ÓRGANO OFICIAL DEL COMITÉ CENTRAL DEL PARTIDO COMUNISTA DE CUBA
Foto: Yander Zamora

Pocos días después del fracaso de la Huelga del 9 de abril de 1958, Alfredo Alvarez Mola subió a la Sierra Maestra donde se entrevistó con Fidel Castro. “Desde aquel primer encuentro percibí que se trataba de un hombre con una sólida formación política, convicciones revolucionarias, comprometido con la causa y decidido a la lucha”, expresa Fidel al evocar al combatiente camagüeyano.

“Era uno de los fundadores del movimiento clandestino en Camagüey, reconocido líder sindical en el sector bancario y se había destacado en la organización y abastecimiento con equipos y medios materiales para nuestras fuerzas, principalmente en la Sierra Maestra”.

Al valorar la enorme contribución de Alfredito, como le llamaban los íntimos, a la gesta emancipadora, Fidel afirma: “En las dos últimas décadas de su existencia no cesó de luchar por la causa obrera, la justicia y la Revolución. Fue extraordinario todo lo que hizo en el último año de su fecunda e intensa vida: defendió con firmeza las ideas, sorteó peligros y no se detuvo en la acción. ¡Solo profundas convicciones pueden explicar y conducir a un combatiente revolucionario a hacer tanto!”

Estas palabras se hallan contenidas en el prólogo escrito por Fidel para la edición del libro Alfredo Alvarez Mola: un pequeño gigante, de Alfonso Zequeira Motolongo y Alberto Alvariño Atiénzar, que publicado por la Casa Editora Abril pone a disposición de los lectores cubanos, y en especial los jóvenes, un valioso y muy completo ensayo biográfico sobre un héroe de la Patria cuya entrega debe constituir un imprescindible paradigma para la formación de las nuevas generaciones de cubanos.

Asignado por el líder de la Revolución para acompañar a Camilo Cienfuegos en la ruta invasora de la Columna bajo su mando, dado el conocimiento de la geografía camagüeyana y los contactos con el movimiento clandestino de la región, Alvarez Mola asumió la misión con responsabilidad y entereza, junto a su entrañable compañero de militancia, Mario Herrero.

Ambos desarrollaron una incesante actividad, durante las primeras semanas del trayecto, en el aseguramiento logístico, la exploración del terreno y la anticipación del recorrido. Mientras la tropa rebelde recuperaba fuerzas, “Alfredito y Mario —consignan los autores del libro a partir de una rigurosa indagación testimonial— no desmayaban en buscar comida y prácticos para continuar el desplazamiento de la Columna invasora. En esas gestiones caminaban durante el día”.

El desgaste hizo mella en la salud de ambos combatientes, sobre todo en Alfredo, de baja estatura y escasa corpulencia. El 18 de septiembre de 1958 Camilo, luego de consultar a otros oficiales, decidió al llegar al río San Pedro que ambos interrumpieran la marcha y al abrigo de la clandestinidad restablecieran sus condiciones físicas.

Alfredo se trasladó a la finca San Miguel de Najasa, donde no dejó de planear acciones combativas y sumar adeptos a la causa. Permaneció demasiado tiempo en ese lugar y se expuso demasiado. Un delator pagado por el régimen advirtió su posible presencia y fue a contárselo a un sanguinario represor; incluso le sirvió de guía hasta la finca. Rodeado por 130 guardias y desarmado, trató de escapar al cerco, pero derribado por los disparos cayó a tierra. Era el 5 de noviembre de 1958. Todavía vivo fue martirizado hasta que producto de las lesiones en la masa craneal murió.

Fidel escribe: “Sobre él descargaron toda su ira y la impotencia que sufría el régimen ante el avance indetenible y los exitosos combates de las columnas al mando de Camilo y el Che que habían atravesado el territorio camagüeyano, y las victorias de las fuerzas rebeldes en los distintos frentes. Aquel crimen no quedó impune”.

La estatura moral y revolucionaria de Alvarez Mola dejó una sensible huella entre sus contemporáneos. Testimonio de ello fue la despedida que le dispensó el pueblo agramontino en los primeros días posteriores al triunfo de Enero, una vez recuperado sus restos del enterramiento con que los asesinos quisieron ocultar la infamia.

La lectura del libro permite reconstruir no solo los hitos biográficos del combatiente sino también la forja de un carácter, desde su nacimiento en Ciego de Ávila y su temprano traslado a Camagüey, la inserción en el sector bancario, el liderazgo entre sus compañeros de trabajo, su afición por la espeleología, y la radicalización de su visión política tras el golpe de estado del 10 de marzo de 1952. Éticamente se desarrolló en contacto permanente con el ideario martiano.

De manera puntual el ensayo refleja su actitud lúcida e intransigente ante las debilidades e inconsecuencias que en determinado momento caracterizaron a la dirección del Movimiento en Camagüey, los avatares del revolucionario en los preparativos de la Huelga del 9 de Abril y cómo, por orientación de Fidel, trató de fundar un frente guerrillero en la Sierra de Cubitas frustrado por una delación.

Esta edición contiene un testimonio excepcional del propio biografiado: el rescate de las páginas del diario que escribió entre el 20 de agosto y el 6 de septiembre de 1958, mientras permaneció al lado de Camilo. El facsímil de dichos apuntes enriquece el volumen.

El libro, por sí mismo, tiene una historia bien interesante. Durante años, Zequeira Motolongo (1933–2014) se empleó a fondo en la investigación del perfil biográfico de Alvarez Mola. Rastreó documentos, investigó datos, obtuvo testimonios de primera mano y los cotejó con diversas fuentes documentales. Pero al saberse gravemente enfermo solicitó a Alvariño, vinculado al proyecto desde su gestación, que completara la labor. “Le di seguridad de alcanzar tal empeño —refiere Alvariño en la introducción de la obra—. Proseguí la investigación, acudí a nuevos testimonios y culminé la redacción”.

Zequeira trabajó por más de cuatro décadas en el sector bancario; de ahí su afinidad con el legado de Alvarez Mola. Alvariño, colaborador de una célula del movimiento 26 de Julio, en Camagüey, con su corta edad, conoció a Alfredo desde inicios de 1957, cuando le llevaba mensajes al banco donde este trabajaba.

El prólogo de Fidel, escrito el 28 de marzo del 2015, termina con las siguientes palabras: “Alfredo Alvarez Mola, consecuente estudioso y predicador del pensamiento de José Martí hizo suyo el postulado de que el verdadero hombre no mira de qué lado se vive mejor, sino de qué lado está el deber. Desde hacía tiempo, él merecía esta obra que convoca a su lectura”.

COMENTAR
  • Mostrar respeto a los criterios en sus comentarios.

  • No ofender, ni usar frases vulgares y/o palabras obscenas.

  • Nos reservaremos el derecho de moderar aquellos comentarios que no cumplan con las reglas de uso.