ÓRGANO OFICIAL DEL COMITÉ CENTRAL DEL PARTIDO COMUNISTA DE CUBA
La ciudad está en Festival Foto: Ariel Cecilio Lemus

Películas-Cine en construcción, de eso se trata el Concurso de Post-Producción, el menos conocido de todos los esfuerzos que se coordinan cada año para ayudar a la terminación de futuras películas latinoamericanas. Nació en 2008 y hasta 2014 se llamó Premio de Post Producción Nuestra América Primera Copia. En 2015 se transformó en el Premio Coral de Post Producción, se creó el espacio Industria con patrocinadores como Aracne dc y Arte Sonoro de España, La Burbuja Sonido (Argentina) Boogieman Media (Argentina), Habanero (Brasil), que aportan los procesos industriales. Ese es el contexto y en esta oncena edición del certamen se recibieron casi un centenar de copias de proyectos, 21 de ellos dirigidos por mujeres, que buscan llegar a las pantallas.

Un jurado tendrá que debatir y acordar con los patrocinadores la ayuda este año entre cuatro documentales y cuatro ficciones. Una competencia muy equilibrada que ha resuelto de manera significativa el uso de la técnica y los recursos narrativos, que desarrollan un nuevo concepto de la puesta en escena y van borrando las fronteras o límites de géneros. Notables saldos ha dejado ya el concurso, tal como lo demuestran las cintas que a continuación referimos.

¿Vida profesional y maternidad? Cómo hacer un documental sobre este asunto si no se es madre. Tal es el conflicto que plantea Años cortos días largos, una contradicción que termina por implicar la vida privada y la sociedad, y son las preguntas que la argentina Silvia Estévez y la salvadoreña Andrea Bilbao ponen en primer plano en sus filmes. Temas y conflictos femeninos abordados y analizados desde la realidad social. En Blanca, oscura, negativo, la convocatoria a un «casting» nos enfrenta al conflicto del aborto y su judicialización en El Salvador, en un drama que ha dejado de ser personal para convertirse en denuncia y reclamo de derechos sociales y políticos. Retrato duro, bien estructurado, de un país atrapado en una moral casi religiosa y excluyente. Un caso real y verdadero que causó conmoción.

Revelaciones como las que en 2016 nos pasó con el documental Filiberto, con una estructura sólida y un equilibrio importante entre información y narración dramática: «Un músico profesional abandona su trompeta y su familia para vivir una vida clandestina a favor de la independencia de Puerto Rico, incluyendo la revolución armada», eso es lo que nos cuenta en su obra el boricua Freddie Marrero Alonso. Filiberto, de Puerto Rico/Venezuela alcanzó este Coral, su copia fue vista por su público natural: los boricuas.

Pensemos en los músicos del Buena Vista Social Club y verán a Lesli, Monchi, Ringing Bell, Palmer y otros miembros del grupo Los amigos. Un memorable concierto es el punto de partida, desde donde se reconstruyen y repasan no solo sus vidas. Oyéndolos cantar y bailar asistimos al desgarramiento
personal, al racismo, al olvido de una historia panameña escondida, pero que existe. Una noche de Calypso es eso y su existencia desde 2016 se debe a que recibió financiamiento de Post Producción. Ahora sabemos más de Filiberto Ojeda y del grupo Los amigos, de Panamá.

Una cámara sigue, implacable, a la hija del que fue jefe de las guerrillas del m-19 de Colombia. Busca a su padre muerto. Poco o casi ningún dato de quién era Carlos Pizarro. En estos documentales, por ejemplo, se da una feliz alianza entre la historia y la imagen rescatada. Así Pizarro está presente en medio de la tormenta social y el debate de un conflicto-país que vive Colombia. ¿Hay Paz en Colombia?

Ana se sumerge en la memoria, con una cámara digital. Sabe que, en Guatemala, la tarde del 13 de febrero de 1982, su padre fue desaparecido como otras 45 000 personas. Historias que todavía no se han contado o se esconden y es por eso que filma La asfixia, tiene ya una primera copia y confiesa: «Aún me falta el verdadero reto, que lo vea el público de Guatemala».

No son ejemplos únicos, una nueva generación interroga desde el cine el pasado. No hay espacios vitales donde no estén presentes y agudas la violencia, el miedo y las dificultades para alcanzar la verdad o parte de ella. Se trata, como dice Ignacio Ramonet, de la «incómoda confrontación de los hechos… rechazo a la aborrecible simplificación de la realidad».

Il siciliano, de Carolina Adriazola y José Luis Sepulveda, parece una ficción, pero es un documental. Sharing Stella, de Kiki Álvarez, asume un tono documental y es una ficción. En ambos casos los autores se proponen sacarle a los protagonistas frente a la cámara su mundo interior, las dos o más caras que usan. La cámara digital impacta y determina la factura y la autenticidad que alcanzan. El inmigrante acepta hacer el juego de actuar y los verdaderos actores en un singular trabajo de mesa revelan su mundo real. Un vértigo de vivir y la soledad. Emoción y reflexión se encuentran en cada una de estas propuestas. Películas que no están desfasadas de la realidad.

¿Qué pasará en el concurso de 2019? Aún no lo sabemos. La muerte, las desapariciones desde ángulos y estéticas diversas. Tráfico de mujeres, indolencia cómplice de las autoridades, una historia que poco a poco en un sostenido y eficaz desarrollo dramático se convierte desde su especificidad en un relato cercano a realidades cotidianas de América Latina: Diablada, Chile/Venezuela, de Álvaro Muñoz Rodríguez, nos implica.

Sobrevida más allá de la muerte corporal y un laboratorio creado para llegar a otra dimensión que lo hará posible, viaje a lo sobrenatural, sin efectos especiales es la propuesta de Inmortal, Argentina, de Fernando Spiner. Espiritualidad, encantamiento del amor o del desamor, una suerte de ángel perverso y provocador encarnado en una bella joven sale ¿cada noche? Para descubrirlo ella actúa como detonante de los más oscuros deseos y sentimientos que habitan al ser humano y es el tema que desarrolla Malos pasos, Chile, de Eduardo Rivera Aburto.

Alguna vez las oímos como noticia y ahora regresa lo que cuentan David Kohan y Gustavo Anselmi en el documental mexicano Trimmigrants. Es la ruta de la marihuana desde una próspera granja californiana. Pocas veces aparece en los circuitos de exhibición el tema de las tierras indígenas que compran las transnacionales por cuatro centavos, dividen las familias, desprecian creencias y cultura. Ese es el argumento de Los ángeles no tienen alas, de Ecuador, filme que aspira a terminar Enrique Boh. Más que un reencuentro familiar (y lo es) nos sumerge en las diferencias y confrontaciones no solo culturales en Os libres do Bairro de Al Alzaharaa. En el Brasil de hoy los directores Isabel Joffily y Pedro Ross documentan cómo sobreviven sirios que huyendo de la guerra dejan atrás familia, costumbres e identidad. Comparar vivencias es el eje del reencuentro de padres e hijos.

Una y otra vez nos invitan a vivir una experiencia que nos hará salir del cine siendo otros. Imágenes, películas que hablan de un instante particular, de recuerdos latentes muchas veces llamando la atención y lo hacen desde cualquier estética y recursos narrativos como claves para interpretar, adelantar el futuro. Brecht alertó acerca de «las dificultades para (des)escribir la verdad». Imaginar y crear.

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