ÓRGANO OFICIAL DEL COMITÉ CENTRAL DEL PARTIDO COMUNISTA DE CUBA
Un traductor (2018), coproducción cubano-canadiense. Foto: Fotograma de la Película

–Él: Tú no has visto nada en Hiroshima. / –Ella: Sí lo he viso todo. /–Él: No, tú no has visto nada en Hiroshima. Es el inolvidable diálogo de Margarite Duras que inicia el filme Hiroshima, mon amour y define que su guion es sobre la memoria y el olvido. Una escueta y dura declaración de la crueldad humana.

Años después, Emily Watson interpreta a una científica en la serie Chernóbil y en el capítulo cinco dice al Tribunal que juzga los hechos algo así: detrás de la trágica cadena de toma de decisiones erradas que precedieron la explosión del reactor nuclear había o estaban también seres humanos.

Es una experiencia excepcional poder construir un universo alrededor de obras que abordan un mismo asunto. La serie de HBO y el filme Un traductor cuentan la historia de Chernóbil. Nos pone a pensar o sencillamente a querer saber cómo y por qué pasó, se identifican intenciones diferentes que no impiden verificar en más de un sentido cómo impactan conflictos y sucesos, sin importar cuánto tiempo ha pasado. Un razonar que invade el territorio de la ideología y nos exige asumir una posición, la condición humana es la esencia de Chernóbil.

La miniserie Chernóbil en cada capítulo va enhebrando una historia múltiple que reconstruye y recrea la información y los hechos desde la ficción y lo hace casi cronológicamente. Sobresalen la sobria construcción dramática, diálogos escuetos, actuaciones contenidas que no ceden ante el melodrama, apela a la emoción, va desarrollando una intensidad que alcanza en las escenas de los mineros –sin dudas– un momento especialmente logrado. Ellos saben –como nosotros los que miramos el capítulo– el drama que viven y cuál es su destino. Secuencia tras secuencia se van retratando los procedimientos políticos; escamoteo de la verdad, falta de información, la necesidad de alertar a la población, de asumir el problema, se convierten en la piedra angular de la serie. El ocultamiento, la dilación para enfrentar el conflicto por parte de la dirección política rusa del momento arrastra a los científicos implicados en acciones que terminan por envolverlos a todos y cada uno. Con estos datos se arma la serie convencional, de excelente factura, que en sus detalles pudo o no ser así, pero no cambiaría la gravedad del desastre. La crisis moral y ética tiene en la escenificación del Juicio un clímax, allí se monta un tribunal para juzgar la responsabilidad política y social, el compromiso con la verdad. Así se completa el arco dramático que cierra la historia. Sentencia Martí: «…la verdad es tan horrible en lo que voy a decir, que no se puede decir más que la verdad». Los hechos, los silencios ante el drama expuesto se prolongan y quedan en cada uno de nosotros, y nos invitan a colocar cada pieza en el tablero sociopolítico.

Con Un traductor es una experiencia de otra naturaleza, una vivencia íntima, minimalista, de baja intensidad dramática, un distanciamiento emocional envuelve a casi todos los protagonistas y esta calma se rompe cuando el futuro «traductor» descubre que hay otro mundo, existen conflictos que cambiarán su vida, esa realidad-real revelará sus carencias, incomunicaciones y desamparo familiar, su calma cotidiana será rota para siempre. Con mucha verdad el actor Rodrigo Santoro va mostrando las mutaciones emocionales que vive el traductor Malin al enfrentar la más dura de las consecuencias de Chernóbil: las víctimas.

Encuentro de Malin con un drama que va contextualizando muy sutilmente la Cuba de los 90. Usando escuetos pero eficaces recursos: la bicicleta como medio de transporte, frugalidad y hasta carencia de alimentos… dan cuenta del periodo especial, suerte de supervivencia que no se oculta, tampoco se sobredimensiona. El filme de Sebastián y Rodrigo Barruiso no está concebido para contrarrestar una información falsa. Un traductor es una película política, metafórica en más de un asunto y los directores lo saben, lo asumen sin declaraciones grandilocuentes y dicen mucho. El poder de las imágenes expresa una tragedia que no vivimos, compartir el momento de la muerte de uno de esos niños nos lleva a conocer el intento y el empeño por salvar a más de 25 000 niños enfermos durante 21 años, entre ellos los peores años que conoció Cuba, sin importar a qué precio, son algo más que datos. Un traductor es un filme amoroso con Cuba, conmovedor, eficaz, te implicas en él. En los créditos finales del filme Sebastián y Rodrigo Barruiso insertan un cartel: ellos son los hijos del traductor y la curadora de arte.

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alba rosa colina morciego dijo:

1

16 de octubre de 2019

15:28:17


Sencillamente genial. Conmovedor e inteligente film.... y el final aun mas sorprendente con la direccion de los hermanos , sencillamente una joya para los cinefilos de estos tiempos

Ernesto dijo:

2

16 de octubre de 2019

16:50:38


Solo una precisión - en la época de Chernobil, la dirección política no era rusa, como dice el artículo, era soviética.

M.Montero dijo:

3

17 de octubre de 2019

10:14:54


Yo no he visto el filme pero he leído las criticas que lo vaticinan como uno de los mejores filmes que hemos tenido. Sin embargo lo que mas me gusta de todo esto es que lo considero como ¨una respuesta¨ ante tanta mediocridad, ante tanto diversionismo ideológico que lo único bueno y verdadero tiene que ser ¨de allá.¨ Me fascina saber que los cubanos somos capaces de grandes proezas y que estas pueden ser narradas y comprendidas por la gente. Por la gente mas sencilla que es el pueblo. La población mas vulnerable para este tipo de información que son los jóvenes. Todo lo que se haga con el objetivo de hacer comprender ¨la verdad¨ tanto la que nos engrandece como aquella ¨verdad¨ que nos parte el alma a la mitad. Pero siempre la verdad. Y esa sinceridad exenta de cursilerías y sensiblería barata es algo que agradezco profundamente. Muchas gracias.

Raciel dijo:

4

17 de octubre de 2019

14:54:17


Felicitaciones para Rebeca Chávez por su buen comentario. Independientemente de las ideologías lo que realmente importa es la condición humana, en el caso de la serie Chernóbil no solo es el accidente sino el costo humano que tuvo resolver ese problema y que creo solo lo podían hacer ellos mismos por el sistema social que tenía la URSS donde se puso todos los recursos humanos y materiales en función de solucionar la catástrofe. En el caso del traductor la sensibilidad humana ante la desgracia ajena y el esfuerzo que hizo este país para salvar a todos esos niños a pesar de las limitaciones económicas. La verdad siempre sale a flote. Me gustó mucho su cita de Martí.