Diego Gutiérrez es uno de los músicos cubanos nominados a la edición 19 del premio Grammy Latino por su disco Palante el Mambo! Se trata de un trovador que, si bien se ha mantenido desarrollando una obra que ha crecido con el tiempo, sin dejar de incorporar a sus producciones nuevas orquestaciones y ritmos que han expandido su quehacer, no ha alcanzado suficiente promoción en la escena local y es un desconocido para una buena parte del público cubano. Por eso, quizá, algunos se sorprendieron con la nominación de su nuevo disco, que con base en la trova amplía el diapasón en que se ha movido el trovador históricamente.
Diego, para decirlo todo, no pudo tener mejor escuela. Durante más de 20 años ha dado guerra en el Mejunje junto a sus compañeros de la Trovuntivitis y ha afianzado su carrera en las soporíferas madrugadas santaclareñas, que, se sabe, es un terreno muy fértil para los trovadores de ley. Integrante del núcleo duro de La Trovuntivitis, Diego ha perfilado en los últimos tiempos una sólida carrera, con la que ha demostrado que es un amplio conocedor de la tradición musical cubana y de las diferentes manifestaciones de la cultura sonora insular.
No hay muchos registros históricos que recojan la nominación de un joven trovador cubano a los Grammy Latinos. Pero desde su álbum debut, De cero, ya acumulaba suficientes méritos que lo ubican entre los principales exponentes de la trova en el país, debido a la madurez que ha alcanzado en sus letras y en el discurso sonoro con que arropa las canciones.
Desde la primera escucha se percibe que Palante el Mambo! (Egrem) es un álbum muy coherente con la manera en que Diego entiende la trova. El disco, con una notable influencia de la tradición musical santaclareña, resguarda canciones que lo confirman como un juglar agudo que se mueve en muchos caminos y dota de mayor personalidad a su carrera. En el disco engarza con naturalidad el pop rock, el jazz, la rumba y otras vertientes de la música popular sostenidas sobre una filosofía musical que expande los horizontes de la trova cubana hecha por jóvenes. Es, ante todo, un material que con excelentes arreglos a
cargo de Tony Rodríguez, establece una original sincronía entre la tradición y la contemporaneidad de la música defendida por los juglares cubanos. En sus pistas logra un equilibrio entre la canción más intimista y los sonidos más festivos que acompañan un conjunto de temas atravesados por excelentes orquestaciones y el acople entre los músicos de respaldo, algo que salta al oído desde el inicio del material.
Con este álbum, compuesto por diez temas, vuelve a mostrar que para él la trova es una necesidad. Es un disco que parece hecho a la medida del Diego que es ahora y le sirve de tránsito para delinear los contornos del trovador que seguramente vendrá, pues se encuentra en una etapa de pleno crecimiento creativo y parece dispuesto a experimentar con la mayor cantidad de afluentes sonoros posibles hasta alcanzar su discurso definitivo, aunque quizá para él ese no sea uno de sus objetivos más cercanos, ya que ha encontrado en el desplazamiento rítmico y la experimentación un sentido ante la vida y la creación. Eso sí, no hay atisbos de que renuncie a la base trovera que ha definido su posición ante la música y con la que ha ganado un puesto nada desdeñable entre los cantautores de su generación.
Hay varios Diego en este fonograma. Está el trovador más intimista, el que le canta a los pequeños momentos de la vida, a la desazón, al amor, y el músico que entiende la trova como una celebración y muestra sus costados más festivos, esos que desde siempre han acompañado la obra del autor de En la luna de Valencia.
Pero aquí sobre todo descolla el compositor que entiende su filosofía musical como un espacio abierto a influencias de diversa índole, sin camisas de fuerza, y le pone ganas a la búsqueda de ese camino que emprendió desde sus mismos inicios, pero que en este fonograma se vislumbra en mayor grado.
El tema Palante el Mambo! es una excelente apertura del disco y da muestras de las intenciones de este músico a lo largo del fonograma. Es también una declaración de principios que trasciende su obra para reflejar el panorama de muchos trovadores cubanos y las inquietudes de la generación que representan.
Como en anteriores fonogramas suyos las letras de este disco ocupan un rol primordial. Acompañadas de orquestaciones con excelente factura, los textos de Diego denotan las preocupaciones sobre su época y la influencia que podría ejercer el artista frente a esa realidad compleja que casi todos vivimos.
Qué buena vida, Contra la pared, son otros de los temas de excelente factura que acentúan la calidad de este fonograma con el que Diego renueva las fusiones que ha establecido entre la trova, el jazz y un conjunto de ritmos que navegan en la música popular cubana.
Felicidad es otro de los títulos que pueden considerarse entre los imprescindibles del material. Es un Diego más introspectivo el que canta este tema que tributa a la poesía que ha definido su creación. Mira la tv, desarrollada con agudeza e ironía, refleja sus habilidades para cronicar diversas zonas de la realidad cubana y seguir diciendo lo suyo a tiempo.
Si bien el diseño pudo haber respaldo mejor la calidad del álbum, Diego se las agencia para contarnos una historia en cada tema y mantener sin fisuras el discurso que patenta en el disco, un fonograma que da relevancia y explica las búsquedas sonoras que ha emprendido este trovador que cada jueves en la noche sigue defiendo desde Santa Clara una música que habla de todos nosotros.
Diego Gutiérrez compite con Palante el Mambo! en la categoría de mejor álbum de música tropical junto a Como anillo al dedo de su compatriota Aymée Nuviola; Sobrenatural, del dominicano Manny Cruz; Supernova, de la puertorriqueña Sheila King, y Cucucuprá, cuprá de la colombiana Safara.
COMENTAR
Responder comentario