Entre los títulos que están a la venta en La Cabaña, sede principal de la 29 Feria del Libro, unos 200 están concentrados en el Pabellón de Saldo, ubicado en la bóveda K-8.
Con gusto pueden verse los rostros de los que hasta allí se llegan, que no son pocos, al hallar libros (no de uso, sino los llamados de lento movimiento) con precios de entre uno y cinco pesos, en su mayoría, aunque puede haberlos de hasta 25, pero solo aquellos que, a su vez, tuvieron originalmente un precio más elevado.
El salón recibe muchas visitas, comentó a Granma Vivian Falcón, jefa del citado pabellón. «Aquí se venden los libros de ediciones anteriores, que se han ido quedando y ahora pueden tener otra salida. La propuesta de precio tiene una excelente acogida y, después, los que finalmente no salen van a las librerías con este mismo precio», explica.
Variadas son las temáticas de los libros que se ofertan en este espacio. Títulos como La voz en llamas (selección poética de Rubén Martínez Villena y Mirta Aguirre); Las praderas sumergidas, de Raydel Araoz (Premio Alejo Carpentier de Ensayo); La novela de la poesía, de Tamara Kamenszain (Premio de poesía José Lezama Lima, Casa de las Américas 2015); Cartas a Julio Orlando, de Dulce María Loynaz, y Milanés, las cuerdas de oro, de Urbano Martínez Carmenate (Premio de la Crítica), por solo citar algunos, figuran sobre las mesas y, si bien llevarlos a casa ahora resulta una muy económica oportunidad, no es menos cierto que su presencia allí habla también de una inefectiva labor de promoción.
Al «recorrido» que entraña el nacimiento de un libro, desde escribirlo hasta ver en letra impresa lo creado por el autor, le es inherente también su adecuada visibilidad. Cuando un libro no tiene aceptación, ni siquiera un precio irrisorio invita a llevarlo a casa. Sin embargo, no es lo que sucede con muchos de los que en este salón se comercializan, más bien, los libros de lento movimiento se movilizan con esta oferta y finalmente pueden hasta agotarse.
Toca a los promotores, editores, libreros, maestros, a los profesionales del libro, pensar en cómo dinamizar esta parte importante de un producto que, en Cuba, para asombro de muchos de los extranjeros que nos visitan, tiene un altísimo valor cultural.
Si bien el libro generosamente se subsidia, para que satisfaga la demanda de todos, merece también recuperar en lo posible su costo, para beneficio de la propia industria editorial, la cual no está exenta de las presiones asfixiantes, a causa del bloqueo económico que sufre la Isla.












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Ian dijo:
1
14 de febrero de 2020
05:19:14
Ruben Real Braña dijo:
2
14 de febrero de 2020
09:54:48
Tatiana zaldivar dijo:
3
15 de febrero de 2020
08:43:52
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