firme o una terraza, como si estuviera viendo un filme, y es que la lucha política, también ideológica, se va a dar sobre todo en el seno de las fuerzas revolucionarias. ¡Eso es la Revolución!
Acabamos de ver una edición del Noticiero Icaic. La imagen está detenida en Jimenito. Una foto-ficha recuperada del Buró de Represión de Actividades Comunistas. Otro plano, tiene 27 años, viste uniforme verde olivo. Ahora en la computadora está la imagen de Marta Jiménez, en 2016. Ante la tumba de ella le escucho decir: «recuerdo cuando la conocí en 1956».
Guillermo improvisaba un adiós posible. Vuelvo a leer la evocación y entonces lo veo a él. Esa tarde nos confió algunos sentimientos: «El esqueleto del que está construido un revolucionario son los valores y los principios, (…) los valores están por encima de todo, y se tienen que mantener con la Revolución en el poder, (…) para que no ocurra ese adagio terrible que dice que los pueblos que olvidan su historia están condenados a vivirla por segunda vez».
Volvemos a la realidad de este día del siglo xxi. En una pared, casi clandestino, nos observa un Julio Antonio Mella provocador, pintado por Servando Cabrera Moreno. El rostro transmite ternura y fuerza.
Jimenito endereza el cuadro y se da cuenta de que hemos estado filmando. Detiene la acción y dice: «Sobreviví. Es algo que jamás voy a volver a vivir o a ver, no con aquella intensidad. Estoy vivo. Ya no tengo ni 20, ni 22 años. Esta tarde estoy tomando té verde, sentado, tranquilo. Soy revolucionario, biológicamente revolucionario. Eso no me lo puedo quitar, aunque han pasado muchos años».












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Domingo Amuchastegui dijo:
1
12 de mayo de 2020
10:53:04
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