ÓRGANO OFICIAL DEL COMITÉ CENTRAL DEL PARTIDO COMUNISTA DE CUBA
Alfredo Guevara y Gabriel García Márquez en la inauguración del 32 Festival Internacional del Nuevo Cine Latinoamericano. Foto: Yander Zamora

Muchas veces le oí contar a Alfredo que hablaba siempre del «proyecto cine cubano» cuando trabajaba en el equipo que redactaba la Ley de Reforma Agraria y un día Fidel le dijo: escríbelo. Un pequeño grupo de cineastas redactó (y aún se puede leer) una concepción cultural para el cine que estaba por nacer en un escenario deslumbrante, lleno de preguntas y desafíos. Cine creativo y descolonizador que quería un público activo que, al descubrir estéticas diversas, iría cada día desplazando la hegemonía del cine estadounidense. Revolucionar el gusto y sobre todo luchar por preservar la identidad (imagen) de la nación cubana.

Todo ese universo trajo también la polémica y el conflicto en películas propias y ajenas, se cuestionaron las concepciones artísticas y la programación defendidas por el Icaic para abordar la realidad y, tan temprano como en los inicios de los 60, los cineastas denunciaron y rechazaron con serias argumentaciones los peligros del realismo socialista, el dogmatismo y el esquema. Desde entonces las películas cubanas fueron parte integrante de la dinámica cultural cubana.

En el interludio que va desde los años 60 hasta el año 19 del siglo XXI el contexto sigue siendo complejo y Cuba desafiante: sucesivas crisis de desarrollo, confrontaciones ideológicas y estéticas, atrasos en tecnología, contracción económica, imposibilidad de comprar filmes que garanticen la diversidad de propuestas. En el 2013 nacen las Asambleas de Cineastas y es preciso conectarse a la realidad técnica, artística y económica sin dañar ni desmontar y sí transformar el andamiaje institucional. Las transformaciones y cambios suceden también en el cine, nuevos cineastas se coordinan, hacen películas, en paralelo con el Icaic, hasta convertirse en un importante factor creativo del nuevo cine cubano de este siglo.

Un importante y crucial problema de hoy: «pensar como país», ver todas y cada una de las partes y atreverse con las contradicciones que generan los cambios es el reto. El país demanda nuevas propuestas, una de ellas es facilitar una articulación coherente en el sistema del cine cubano que integre a creadores, productoras independientes y al ICAIC. Se impuso la lucidez: en este nuevo universo nace un Decreto Ley, el 373. De nuevo desde el Estado se crea una pieza clave: el Fondo de fomento para rescatar y desarrollar otra vez un cine cubano artísticamente ambicioso, diverso, comprometido, premisas del año 59 que siguen siendo la clave. Los cineastas dicen que un Decreto

Ley no es todo, pero a través de él puede retomar la atmósfera espiritual, la promoción de todas las posibilidades creativas y entre todos crear las condiciones materiales que permitan ocupar espacios perdidos, crear nuevas audiencias y, sobre todo, reconquistar un público consciente y no espectadores pasivos.

«…Como nunca antes –dice Graziella Pogolotti– estamos abriendo caminos en el bosque para que nada interfiera la lucidez de la mirada, mientras despejamos de malas yerbas el sendero». Con el Decreto Ley 373 el Icaic es el mismo y es otro como nos enseña Heráclito… todo fluye y cambia… una persona no puede bañarse dos veces en el mismo río.

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ricardo dijo:

1

19 de julio de 2019

08:29:49


aplaudo lo expresado en este artículo, pero como dijo el Presidente en la clausura de la UNEAC, la revolución tinen muchas cosas que aún deben ser contadas y creo que los cineastas son de los que más deudas tienen con este tema. Ojalá y lean el artículo de Abel Prieto que publica Cubadebate hoy, para que ayuden a desarrollar la verdadera cubanía..

Vital dijo:

2

19 de julio de 2019

10:25:50


El 373 tiene el código genético de la nueva Constitución: el Estado, y sus instituciones, acepta cambios necesarícimos pero mantiene unas prerrogativas enormes. Entre los totalmente inconformes y los muy conformes con ello están también los quede ven la novedad como muy superior a lo que había: un escalón más cuya única razón debiera ser la de invitar a subir. Yo le cuestionó al 373 unas cuantas cosas, empezando porque otra vez es por Decreto que se legisla. Eso me parece muy poco democrático, por vertical. Si el debate fue abierto de parte de los cineastas solía ensombrecerse en su conrataparte institucional-estatal. Me hubiera gustado una discusión honesta en el parlamento o donde fuera. En cambio me queda la sensación de tener voz sin voto. Pero lo que salió, con sus taras, es mejor a la nada. Llegados aquí, a subir!