ÓRGANO OFICIAL DEL COMITÉ CENTRAL DEL PARTIDO COMUNISTA DE CUBA
Harakiri con serrucho, una de las piezas que conforman la muestra. Foto: Romero, Juan Carlos

El silencio puede ser tan sonoro y musical que se puede “danzar” como lo aseveró, con ese verbo, personal e incisivo, José Lezama Lima cuando al dedicarle un libro al amigo Pedro Simón sentenció: según la lección de Nietzsche, que “toda idea tiene que ser bailada; entonces lograremos bailar el silencio y la música estelar…”.

Apreciando la inmensidad de esa palabra y todo lo que ella puede abarcar,  el artista David Velázquez la conjuga en su nueva exposición Epigramas del silencio, expuesta hasta finales de diciembre en la galería Génesis del edificio Beijing (Centro de negocios de Miramar), y demuestra, además, que se puede pintar…

En esta suerte de cuentos pictórico-objetuales que viene creando en los últimos tiempos, el espectador minucioso podrá observar que una variedad de conceptos/realidades se han barajado en las exposiciones de David Velázquez (La Habana, 1976).

Mirando atrás podemos “atrapar” que la mentira fue tema protagonista de muestras como Migraciones de sueños, expuesta durante la 11na. Bienal de La Habana (Com­plejo Morro-Cabaña), y hace poco más de un año: Todos somos culpables (Galería Servando Ca­brera).

En Epigramas… “inscribe” sobre variadas su­perficies y de la mano de diversos materiales, sentimientos/ideas/experiencias (como ser humano en plural), en ingeniosas composiciones e imágenes conjugadas de forma original y mordaz, para regalarnos una sátira de la vida del hombre contemporáneo, en cualquier parte.

A partir de elementos sumados en sus creaciones: barro, pintura, lápiz, sogas, madera…, conforma una amalgama/mezcla, no solo de estos “ingredientes”, sino también de ideas y tiempo vivido. Los pensamientos fluyen, desde el silencio mental, para marcar aquí los códigos artísticos y salir a flote, desde ese otro silencio que nos acerca el arte visual. Sin palabras, pues, abre puentes para concretar sentimientos humanos que, a veces, pasan sin llegar a realizarse de la manera que sea.

Amén que salpica las obras con ideas ambiguas que, por momentos invierten el sentido de las cosas, o enmascara otras, instante en el que se entronca con visiones similares en anteriores muestras. ¿Callar no es una manera de camuflar la verdad? Pero David regresa en primera persona, algo ya habitual en sus creaciones, y participa como protagonista en estas historias.

Con inteligencia, tino, espontaneidad y sinceridad conforma su obra, donde emerge también cierto aliento ingenuo que traspasa o violenta las barreras entre lo culto y lo popular, para exponer realidades y pensamientos que se mueven más allá de la calle y  los libros, en lo más profundo de todos nosotros. Sin desdeñar ciertos tintes de ese común denominador que nos mueve: el humor. Todo ello vibra en medio de escenografías armadas con una línea sencilla y tonalidades sobrias que se mueven entre los tierras, ocres, negros, donde a veces confluye el volumen de elementos naturales que enriquecen, de textura, su obra.

David hace preguntas, da respuestas, enfoca realidades: las polémicas del universo actual, la incertidumbre del ser humano, en todo el mun­do, por el futuro…, y tantas otras. Y demuestra que el arte, es el aspecto de la creatividad humana que más interés provoca, más polémica desa­ta, y más conmueve. Porque es al mismo tiempo real y ficticio, racional y paradójico; pero también el más espontáneo, enriquecedor y estimulante de los actos generados por el impulso creador del hombre.

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