La danza, expresión plástica en sí misma, ha sido desde los tiempos más remotos fuente de inspiración para los cultores de las artes plásticas, desde los que dejaron huellas en las pinturas rupestres o en expresiones posteriores como las tablillas de arcilla mesopotámicas, los vasos, frisos y esculturas greco-latinas y en los aportes posteriores de las artes visuales.
El siglo XIX incorporó una nueva posibilidad para testimoniar la danza: la fotografía, que continuando los aportes precedentes, vino a entregarnos la danza como lo que siempre fue, un espejo de la vida de los seres humanos, tanto en el contexto individual como colectivo. El arte del ballet y la fotografía han transitado senderos afines y gracias a esta última, hemos podido imaginarnos –más bien ver– la grandeza de un Nijinski o de una Isadora, quienes llegaron tarde a la posibilidad del cinematógrafo.
La escuela cubana de ballet, que ha sido motivo de inspiración para innumerables artistas del lente, tanto nacionales como extranjeros, ha encontrado en Gabriel Dávalos (La Habana, 1981) a un exégeta excepcional, cuya inagotable creatividad, exquisita sensibilidad y aguda pupila, nos ha dejado, por cerca de una década, un singular legado.

Aunque su aguda pupila ha penetrado en los escenarios teatrales, salones de clases y ensayos, el vuelo más atrayente de su obra reside en aquellas imágenes fruto de sus dos grandes pasiones: la que experimenta por la ciudad que lo vio nacer y ama de manera entrañable, y el arte del ballet, que lo subyuga. Presente en numerosas exposiciones personales y colectivas en Cuba y fuera de ella, autor de libros tan importantes como Habana Sensual (2014),
Viengsay Valdés. Soy lo que ves (2017) y Habana Pasión (2018), Dávalos acaba de entregarnos otra muestra excepcional de su talento con la exposición de 20 imágenes, en los jardines de la heladería Coppelia, en 23 y L, en el centro del Vedado capitalino, que ha contado con el apoyo del Ministerio de Cultura, a propósito del aniversario 500 de la fundación de la ciudad de La Habana. En ella nos muestra a bailarines del Ballet Nacional de Cuba y de otras agrupaciones danzarias, insertados en ambientes tan cotidianos como el Malecón habanero, espacios monumentales, en populosas avenidas o simples callejuelas, donde funde, de manera armónica, lugares y paisajes, con gestos, poses y pasos de la técnica académica, en una expresión del más alto humanismo.
El artista ha logrado darnos una simbiosis de la ciudad en el pleno dinamismo que le aportan los desenfadados danzantes. «Un regalo de veracidad y confianza en el permanente renacer de nuestra capital», afirmó el ministro de Cultura, Alpidio Alonso, presente en el acto de apertura. Esta exposición en tan popular espacio quedó abierta a las múltiples miradas que suscita una obra que el artista espera sirva como «espejo de las almas, como acompañantes en la vida cotidiana, en un abrazo permanente».
Es un regalo del que no debe prescindir ningún habanero o visitante que pase por la ciudad, en este jubileo por su medio milenio de existencia.
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m.m dijo:
1
22 de febrero de 2019
11:11:44
AVP dijo:
2
22 de febrero de 2019
11:39:08
Ijorky dijo:
3
22 de febrero de 2019
14:30:34
Jesus Novales dijo:
4
23 de febrero de 2019
08:55:42
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