El circo tiene una magia particular: en él convergen muchas manifestaciones que se entrelazan para entregar un espectáculo singular. Ya sea en trabajos de grupo, como solistas, en dúos, tríos, los artistas se transforman en acróbatas, malabaristas, contorsionistas, gimnastas, trapecistas, magos, y narran, con sus movimientos y acciones, sus historias, que son como poemas, donde transpira la poesía del cuerpo, conjugado con danza, pantomima, teatro, humor y muchas más cosas.
Cuando cruce el umbral del Centro Cultural Carpa Trompoloco, sede principal del Festival Internacional Circuba 2016, antes de alcanzar la pista, podrá regodear su mirada en el vestíbulo con la exposición Diminutos poemas circenses, donde un grupo de profesores y alumnos de la Academia de San Alejandro ha dejado su impronta para saludar este antiguo arte.
Desde lo más recóndito de la imaginación, los creadores viajan a lo profundo del circo, y se inspiran para llevar a piezas bidimensionales o tridimensionales, sobre telas, papeles o metal, la pasión de los intrépidos artistas.
Por magia del circo, la realidad nos atrapa en la pista, que sigue acaparando ovaciones. Cada día las sorpresas toman por asalto al público que delira entre luces, música y acciones. Entre lo más atractivo y aplaudido del segundo espectáculo de competencia, estuvo la actuación de la argentina María Celeste quien desborda la admiración con su ágil y diestro quehacer escénico en equilibrio con objetos: vasos, cucharas, botellas y unos platos que hace girar a gran velocidad sorteando la ley de gravedad.
Un instante de lirismo con tintes de acción, buen gusto y originalidad en el concepto, lo trajo el peruano Jonathan Sajoux, en malabares con diábolos, mientras que la juvenil pareja de equilibristas del dúo Vivanc (Circo Nacional de Cuba), motivó al auditorio por la fina y perfecta ejecución en la percha giratoria. La chilena Isadora Navarro del American Circus aportó colorido y elegancia en las alturas, con su profesionalismo al trabajar las telas aéreas cual ligera “araña”.
Los ánimos se encendieron cuando el muy novel y diestro equilibrista Alejandro Licea (Cuba) —quien lucha por el Premio Revelación—, con el número de Rolan Rolan, pasó con éxito la difícil prueba; y mucha energía volvieron a desatar en la noche los intrépidos muchachos de Compañía Havana en el perfecto vuelo cubano de barra fija con levitores, para dejar en claro su clase.
Otros artistas de México, Perú, Colombia y Cuba añadieron puntos a favor en esta jornada. Pero no estaría completo el comentario si no dedicáramos un espacio a la labor de un artista en mayúscula, que ronda las pistas cubanas e internacionales desde hace años regalando arte, fino humor y mucha simpatía: el payaso Pepitín, quien coloreó la noche con imaginativos gags, en una labor conjunta con el payaso Nesti, constituyendo un dúo de altos quilates en este difícil género. Ellos pusieron un alto a las tensiones, y propusieron otra dimensión, esta vez de risas en Circuba 2016.
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