
–¿Cuándo descubrió que la aventura de la pintora Antonia Eiriz, convertida en el documental Arte del pueblo, 1974, era otro ángulo de sus permanentes inquietudes y miradas de cineasta?
–No lo sé. Nos presentamos en el reparto Juanelo y empezamos una investigación, a entrevistar para escribir una guía o scaletta que nos dijera si había o no historia que contar.
Oscar estaba como en un compás de espera, que todas estas visitas lo pusieran en el camino para encontrar la punta del ovillo que le permitiera hacer el documental. Veía el entorno, lo enfrentó inquieto, observaba cómo hombres y mujeres del barrio en medio de una vida con muchas limitaciones materiales tenían un mundo interior que quizá desconocían, sencillamente lo expresaban, moldeaban en papier maché sus vivencias.
Enseguida quedó claro que lo importante no era informar –al estilo del Noticiero Icaic– cómo el pueblo hacía arte (todo dicho con humor, pues era evidente que por ahí no iba el asunto y, además, no nos interesaba). Establecimos la diferencia entre populismo o populachero de lo popular. Siempre ponía como referencia a la música. De estas conversaciones surgió el eje o nudo sobre el que se iba a desarrollar el documental: es posible despertar las capacidades creativas de la gente sin importar sus orígenes diversos ni condiciones sociales. Todos ellos, incluso los niños, tenían imaginación y el asunto era descubrir que con sus manos podían desatar miles de fantasías. Ñica sabía esto y era su más profunda motivación para hacer todo un movimiento alrededor del cdr de su cuadra. Para sus vecinos ella era «Ñiquita» y no una conocida pintora abstracta, profesora del isa, una mujer difícil… con un hijo y un gran patio-jardín que viajaba cada día en la ruta 10.

Cuando empezamos a filmar, como siempre, Oscar se distraía, parecía que tenía que estar en otro lugar, (su atención fuera de cuadro) y era pura apariencia… Estaba al tanto. Mayito García Joya fue clave: no paraba de filmar porque le ataría ese suceso como fotógrafo que era, fue una suerte. Con mucho pietaje llegamos al montaje y ahí fue otra vez Oscar. Con su calma habitual armó la historia desplegando toda su sabiduría. Lo recuerdo buscando la música que le convenía (o le sonaba) para la secuencia donde el arte del pueblo invade al sacrosanto museo de Artes Decorativas. Ese toque era su marca, lo vi desde que la imaginó. También lo fue mantener en los límites precisos la impronta de la Ñica-pintora con la Ñica y sus vecinos, hacer fluir entre ellos respeto y una ternura muy auténticas.
Oscar Valdés tenía un nombre y sobre todo una obra: Muerte y vida en El Morrillo, 1971. En un mismo encuadre, un plano general, en el fondo la casita de El Morrillo, donde se esconde Antonio Guiteras; en un plano medio se desarrolla el asalto de los guardias y en casi un primer plano un sobreviviente de esos instantes narra el suceso. Una síntesis impresionante de puesta en escena: logra incluir en un solo encuadre todas las piezas dramáticas, todo el drama que se nos narra. Antes Vaqueros del Cauto y sus Escenas en los muelles anunciaban un autor con una inclinación o preferencia. Amante confeso y convicto de películas de serie b de filmes de rko, de Bogart. Siempre cine en blanco y negro. Temas, asuntos y personajes en la periferia de la historia. Arte del pueblo, una historia en el barrio Juanelo, filmada en colores, con personajes anónimos, guiados y subyugados por Antonia Eiriz, una pintora abstracta, de un barrio periférico ¿se conectaría con los asuntos o temas que le interesaran para hacer sus películas?
Mereció la Paloma de Plata en el Festival Internacional de Cine Documental de Leipzig RDA. Recibí en su nombre el trofeo, le conté las expresiones exaltadas, deslumbrados de Luigi Nono, Sergio Castillo, Gitta Níkel y Analie Tondaike. Para ellos, como para otros muchos, el impacto de Arte del pueblo se correspondía, estaba en sintonía desde el cine, con lo que en Cuba la Revolución había desatado. Oscar oía todo esto displicente o mejor despreocupado, pero estaba (lo sé) feliz. Semanas después el pintor Antonio Saura visitó el taller de papier mache del Pasaje Segundo del reparto Juanelo, Oscar se sentía confundido al verse ante esta nueva situación que provocaba su cine. Se reía, no dijo nada.
Oscar Valdés cumple cien años. Se puede visitar en Juanelo el escenario de su maravillosa experiencia con el arte, los vecinos y una pintora. La casa en el Pasaje Segundo, convertida en Museo, atesora la memoria de Antonia Eiriz. A veces hay profetas en su tierra.












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Jorgebraulio dijo:
1
22 de mayo de 2019
19:18:22
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