ÓRGANO OFICIAL DEL COMITÉ CENTRAL DEL PARTIDO COMUNISTA DE CUBA
Rodolfo Mederos

Fue dilatada la jornada de cierre del XIV Festival de Música de Cámara –en términos de producción de eventos seguimos padeciendo del síndrome del maratonismo en la duración de los programas–, pero artísticamente fundamentada: cada una de las cuatro estaciones merecía por sí misma un concierto.

De entrada, el cuarteto Alma, radicado en Francia, bajo el liderazgo del guitarrista argentino Leonardo Sánchez e integrado por la acordeonista Marie Francoise Mamuy, el clarinetista cubano Lester Chio y a última hora, también de Cuba, el percusionista Alejandro Aguiar. Música popular latinoamericana arreglada con fineza y tocada con sobria distinción.

Como novedad, el Atenas Brass Ensemble, cinco músicos matanceros que recrean con altura lo mismo sonidos de Nueva Orleans que danzones y el infaltable mambo a lo Pérez Prado. Deben velar, eso sí, por la coherencia de sus acciones performáticas sobre la escena, a veces innecesarias.

En el medio y la coda, la Camerata Romeu y el trío Mederos, de Argentina. Bastaría un adjetivo para calificar las huellas que dejaron en el auditorio reunido en la Basílica Menor de San Francisco: memorable. Mas vale la pena apuntar las razones que nos llevan a esa distinción.

La Camerata Romeu, magistralmente conducida por Zenaida Romeu,  consagró su participación a celebrar el octogésimo cumpleaños de Leo Brouwer, mediante la interpretación de dos obras del maestro: la tercera de las Canciones remotas para cuerdas y la suite concertante From Yesterday to Penny Lane, basada en siete canciones de Lennon y McCartney de la era Beatles, con el joven guitarrista Carlos Miguel Ledea, de probado talento como solista.

Ambas partituras resumen de alguna manera la evolución estética de Leo hacia lo que se ha dado en llamar Nueva Simplicidad. Es decir, la decantación de la vanguardia de la segunda mitad del siglo XX a favor de un lenguaje que rescata los valores emocionales de la música y la comunicación de imágenes sensibles. Esto implica una intensa aplicación intelectual y un extremo rigor constructivo, pues no se trata de una vuelta al pasado, sino de ascender en la espiral de los tiempos a tono con la defensa de la espiritualidad  que necesitamos para recuperar el sentido de la humanidad.

Esos valores, de otra manera, afloraron en las piezas interpretadas por Rodolfo Mederos junto a sus compañeros Armando de la Vega (guitarra) y Daniel Cucci (contrabajo). Para decirlo pronto y rápido, Mederos es el gran maestro del bandoneón. El que ha llevado a una dimensión estelar el instrumento después de Astor Piazzolla, pero partiendo no solo de este, sino de todos los que han modelado una identidad muy definida que nutre la argentinidad más universal. El que reverencia a Aníbal Troilo y Dino Saluzzi, a Raúl Garello y El Payo Solá y no olvida lo que aprendió a la vera del inmenso Osvaldo Pugliese.

Mederos sabe desde hace muchísimo tiempo que la calidad de la música no depende de la cantidad de notas ni del virtuosismo. Se declara amigo de la goma de borrar y no del lápiz. Como Brouwer, de la simplicidad de lo esencial que nada tiene que ver con la falta de ideas.

Milongas, tangos, chamamés, el recuerdo agradecido para el poeta Juan Gelman y la fidelidad a la memoria de sus padres y del vecino que en el patio, a muy corta edad, le mostró el camino infinito del bandoneón. El público levitó cuando interpretó Sur, de Troilo, y Manzi.

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Raúl dijo:

1

6 de mayo de 2019

05:25:15


Rodolfo Mederos , grande entre los grandes , tengo en mi memoria el inolvidable CD que grabó bajo la dirección de Daniel Barenboim . Gracias por el artículo y sus comentarios.