
Marta Rojas, periodista apasionada y novelista audaz, reclama la experiencia de vida por sobre la inspiración. Lo demuestra en sus libros. La boda del Conde de Albemarle en el 2001 en La Habana le da un quid para Inglesa por un año; frente a un cuadro de Francisco Pradilla en el Museo del Prado concibe un personaje para Las campanas de Juana la Loca; un retrato de Vicente Escobar en Bellas Artes de La Habana, le induce hacia Santa Lujuria y un libro sobre la industria azucarera a El Harén de Oviedo.
Premio Nacional de Periodismo José Martí 1997 acepta de inmediato una entrevista, que deviene extensa conversación en el propio diario Granma, del cual es fundadora, a propósito de la presentación en esta Feria de su sexta novela Las campanas de Juana la Loca (Editorial Oriente) y una reedición de Inglesa por un año (Ediciones Boloña).
—¿Crees que un escritor elige las historias o ellas te eligen a ti?
—En el caso mío yo las elijo. Esto tiene que ver con el periodismo, que es tan versátil. Te voy a dar un ejemplo. Cuando el ciclón Flora en 1963 yo trabajaba en Revolución. Fidel hizo un amplio recorrido y fuimos muchos periodistas. Hubo un lugar por donde pasamos que se llamaba Pinalito, no lejos de Santiago, en las estribaciones de la Sierra Maestra. Allí hubo un deslave y Fidel preguntó de quién eran las tierras, y le dijeron que allí vivían haitianos y algunos jamaicanos. Yo como periodista lo mencioné en la información, pero se me quedó en la mente. Ahora, vino el periodo especial en los 90.
El periódico tenía 16 páginas grandes y de 12 cuartillas que escribía, pasé a diez líneas. Tenía todo el tiempo del mundo.
Volví a recordar a Pinalito. Empecé como un relato de los haitianos y jamaiquinos que habían contribuido tanto a la industria azucarera en los primeros años de la república y terminé en una novela que es El Columpio, de Rey Spencer.
—Cómo fue el camino de Inglesa por un año (Premio Alejo Carpentier de novela 2006)?
—Decidí hacer Inglesa por un año cuando hubo aquí en La Habana el matrimonio de un descendiente de Albemarle (George Keppel, tercer conde de Albemarle, jefe de la Real Armada inglesa que se apoderó de La Habana). Yo fui y entonces pensé ¿cómo sería la ciudad en el periodo en que fue tomada por los ingleses (1762 a 1763)? Cuando salí de la boda encontré una placa en un edificio por el Callejón de Jústiz que dice: aquí vivió la marquesa de Jústiz y Santana, saqué la cuenta y dije esta mujer tendría alrededor de 26 años cuando la toma de La Habana por los ingleses, tiene que haberlo visto todo y por eso al personaje le di ese nombre.
—Vamos a Las campanas de Juana la Loca…
—¿Por qué se me ocurre esta novela? Yo voy a Bélgica, a Amberes para una conferencia en las universidades. Una mañana me llevan a ver la ciudad y un edificio me atrajo específicamente por el nombre, los Fugger y Weslin. Allí me explican que los primeros maestros de minas en El Cobre eran alemanes. Vuelvo a España por otro asunto periodístico. Estoy en Córdoba, fui al Archivo ya para buscar cosas de Juana la Loca porque ella era la regente de su hijo Carlos I, después fue el emperador Carlos V del Sacro Imperio Romano y Germánico. Yo voy buscando esa etapa, las fechas del descubrimiento de las minas y encuentro una cédula real donde ella dice que no le manden más de ese fango dorado, que eso no es oro.
Pero Juana, que no estaba tan loca, llama a un platero para saber lo que es. Le dicen que es cobre con componentes de hierro. Ella escribe otro documento diciendo que sigan explotando las minas para hacer las campanas de las iglesias del nuevo mundo. Eso me bastó para tejer las demás historias. La pregunta era ¿quién va a narrar esto, del siglo XV al XVIII ? Se me ocurre el lector de tabaquería, la gran novedad de esta novela.
—En tu libro testimonio, antológico, El juicio del Moncada, en el prólogo Alejo Carpentier te califica de novelista por instinto…
—El libro del Moncada fue la nota que escribí de cada día. Sabía que no me la podían publicar porque había censura. La distancié, por eso describo que entraron esposados, el ruido metálico de las esposas. Empiezo de esa manera, intemporal. Le pregunté un día a Carpentier: ¿por qué por instinto? Y me dice, por la estructura, porque ese libro no se lee como un sumario de una causa, vas incorporando y tiene una coherencia.
A Marta, el periodismo, su experiencia de vida, la ha llevado al mágico mundo de la ficción. Comparte ahora con los lectores en esta Feria del Libro de La Habana 2016 sus asombrosos recorridos históricos en las novelas Inglesa por un año y Las Campanas de Juana la Loca.
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